Reyes Mate: “Estamos en la era de las víctimas”

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Investigador del CSIC y Premio Nacional de Ensayo, Manuel Reyes Mate ha dedicado todo su esfuerzo intelectual a estudiar y reivindicar el papel de las víctimas a través de la historia. El tiempo, tribunal de la historia (Ed. Trotta) es su último trabajo. La gran exposición sobre Auschwitz en Madrid y el final de ETA propician la imprescindible reflexión sobre las víctimas.

 

En este momento, con el final definitivo de ETA, ¿cuál es, a tu entender, la tarea principal?

No hacer inútil todo el sufrimiento padecido. La tentación de pasar página va a ser grande y eso aparece en distintas estrategias, la más burda sería olvidar. Y otra forma de olvidar es poner en circulación distintos relatos, de suerte que unos neutralicen a otros. Desde el punto de vista individual cada uno puede contar la feria como le fue. El problema es el relato moral sobre lo ocurrido y ahí solo puede haber un punto de vista, el de aquel humanista, Castellio, que discutía con Calvino y le decía “Mire usted, matar a alguien por razones políticas no es defender una idea, es cometer un crimen”. Y eso es lo que no podemos perder de vista, no hay ninguna justificación moral al crimen, aunque se alegue que se hacía en nombre de grandes ideales; eso y evitar cualquier forma de olvido. Lo importante es entender que una violencia tan prolongada ha causado traumas personales y colectivos y que la respuesta adecuada es superar esos traumas, suturar esas fracturas.

El filósofo Reyes Mate habla sobre el perdón y las víctimas

Reyes Mate, en un momento de la entrevista. FOTO LUKASZ MICHALAK

¿Cómo hacerlo?

Desde el punto de vista personal, reconocer los daños que se han hecho a las víctimas: unos son reparables y deben ser reparados, otros son irreparables y de ellos debemos tener memoria. Y, desde el punto de vista del daño que se ha hecho a la sociedad vasca dividiéndola y fracturándola, tratar de recuperar para la sociedad a las víctimas y a los victimarios. Es muy importante recuperar para la sociedad a los victimarios también, no de cualquier manera, sino haciéndoles ver lo importantes que son para la nueva sociedad. Pero ellos tienen que hacer el camino de reconocer que sus actos no eran actos heroicos, sino que eran crímenes y que arrepentirse no es arrepentirse de ideas sino de los actos realizados y que pedir perdón lo que significa es pedir a la víctima una segunda oportunidad: probar que uno que comete un crimen es alguien capaz también de comportarse de otra manera y de demostrar a la víctima que puede ser un ser humano.

Lo de dar otra oportunidad al victimario suena fuerte. Quien ha sufrido mucho puede entender que eso es demasiado y reclamar solo justicia.

La segunda oportunidad es difícil concederla cuando no ha habido previamente petición de perdón, arrepentimiento. Pero sabemos de casos: se habló en su tiempo del grupo de Nanclares de Oca, esa iniciativa que tomaron víctimas y victimarios de encontrarse y proceder a una serie de reflexiones, que fue ejemplar. Yo participé en alguna de ellas y vi lo rico que puede ser para una sociedad conocer y escuchar a etarras conscientes del daño que han causado y pidiendo perdón, eso es enormemente constructivo para la sociedad, lo que es lamentable es que se haya yugulado esa experiencia, que hubiera sido un modelo de procedimiento.

Eso lo favorecieron el Ministerio del Interior e Instituciones Penitenciarias en los gobiernos de Zapatero. Se acabó, pero ¿hay otras iniciativas en ese sentido?

Las hay. Pero son una minoría, dentro del mundo etarra, los dispuestos a entender el alcance de su culpa. Como me decía uno de ellos, la culpa es reconocer el daño que yo me he hecho haciendo daño a los demás, reconocer la deshumanización que sufre el victimario al matar, porque es mucho lo que muere cuando se mata. Y este reconocimiento, que le lleva a reconocer la autoridad de la víctima para salir de ese pozo en el que se encuentra, es un procedimiento de una importancia enorme. Es minoritario, es verdad, pero podría ser mayor si se mandara el mensaje a los victimarios de que no se les pide que renuncien a sus ideas sino a los actos que hicieron y hacerles ver que son muy importantes para una sociedad reconciliada. El victimario solo es un lastre si persiste, pero es necesario para un nuevo comienzo en una sociedad reconciliada.

