Respuesta de Marcelo Barros

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Carissimo profesor José Luis Sandoval,
hermano y compañero de búsquedas,

Gracias por su mensaje y por sus críticas al texto que he escrito sobre “Una espiritualidad socialista para el siglo XXI”. Le estoy agradecido a usted por este diálogo y prometo tomarme muy en serio lo que usted me escribió sobre este asunto. La próxima vez que yo escriba sobre esto, tendré en cuenta lo que usted me ha dicho.

Estoy de acuerdo con usted sobre cómo los partidos socialistas, principalmente en países como España y otros de Europa, están desgastados y no dicen ya nada. Yo no quise escribir sobre partidos socialistas, ni sobre el socialismo tradicional. He escrito sobre “espiritualidad socialista”, dejando claro que se trataría de un nuevo socialismo, o sea, un socialismo para el siglo XXI. Parto de Latinoamérica. Si aludo a una espiritualidad que puede ser para todo el mundo, me apoyo en autores como el portugués Boaventura de Souza Santos a quien respeto mucho como hombre de ciencia y que, en varias oportunidades, se ha referido a lo que está ocurriendo en algunos países de América Latina como “un socialismo nuevo, de un tipo diverso y lleno de esperanzas”. Boaventura de Souza Santos afirma: “América Latina ha sido el continente donde el socialismo del siglo XXI entró en la agenda política” . David Choquehuanca, ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, al igual que otros analistas indígenas, rechaza para este proceso el título de Socialismo. Cree que el socialismo, como es conocido, también da prioridad al dinero y a las relaciones económicas. De forma diferente a eso, los procesos sociales emergentes en el continente deben basarse en el “vivir bien”, concepto indígena que incluye muchos más aspectos culturales, eco-sociales y espirituales. En este nuevo proceso socio-político latinoamericano, él distingue tres etapas o dimensiones que han ocurrido en el continente:

1º) Transición de la dictadura a la democracia.
2º) Transición del colonialismo a la descolonización.
3º) Transición del capitalismo hacia una vía que se constituya como un nuevo socialismo para el siglo XXI .

Aunque todavía embrionario y con varias contradicciones, está surgiendo un nuevo proceso social que va en la dirección de sistemas más descentralizados, de economías más solidarias y del compartir. Por eso, puede ser llamado de “un nuevo modelo de socialismo”. Está claro que no se trata de “exportar” esta experiencia para otros continentes. Me refiero a eso solo como indicador de esperanza y referencia para el diálogo.

Pienso que hay palabras que la historia y el carácter trágico de la vida violentan y degradan, pero no por eso debemos renunciar a ellas. Martin Buber decía eso con relación a la propia palabra “Dios”. Sin duda, el amor, la justicia son términos gastados. He pensado que también un término como “socialismo” debería ser así rescatado y salvado. Deberíamos darle nuevo contenido y nuevas referencias. Me parece que eso está ocurriendo en Latinoamérica. Comprendo que con las experiencias dolorosas que ustedes tienen en España y otros países de Europa, eso parezca más difícil.

Usted tiene toda razón: lo mismo que se puede hablar de una “espiritualidad socialista” se podría decir de toda espiritualidad verdaderamente comunitaria y abierta a la sociedad. Pero estoy escribiendo para animar y apoyar a compañeros y compañeras que viven esta experiencia socialista nueva. Y como ya me he referido, quiero rescatar la palabra. Pero, no nos dividamos por títulos y palabras. Aunque considero importante liberar la palabra de su uso equivocado y de los que en la Historia la han instrumentalizado, sí puedo pensar el mismo escrito con otro título. Los términos son importantes, pero más importante es el contenido.

Sobre el uso de “él y ella, hermanos y hermanas”, estoy de acuerdo con usted que es pesado, hace el texto muy cargado y literariamente pobre. Pero no sé qué hacer. Hace algunos años, uno de mis maestros, Paulo Freire, fue a hacer una conferencia en una asociación predominantemente masculina. Eran empresarios de São Paulo. Entre ellos se encontraban cuatro o cinco mujeres. Él llegó y saludó al grupo diciendo: “Estoy muy feliz de estar acá entre las señoras. Como las señoras saben, normalmente utilizamos el género masculino inclusivo y las mujeres presentes deben aceptar formar parte de los señores. Quién sabe, quizá sea bueno una vez que los hombres experimenten también cómo se sienten ellas al ser tratadas inclusivamente”. Yo, que trabajo en la teología de géneros y con amigas feministas, prefiero que sean ellas quienes me digan que no debo obrar así. Pero estoy de acuerdo con usted en que no hemos encontrado aún una forma adecuada para este problema.

Quiero de nuevo agradecer la oportunidad de este diálogo y me comprometo a escribir una nota sobre eso para el folleto que usted ha leído. Seguimos juntos y compañeros en esta búsqueda y pido que cuente conmigo como hermano y compañero, como quiero contar con usted.

Un abrazo amigo del hermano,
Marcelo Barros.

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