Mohammad Asghar, que sufre una enfermedad mental, está condenado a muerte por haber escrito presuntamente unas cartas en las que afirmaba ser un profeta. Aunque pretenden proteger el islam y la sensibilidad religiosa de la mayoría musulmana, las leyes sobre la blasfemia de Pakistán han fomentado un clima de violencia por motivos religiosos, provocando la persecución tanto de minorías religiosas como de musulmanes. Estas leyes están vagamente formuladas y son aplicadas arbitrariamente. Se han dado casos de personas encarceladas por cargos de blasfemia que han muerto a manos de otros presos o de los guardias de la prisión. Incluso fuera de la cárcel, personas acusadas de blasfemia han muerto a manos de grupos parapoliciales.
El estado, tanto físico como psíquico, de Mohammad Asghar, de 69 años, es muy delicado, ya que no recibe el tratamiento adecuado para su enfermedad. Su condena a muerte está en fase de apelación y podría ser ejecutado simplemente por haber afirmado ser un profeta. Ni siquiera merece ser castigado. Nadie debe ser acusado judicialmente por este tipo de conducta.
¡Firma esta petición de Amnistía Internacional para impedir su ejecución!