
Alvaro Fraile
Por Álvaro Fraile
Pocas imágenes me resultan tan melancólicas y lánguidas como la de un espantapájaros… bueno, a veces tocan el género del terror y otras el de la pena… (míralo ahí, tan solo… se lo podían haber currado un poco más los dueños, que hay cada espantapájaros por ahí que da verdadera pena…) Pero es que además… mirar a un espantapájaros, ¿no da la sensación como de estar mirando a alguien castigado? Es como si estuviese cumpliendo una condena… da lástima…
En fin…a lo que voy… hace meses, paseando por el pueblu, vi a lo lejos un espantapájaros. La verdad es que era cutre, pero reunía todas las condiciones para ser espantapájaros de libro: sombrero de paja, vaqueros, una camisa vieja,… algo desmejorado por el paso del invierno, pero conservaba la dignidad salvo por un pequeño detalle… ¡estaba lleno de pájaros! Subidos encima como si se tratase de un nido…
Si ya daba pena el pobre… ver cómo ni siquiera cumple con su única misión en la vida… ¡me rompía el corazón! No supe qué hacer.
Estuve a punto de desenfundar la espada, ponerme el antifaz de justiciero y empezar a tirar piedras a los pájaros gritando como un loco: “Dejadle!!! Por caridad!!! Dejadle en paz!!!”
Pero sólo me quedé ahí unos segundos. Pensé hacerle una foto, pero me resultó cruel, además no tenía batería. Mis hijos jugaban con palos y piedras en un arroyo que había cerca… y preferí, antes de que se escalabrasen, volver a casa.
Semanas después volví a pasar por allí y ¡¡¡el espantapájaros ya no estaba!!! Creo que sus dueños lo despidieron… (Por ponerme trágico, creo que lo hicieron de malas formas: Lo rompieron, lo tiraron, igual hasta lo quemaron… y le dijeron “¡¡¡espantapájaros inútil… no sirves para nada!!!”)
En su lugar han colocado unos cds, colgados de una cuerda… que seguro que son más eficaces, aunque ¡esa no es su misión en el mundo! ¡Ellos están hechos para reproducir música! Así que me puse triste de nuevo. Y me encendí. Me volvió a la cabeza la idea de ajusticiar… quería llamar al dueño para decirle que qué se creía, que esos pobres cds estarían tristes por no poder cumplir con su objetivo vital.
Si se trata de vocación, de saber a qué estás llamado, o para qué estás hecho… ¡ese pobre espantapájaros y esos pobres cds han pasado parte de su vida frustrados!
Entonces he pensado estas dos cosas:
- Que tengo que dejar de personificar y dar personalidad a las cosas… Recuerdo una conversación con unos guisantes. Me los tuve que comer todos, porque si no, no cumplirían con su misión en el mundo que era “ser comidos” una vez me los habían servido en el plato. No os hablo de los granos de arroz…
- Que tu vocación, tus objetivos, tus sueños y tus aspiraciones… ay madre… ¿pueden cambiar?… ¿y si ese espantapájaros se había cansado de ahuyentarlos y era él mismo el que los llamaba? ¿y si esos cds están felices de cumplir con un trabajo digno porque ya no podían reproducir música o no les gustaba? ¿y si esos guisantes estaban llamados a alimentar a un gusano o a un insecto en el contenedor de basura?
Tal vez todos ellos eran unos rebeldes… y yo me empeñaba en asignarles los estereotipos que tengo aprendidos, se los estaba imponiendo yo… yo soy el imperio…
Tal vez saber para qué estás hecho o a qué estás llamado es preguntarse más a menudo ¿para qué estoy hecho? ¿a qué estoy llamado? y, a veces, romper la norma de lo aprendido.
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