“Es absolutamente necesario reformular la función del Papa en la Iglesia”

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Foto: J. Ignacio IgartuaDespués de tres décadas de existencia –con sus correspondientes congresos– el presidente de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, Federico Pastor, está convencido de que hoy su existencia es más necesaria que nunca por las ideas conservadoras que caracterizan a una buena parte de la Iglesia española, más ortodoxa que las de países como Francia, Alemania o Bélgica. Sobre el futuro eclesial no se muestra demasiado optimista y parafrasea a un profesor suyo que decía que lo importante es llegar cuanto antes al caos, porque después todo supone una mejora. Por eso, no se recata al señalar que, consumida la primera década del siglo XXI, es absolutamente necesario que se reformule la función del Papa en la Iglesia si se quiere alcanzar el mensaje que Jesús dejó a los cristianos para que todos fuéramos uno.

– ¿Qué evaluación hace de estos treinta años de Congresos de Teología?

 Hace 30 años todavía estábamos con la buena ‘resaca’ del Concilio. Se trataba de crear un ambiente de reflexión sobre el cristianismo y su vivencia en la sociedad, en la línea marcada por la Gaudium et spes. Luego, dada la involución de la Iglesia oficial, hemos querido conservar esa bandera en el ambiente actual para decir que no todos somos iguales, ni pensamos de la misma forma que lo que se ‘vende’ en los ámbitos más oficiales de expresión, de pensamiento y de acción. Ahora queremos ampliar el campo de acción tratando de involucrar a gente más joven. En definitiva, la evaluación es buena, tratando de hacer presente lo teológico en la sociedad actual.

– ¿Quieren ser conciencia crítica en la Iglesia y en la sociedad?

 Así es. Esto es bueno y es malo. Lo bueno es que estamos para hacer llegar a la gente, no demasiada es cierto, las distintas formas de ser cristianos. Lo malo es que esto crea muchas antipatías. La historia de los congresos es una especie de “pelea” con la jerarquía eclesial, hasta llegar a tener que celebrarlos en un auditorio de Comisiones Obreras. Es decir, encuentras más solidaridad en un sindicato de origen comunista que en la propia Iglesia, de la que formamos parte.

– ¿De alguna manera se sienten ‘vigilados’?

 Ya no. La mayoría de los que intervienen en el congreso no depende económicamente de la Iglesia. En este sentido no tienen ningún control y no pueden darte ninguna orden. Evitando la polémica y el enfrentamiento, podemos decir que la vigilancia ya nos la hemos saltado. Procuramos ser sensatos, no ser herejes, ni decir tonterías. También quiero señalar que una recuperación de la cercanía con los obispos no la veo fácil.

Nos ignoran

– ¿Qué repercusión tienen sus manifiestos?

 Hasta ahora ninguna. Simplemente nos ignoran. No oyes absolutamente nada, ni para bien ni para mal. Por un lado te deja tranquilo pero, por otro, te queda una sensación de “francotirador” que tampoco gusta. Creo que los obispos piensan que no tienen nada que hacer con nosotros.

– ¿El teólogo puede decir lo que quiera?

 Todo depende. Si el teólogo está en una institución eclesiástica –facultad de teología, seminario- tiene que tener muchísimo cuidado. Aún así, hay lugares donde existe un margen mucho más amplio. Por ejemplo, Comillas, aunque ahí también está el caso de Masiá. Cuando estás fuera se pueden hacer propuestas, aunque oficialmente no se tienen en cuenta.

– La libertad es fundamental para un teólogo

 Desde el punto de vista de muchos obispos el teólogo debe ser un altavoz inteligente de la jerarquía. Se supone que va a pensar y a reflexionar sobre la fe, pero dentro de los límites marcados por el magisterio. Abrir nuevos campos, un acercamiento del mensaje cristiano al mundo actual, que requiere rompimientos, como ha ocurrido a lo largo de la historia, es más difícil. La libertad es muy importante, estando siempre en comunión. Tienen que ser los propios teólogos quienes refuten las ideas de sus colegas y no tanto el obispo de turno.

Freno al ecumenismo

– ¿Tampoco parece avanzar el ecumenismo, la teología ecuménica?

