Roma, siglo XVII, un par de jóvenes sacerdotes jesuitas portugueses son llamados a la casa general de la compañía. En la reunión les dan una mala noticia: el jesuita que se había encargado de su formación ha desaparecido en el lejano Japón. Las noticias son contradictorias, algunas hablan de su muerte, otras de su apostasía. La tenacidad de los jóvenes sacerdotes hace que su superior les permita viajar, serán los últimos en viajar hasta el país del sol naciente. Hay una fuerte persecución religiosa contra los cristianos y la misión de encontrar y traer noticias de su maestro es extremadamente peligrosa.
Este es el comienzo de la última película de Martin Scorsese y vamos a intentar hablar de la película sin destrozarla mucho, aunque aviso que va a estar complicado. Así que, si todavía no la has visto y quieres ir a verla con la pureza y la inocencia de la ignorancia te invito a que dejes aquí la lectura. Si no te importa recibir algo de información puedes continuar leyendo, que trataré de desvelar lo mínimo posible de la película.
Kirishtian

Fotograma de la película Silencio, de Martin Scorsese
Esta es la escritura occidental de la palabra japonesa con la que se denominaba en los siglos XVI y XVII a los cristianos en Japón. También habla de la época de la persecución a los cristianos. Es interesante plantear que la palabra es una adaptación nipona de la portuguesa cristão, porque el cristianismo a Japón llegó de mano de los portugueses, en esa división que en Tordesillas realizaron tanto españoles como portugueses, aunque no quedaba claro a quién pertenecía el lejano oriente, así que los portugueses se acompañaron de los jesuitas, que fueron los primeros en llegar, mientras que los españoles recurrieron a órdenes mendicantes, como franciscanos o dominicos. Es importante recordar que el país que tuviera el derecho exclusivo de la propagación de la fe también tendría el derecho exclusivo del comercio, con lo cual, pese a que la película hablará de la fe y la religión, parte de la persecución religiosa que se vivió era una manera de mantener y controlar el poder y el comercio por parte de los propios gobernantes nipones, que se sentían controlados por españoles y portugueses. La historia cuenta que en los tiempos de mayor influencia católica en japón llegó a haber 300.000 creyentes en las islas, especialmente en la ciudad de Nagasaki.
Negar la fe
Los gobernantes japoneses consiguieron acabar con la fe cristiana y la película muestra su denodado esfuerzo por conseguirlo. La forma más convincente que tienen es la de negar los símbolos cristianos, pisando o escupiendo sobre ellos. Y, sabiendo que no es la misma época, que los símbolos pierden o ganan significados según las generaciones y yo pertenezco a una bastante iconoclasta, me hacía preguntarme por mi respuesta hacia los símbolos religiosos, su importancia en mi vida y el respeto o veneración que puedo tener hacia ellos.
[quote_right]El país que tuviera el derecho exclusivo de la propagación de la fe también tendría el derecho exclusivo del comercio[/quote_right]
Al mismo tiempo otra de las preguntas que me estuvo taladrando el estómago días después de salir del cine fue sobre mi capacidad para dar testimonio de mi fe por encima de todo. Está la vida de los demás o mi vida por encima de mi fe o es al contrario y sería capaz de entregar mi vida para mantenerme firme en mis convicciones. No es pregunta menor, porque me permite empatizar con los protagonistas de la película y con aquellos cristianos que están amenazados por su fe y el compromiso que esa fe les genera: los cristianos perseguidos en Oriente Medio, las amenazas de muerte a Pedro Casaldáliga, etc.
Vivir en la miseria
La fuerza de la persecución religiosa obligó a los cristianos japoneses a huir de sus casas y sus ciudades, a vivir y celebrar en cuevas, en la más absoluta clandestinidad. Es la miseria la que lleva a la criminalización de un sector de la población, ya sea en el siglo XVII o en pleno siglo XXI detrás de vayas o con los comentarios que los gobernantes europeos o el nuevo presidente estadounidense lanzan sobre los migrantes o los refugiados.
[quote_right]La actitud de resignación y de aceptación incondicional del mal me resultó llamativa[/quote_right]
Porque la película tiene un cierto regusto a contar historias actuales, porque quizá podemos cambiar la localización o la religión o el matiz de la piel, pero la discriminación lleva a la pobreza sin solución de continuidad. Y lo vemos cada día a poco que abramos los ojos en nuestras propias ciudades.
Luchar contra la injusticia
Aunque la principal línea argumental de la película es el esfuerzo de los inquisidores japoneses para que los cristianos nieguen su fe, con múltiples y variadas torturas, eché en falta un poco más de crítica de los cristianos contra el poder y el gobierno que les atacaba. Supongo que en el siglo XVII no había llegado la teología de la liberación y estaba más de moda que «la vida son los ríos que van a dar a la mar que es el morir», pero la actitud de resignación y de aceptación incondicional del mal me resultó llamativa. Jesús también nos llama a hacer de este un mundo más justo y más humano.
La película
Pese a la dureza de la historia que cuenta esta la película basada en la novela homónima del escritor japonés Sh?saku End?, la fotografía muestra la belleza y la luz de las tierras japonesas. Los dos actores protagonistas hacen un gran trabajo permitiendo que entres en la historia, que te identifiques con sus dudas, con sus decisiones y sus sufrimientos.
No es algo de lo que te des cuenta al principio pero, para añadirle un poco más de dramatismo a la cinta, en ningún momento de la película se escucha una sola canción. Todo está pensado para aumentar la tensión que se vive. No hay ayudas para suavizar la dureza de algunas imágenes, eres sólo tú y la pantalla. Una pena que la academia de cine estadounidense solo haya estimado oportuno elegir la película para la selección de películas que puedan ganar un Oscar por la mejor fotografía.
Echas en falta una crítica al poder, pero es que en la novela no está. Lo cual no quiere decir que aquel cristianismo no fuera liberador, en el siglo XVII. El autor, Shuzuko Endo, cree que sí. Su preocupación es otra: el silencio de Dios, que Dios calle y no se manifieste ante el sufrimiento humano.
El protagonista, Sebastián Rodrigo, transmite a su superior lo que cree que es la verdadera razón de que la fe cristiana arraigara en aquellas gentes:
«Paso a escribirle ahora con más detalle sobre estos cristianos de Tomogi. Son unos pobres campesinos, que a duras penas cultivan boniatos y cebada en una tierra, que no llega ni a tres hectáreas. Ninguno tiene arrozales. Las parcelas, que suben hasta media montaña por la pendiente que da al mar, evocan al vivo el dolor de una existencia trágica. Y, con todo, el gobernador de Nagasaki les ha venido imponiendo unas tasas terribles. Durante mucho tiempo estos campesinos han estado trabajando como verdaderos animales y como animales han ido muriendo. Que nuestra religión se fuera extendiendo entre ellos como agua que todo lo penetra, se debe a esto y sólo a esto: estos hombres han experimentado por primera vez en su vida el calor del corazón humano. Han encontrado a alguien que los trate como a seres humanos. La bondad de los padres les ha tocado el corazón».
Gracias por el comentario Miguel Ángel. Tengo pendiente la lectura de la novela. Intenté escribir una referencia a la película teniendo en cuenta lo que provocó en mí y en mi fe. Eché en falta algo de revolución y lucha contra la injusticia. Pero entiendo que no salga en la novela ni fuera el sentir del S. XVII.
Es cierto que el foco del director esta puesto en el silencio mas que en los propios personajes. Esta ausencia de música y el metraje hacen que resulte excesivamente lenta y larga.