Algunas recordamos las navidades de nuestra niñez, que con la escasez en que se vivía, entre la vecindad había mucha solidaridad, se compartía lo poco que teníamos, las puertas estaban abiertas de par en par y no faltaban las panderetas, ni los villancicos.
Ahora hay que hacer un gran esfuerzo para poder decir “Feliz Navidad”. Nos rodea un aplastante individualismo y ni qué decir si la mente navega por el tercer mundo, donde no tienen lo mínimo para alimentarse, ni siquiera agua.
Hay que recordar que en las navidades del año pasado no respetaron los bombardeos entre judíos y palestinos. Amén de otras guerras menos publicadas, pero no por ello inexistentes.
En los países desarrollados la sociedad consumista utiliza el nacimiento de Jesús como un argumento para derrochar más de lo necesario. Más que celebrar el nacimiento de Jesús se ha creado una fiesta oportunista para el consumo.
Jesús nació, vivió y murió anunciando un mensaje y una forma de vida, que no tiene nada que ver con lo que se vive hoy en la Iglesia y en la sociedad.
Es importante y urgente que quienes queremos seguir el Evangelio tomemos conciencia de lo que para nuestra Fe significa la Navidad.
Navidad es nacimiento; volver a abrir las puertas de nuestras casas; compartir los turrones (blandos y duros) con las personas de nuestras comunidades. Pero nuestra reflexión no sirve de mucho si los corazones los tenemos aprisionados y cerrados por nuestros miedos y comodidades; miedo a no seguir la corriente social; miedo a que nos señalen por ser diferentes queriendo ser nosotr@s mism@s.
Navidad, nacimiento de cada día…
Nos gustaría que la gran UTOPIA se hiciese en algún momento realidad, que todo el año y cada día sea NAVIDAD.