La revista de marzo, bajo el título Voces de la Iglesia desde Cataluña, recogía la opinión de seis personas acerca de la situación en Cataluña. No deseo expresar opiniones políticas ni emplear palabras solemnes; por ejemplo, parece que las palabras “democracia”, “derecho” y otras bastan para bendecir cualquier posición o decisión; pero no es este el lugar y tampoco se puede simplificar un tema tan complejo. Sin embargo, sí deseo manifestar que me duele lo que está sucediendo entre Cataluña y el resto de España.
No seré yo quien niegue a cada cual escoger las amistades con las que se sienta mejor. Tampoco afirmo que, para ello, haya que declararse enemigo del vecino. Pero me duele escuchar frases como “España nos odia”, “España no nos quiere”, “España nos roba” o, por el otro lado, “Ya están los catalanes a lo suyo”, “Cataluña es insolidaria” u otras. Unas y otras no me parecen justas. Y me duele más cuando veo a Castilla -en donde vivo- y a otras comunidades despobladas y envejecidas y recuerdo el éxodo hacia las regiones ricas en los tiempos del franquismo. Yo mismo viví algunos años de juventud en Cataluña y conozco maestros y maestras que gastaron muchos años dedicados a la enseñanza en tierras más ricas. Da la impresión de que esa riqueza de personas no se valora e, incluso, ahora parece casi un estorbo.
Hasta aquí mis reflexiones de carácter político-social. Vuelvo a las entrevistas de referencia. Desconozco si las seis personas entrevistadas tienen vinculación con la Iglesia católica. Solamente Arcadi Oliveres aparece en su presentación como presidente de Justícia i Pau. Conozco su trayectoria como ponente en encuentros de carácter teológico y también como escritor. Respeto su posicionamiento político y sus reflexiones, que le conducen a decir que hay “razones para querer desentendernos de un Estado cuyo Gobierno –no en cambio sus habitantes- han hecho gala…”, como si el Estado estuviera formado solamente por el Gobierno y no por todos los habitantes de ese Estado. No juzgo sus razones. Desde el punto de vista estrictamente individual, creo en la libertad de cada cual para defender sus ideas políticas, aunque me parezcan egoístas y, tal vez, de abandono a los grupos más débiles: cada persona tendrá que dar cuenta ante su conciencia o, si es creyente, también ante Dios. Pero creo que ese posicionamiento, desde un punto de vista cristiano, lo que se dice basado en el espíritu evangélico, parece que no está.
Gracias y un saludo.
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