La iniciativa Iglesia por el trabajo decente sigue dando pasos en nuestra Iglesia española, consolidándose como un espacio eclesial de referencia ante la situación de deshumanización y fragmentación que está viviendo el mundo del trabajo.

Su voz resuena, sobre todo, en torno al 7 de octubre, Jornada mundial por el trabajo decente, que es compartida con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el movimiento sindical mundial y el movimiento mundial de trabajadores cristianos.
En estos días de octubre se convocan, en las diócesis del país, gestos y actividades públicas para sensibilizar y visibilizar la importancia de extender en la sociedad y en la Iglesia la defensa del trabajo decente. Y es que hay una cuestión central en la sociedad que es esencial para la vida de millones de personas: el trabajo humano decente.
En este año el sindicalismo internacional quiere poner el foco en el trabajo de cuidados; en la intervención necesaria de los gobiernos de todo el mundo para invertir en cuidados. Invertir en cuidados es invertir en propuestas de empleos decentes para las mujeres que asumen mayoritariamente la carga de cuidados no remunerados. Esta realidad representa un enorme obstáculo a la hora de garantizar una mayor participación de las mujeres en el mercado laboral, reducir la brecha salarial de género y lograr la igualdad entre mujeres y hombres en el trabajo y en la sociedad.
Ayudar a profesionalizar el sector de cuidados a las personas mayores, dependientes, etc., es ayudar a poner en valor un potencial nicho de empleos ya que, según la OIT, los trabajos de cuidados generarían más de un millón de empleos solamente en España. No hay que olvidar que el cuidado no remunerado es «trabajo» pero permanece invisible, no reconocido y no se tiene en cuenta en la toma de decisiones. Los derechos, los laborales especialmente, pero no solo, de las trabajadoras del hogar y cuidadoras, la mayoría migradas, son vulnerados continuamente. Sufren discriminaciones, menosprecio y falta de reconocimiento.
El trabajo decente construye humanidad y el Evangelio nos recuerda que la tarea es humanizar.
Así que los creyentes tenemos aquí un espacio específico de concreción del Reino de Dios y su justicia: la justicia laboral. Y seguirá siendo así mientras esta democracia que no acaba de llegar a pactos ni a entendimientos, sin elecciones de por medio, no dé respuesta a tantas personas trabajadoras que siguen siendo pobres, precarias y excluidas.
Este 7 de octubre es un día para alzar la mirada o para cambiarla. Si bien es cierto que a nuestro alrededor encontramos demasiada precariedad todavía, también lo es que mirar el mundo con perspectiva, con la misma mirada de Dios, nos sigue dejando en un lugar privilegiado respecto a la situación de tantas personas trabajadoras a lo largo y ancho del planeta. El trabajo decente construye humanidad y el Evangelio nos recuerda que la tarea es humanizar. Jon Sobrino afirmaba que «la humanización es la utopía o la meta que Dios desea que alcancemos para que convivamos los seres humanos como hermanos». Así que empujar para que el trabajo sea decente será uno de los caminos para superar la sospecha de que la fe cristiana, vivida en la Iglesia de los últimos decenios, no esté conectando suficientemente con el potencial humanizador del Evangelio.
Y como no nos volveremos a encontrar probablemente antes del 10N, fecha de la nueva cita electoral, permítanme una reflexión final: Esta nueva convocatoria de elecciones traerá un futuro y una sociedad decente y humanizadora si los trabajadores y trabajadoras dejamos de votar a quienes nos desprecian.
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