 Por mucho que se diga, en el pontificado de Juan Pablo II se frenó el ecumenismo. Fuera del documento sobre la Justificación que se hizo con los luteranos no hay un ecumenismo profundo, no se han dado pasos importantes. Tengo la sensación de que un planteamiento ecuménico serio como hubo en el Concilio está frenado. Una cuestión importante es el papado. Es absolutamente necesario que se repiense y se reformule la función del Papa en la Iglesia católica, que en estos momentos es totalmente inviable. Una estructura que contempla que una persona gobierne de manera absoluta a mil millones de personas no puede ser. Si se hiciera esta reformulación se daría un paso de gigante en el ecumenismo.

– ¿Esto quiere decir que habría que refundar la Iglesia?

 No, en absoluto. Se puede decir que un 80% de lo que hace el Papa ha venido por la evolución histórica y no por el evangelio. No hay que hacer una refundación, pero sí una “limpieza” a fondo de muchos elementos adheridos al pontificado. Es volver a aquello que se decía: en las cosas discutibles, libertad; en las cosas necesarias, unidad.

– En esta línea, ¿qué sentido tiene en el siglo XXI la existencia de un Estado Vaticano?

 Absolutamente ninguno. Es negativo. No voy a discutir la historia en su momento, pero a mi me hubiera gustado que cuando se hizo la unidad italiana el Papa hubiera sido simplemente el obispo de Roma. Desde 1870 hasta el Pacto de Letrán la Iglesia siguió funcionando sin ningún problema. Pienso que hay todo un simbolismo que habría que eliminar.

– Volviendo a la teología, cuando se ponen ciertas cortapisas, denuncias, etc., ¿qué piensa que hay más, falta de diálogo o falta de amor?

 No sé responder a bote pronto. Pero sí quiero señalar que para entablar cualquier diálogo debe existir una cierta empatía -en el sentido de darse cuenta de cómo están las cosas-, para emplear un lenguaje en el que los interlocutores se puedan entender. Tengo la sensación de que la jerarquía no percibe lo que pasa. Por otra parte, para dialogar en el sentido que pretende el Nuevo Testamento, que tiene como referencia extender el mensaje cristiano, hace falta amor y estima, sabiendo que tengo que llevar la Buena Noticia a aquellos que no piensen como yo. Creo que falta más el diálogo, porque el amor no soy quien para juzgarlo.

Foto: J. Ignacio IgartuaCumplir una misión

– ¿Quizá es que da miedo hablar de Dios como verdadero Padre?

 Karl Rhaner dijo que la Iglesia del futuro será mística o no será. La mística es una vivencia de Dios y si ésta no se da profundamente todo lo demás no sirve para nada. Hay que hacer una profunda reflexión sobre la pastoral, que tiene que ser experimentada, no sólo pensada. No quiero criticar a quienes tienen la tarea pastoral, pero hay que preocuparse de una profundización, que nos lleve a las palabras que entiendan la gente. No se trata de conseguir grandes números, sino de cumplir la misión de anunciar el evangelio en un lenguaje entendible hoy día.

– ¿Se buscan más seguidores que creyentes?

 Sí. Esta es mi objeción fundamental, por ejemplo, a la Jornada Mundial de la Juventud, que se va a celebrar en Madrid. La inmensa mayoría de los jóvenes que van a acudir no volverán a su casa siendo más creyentes. ¿Por qué se hace entonces? De lo que se trata es que la gente crea, ame, ayude, sea solidario con los demás.

– En los últimos años, la mujer se ha incorporado al mundo de la teología, ¿cuál es su aportación?

 La primera y principal es su mera presencia. El hecho de que se vea que esto no es una cosa sólo de varones y sólo de curas, sino que tienen el mismo derecho. Sobre el fruto de la reflexión no creo que haya mucha diferencia, aunque sí hay un acercamiento mayor a ciertos temas, sobre todo los relacionados con la moral, como anticonceptivos, fecundación in vitro, aborto, matrimonio… Desde la sensibilidad femenina se aportan visiones que enriquecen la reflexión.

-¿Cuál es el futuro de la Asociación Juan XXIII?

 Como decía al principio, estamos procurando que venga gente nueva y más joven. Creo que no es imposible conseguirlo, quizá no tanto de teólogos profesionales –que hay pocos- como de personas interesadas en los temas teológicos. Tenemos que hacer un esfuerzo para que la Asociación siga adelante porque hace falta en la actual Iglesia española.

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