Sobre transgénicos y agroquímicos

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A raíz del artículo “Las madres de Ituzaingó”, publicado en alandar en el pasado mes de noviembre, me gustaría llamar la atención sobre dos puntos:

a) Que algo sea o no sea peligroso no puede venir determinado por la experiencia personal de una madre o un grupo de madres sino por un estudio epidemiológico de la zona que determine si existe una incidencia mayor y la causa.

Habida cuenta de que no está demostrado a día de hoy que el glifosfato produzca malformaciones (el artículo en el que se basan para realizar esa afirmación ha sido refutado en tres ocasiones) en la forma y dosis a la que se puede estar expuesto de forma profesional y que la soja transgénica fue aprobada en Argentina en 1996, mismo año de nacimiento y muerte de la hija de Sofía Gatica, es imposible que fueran estos los causantes de la misma y de los casos de cáncer y malformaciones de la zona. Otros agroquímicos no son descartables. El glifosfato, que se usa en Argentina con bastante anterioridad a 1996 sin que se haya reportado problema alguno, lo es totalmente.

b) Que en el artículo se cita el estudio del doctor Seralini alertando sobre los riesgos de que un tipo de maíz, el NK603, pudiera producir tumores en ratas ha sido objeto de un duro informe de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria señalando nueve fallos metodológicos que lo invalidan por falta de evidencia científica.

Y para terminar me gustaría apuntar que luchar contra Monsanto (y contra los transgénicos por mera yuxtaposición, sin evidencia que lo confirme) usando la tergiversación, la mentira y apelando a las emociones solo ayuda a que se puedan posicionar como víctimas y le hace un flaco favor al resto de investigadores y empresas biotecnológicas.

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