Y a las víctimas, ¿qué les diría?

Que la justicia no consiste solo en castigar al culpable. La aparición de las víctimas en la historia obliga a entender que hacer justicia tiene más que ver con reparar los daños a las víctimas que con el castigo al culpable. Ese concepto de justicia restaurativa, todavía poco presente en nuestro derecho, es una corriente muy importante, que pone el acento en la restauración de los daños a las víctimas y eso no significa impunidad. Está demostrado que más castigos no evitan que la historia se repita; como deja de repetirse es a través de elementos como la educación y eso tiene que ver con la recuperación para la sociedad de los victimarios.

¿Cómo evitar sucumbir a la tentación del olvido?

El riesgo para la sociedad vasca es no elaborar el duelo, que exige enfrentarse a la propia responsabilidad y caer en lo que los psicólogos que estudiaron la Alemania de la posguerra llamaron la nostalgia: aislarse, renunciar a amar, renunciar a la democracia, a la relación fraterna, es decir, caer en el pozo. En la sociedad vasca late este peligro de la incapacidad del duelo y hay que hablar de ello. Y es importante multiplicar esos focos que hay porque, si se conocieran, muchos más etarras se animarían, porque muchos han de ser conscientes de su culpa, lo único es darle una salida a esa culpabilidad.

¿Tiene la Iglesia un papel en este tema?

Debería tenerlo porque estos potentes conceptos, que cada vez juegan más en esta clase de conflictos, como son arrepentimiento, perdón, reconciliación, son de origen religioso pero, como tantos otros, se están transformando en virtudes públicas, creo que a pesar de la Iglesia. Ojalá la Iglesia estuviera más presente en las asociaciones de víctimas con estos conceptos del perdón y la reconciliación que son tan importantes, porque una memoria que no acabara en ese perdón y reconciliación es una memoria peligrosa, podría invitar al resentimiento y a la reproducción del conflicto. El papa Francisco hace apuntes constantes en esta dirección, pero no veo yo que forme parte del fondo teológico de la Iglesia española.

¿Estamos en el tiempo de las víctimas?

La historia se ha construido sobre las víctimas. Víctimas ha habido siempre, pero eran invisibles, no les dábamos significación, pensábamos que eran el precio del progreso: las mujeres, los negros, los esclavos, los pobres, siempre una parte de la sociedad sacrificada. Y eso en parte se ha acabado gracias a Auschwitz. El desencadenante de la memoria de las víctimas ha sido ese hecho de dimensiones tan colosales que obligó a preguntarse por las causas y a partir de la memoria de esas víctimas del holocausto se ha comenzado a visibilizar a otras muchas víctimas. En las últimas décadas, tampoco mucho más, las víctimas se han hecho visibles. Acordémonos de lo que pasaba con las víctimas del terrorismo vasco en los primeros años, se les pedía que se callaran, que no molestaran, empezando por las propias fuerzas armadas. Sí, estamos en la era de las victimas

Hay una exposición sobre Auschwitz en Madrid, 73 años después del cierre del campo. ¿Sigue siendo necesario recordarlo?

La memoria de Auschwitz está asegurada, hay una sensibilidad mundial sobre el tema, la cuestión es salvar el significado. Y a ello ayuda esta exposición, que es magnífica. Pero yo he salido con una pregunta: apenas se habla de Europa más que como campo de batalla, pero no sale de ahí un mensaje claro de que tenemos que hacer algo diferente para que la historia no se repita, es como si hubiera una convocatoria muy abstracta al recuerdo. Hay que tener en cuenta que de Auschwitz sale la idea de Europa como espacio de libertad porque se es muy consciente de a dónde han llevado los nacionalismos, a dónde ha llevado un tipo de política de amigo-enemigo, un tipo de ciudadanía basado en la sangre y en la tierra. Hoy, cuando se están produciendo en Europa toda una serie de involuciones nacionalistas, no hay en la exposición una palabra clara en esa dirección, lo que evapora un poco el significado de la memoria. Algo habría que decir…

 

 

 

 

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