Un año más se celebra el día 8 de marzo el Día Mundial de la Mujer. Jornada festiva, reivindicativa y pintada de morado en la que, tras el éxito de la huelga de mujeres del año pasado, este año se prevé si cabe un seguimiento mayor. Desde hace meses se están celebrando asambleas preparatorias, proliferan los grupos de WhatsApp y las páginas de Facebook y la mayor parte de los colectivos sociales (feministas, por supuesto, pero también el resto) plantean actividades, campañas y propuestas. Sin embargo, tengo a veces la sensación de que el 8 de marzo que se está planteando no es del todo inclusivo. Lo sé, es un tema controvertido, polémico y que puede malentenderse. Posiblemente haya quien, tras leer esta columna, me acuse de machismo, de mansplaining (unión de las palabras inglesas man (hombre) y explaining (explicar) y que se puede entender cómo la explicación que generalmente un hombre hace a una mujer de un modo condescendiente o paternalista). Lejos de mi intención hacerlo: entiendo, comparto y apoyo sin lugar a ninguna duda la necesidad de visibilizar, dar voz y protagonismo a tantas mujeres invisibilizadas, ninguneadas, discriminadas. Es su día. Pero también es el día de todas las personas que trabajamos y defendemos sus derechos. Creo que la lucha es por la igualdad de derechos y oportunidades, por poder trabajar codo con codo hombres y mujeres en el mismo plano. Y creo que a veces se hacen planteamientos generalistas que no incluyen a los hombres –y por lo tanto nos discriminan y nos invisibilizan ¿merecidamente? Puede que sí, que muchos hombres se lo merezcan, pero hay otros que reivindicamos nuestro derecho a salir a la calle ese día (yo iré a la manifestación, como vengo haciéndolo desde hace más de 15 ó 20 años), a hacer huelga (la haré, como el año pasado la hice), que tenemos ganas de vestirnos de morado (yo me pondré por supuesto un jersey violeta). Me dicen, desde algunos colectivos y grupos, que ese día tengo que quedarme en casa y “ejercer los cuidados”, pero eso lo hago, al 50% con Marta, los otros 364 días del año. No me tengo que dar cuenta de lo que cuesta levantar niños, darles de desayunar, tender la lavadora o hacer la cena. Lo sé porque lo hago a menudo en casa y no quiero (como me han contestado en algún grupo) “tu papel es ocupar el lugar de los cuidados que ese día las mujeres no llevaremos a cabo” ¡Flaco favor hacemos a la causa si ese día, solo ese día, sustituimos mujeres por hombres en las tareas del sostenimiento de la vida! Repito, sé que hay que sensibilizar, visibilizar, traer a la agenda esos temas, pero también pienso que la lucha debe ser conjunta, mixta, colectiva. Si no, podemos fácilmente caer en la parodia que algunos dibujantes de viñetas hacen de la mujer que deja todo con post-it para que el marido ese día se encargue de la cena mientras ella se va de manifestación. Mansplaining no, por supuesto: pero womansplaining en ese tipo de tareas tampoco. Como tampoco me parecen bien los grupos y foros a los que me han propuesto entrar solo de hombres que apoyan la lucha feminista. Creo que las calles se ganan, los derechos se reivindican, los abusos se denuncian con independencia del sexo/genero que uno tenga o sienta. Dicho todo lo cual el 8 de marzo me veréis en Cibeles con mi jersey morado, aunque a alguna no le guste. El año pasado ya hubo quien me afeó estar allí.