Entre agosto y septiembre he tenido ocasión de trabajar unas semanas en Colombia, invitado para dar un curso intensivo sobre diálogo interreligioso en la Universidad de San Buenaventura (Bogotá), organizado por el Observatorio de la Diversidad Religiosa y de las Culturas en América Latina y el Caribe (ODREC), vinculado a esta universidad. Además, he participado en otras actividades académicas en otras universidades de Bogotá, como la Universidad Javeriana y Uniminuto (una curiosa universidad con más de 25.000 alumnos, en un barrio popular) y actividades en barrios populares, así como otros en encuentros en Medellín, en la Universidad Pontificia Bolivariana y en un barrio. Una rica experiencia en la que recibí más de lo que pude dar.
Diálogo interreligioso y papel de las religiones en la búsqueda de la paz
El ODREC, creado hace unos pocos años, tiene como objetivo, según propias declaraciones, “ser en el 2020 el principal centro de conocimiento especializado sobre la diversidad religiosa y de las culturas y pionero en la replicación de sus metodologías de trabajo investigativo para la ejecución de estudios cualitativos, cuantitativos o mixtos en los diferentes países de la región”. Este organismo se sitúa en el marco del Proyecto sobre interculturalidad e interreligiosidad del Centro Coordinador de la Investigación de la Federación Internacional de Universidades Católicas (CCI-FIUC), al que está vinculada la Universidad de San Buenaventura (USB). Pretende facilitar la información y la difusión del conocimiento de las diferentes culturas y religiones en Latinoamérica, para fomentar el debate, contribuir al diálogo y promover la investigación, pero también influir en el proceso de toma de decisiones en un clima de tolerancia, respeto y aprendizaje mutuo, apoyando políticas relacionadas con la diversidad religiosa y de las culturas. Mi curso en el centro universitario franciscano llevaba por título El diálogo interreligioso en el siglo XXI: oportunidades y desafíos. Contó con una concurrencia rica y dispar, de personas profundamente implicadas desde distintos ámbitos en la realidad multirreligiosa de su país, sobre todo religiosas de distintas congregaciones que trabajan con comunidades indígenas de cultos ancestrales.
Además del curso del ODREC, tuve otros encuentros interreligiosos en los que participé dando algunas conferencias y escuchando el clamor del país; en ellos estuvo muy presente la relación entre religiones y procesos de paz. Esta realidad estuvo presente sobre todo en dos de ellos: un evento con representantes de las tres religiones abrahámicas y de la budista sobre el papel de las religiones ante los procesos de paz en Colombia, en el Centro de Investigaciones Sociales de los Jesuitas (CINEP) en Bogotá. Allí hablé no solo de cómo cristianos, judíos y musulmanes pueden contribuir a los acuerdos de paz en este país, sino también de algo más grave en este momento: la situación en Palestina y Oriente Medio, con las últimas masacres del ejército israelí (“como una bomba atómica”, que dijo el padre Manuel Musallam, párroco de la Sagrada Familia y director de una escuela en Gaza), por una parte y las atrocidades del Estado Islámico por otra. Y otro encuentro en el barrio popular de Ciudad Bolívar; un encuentro popular organizado por franciscanos que trabajan en esa inmensa barriada de Bogotá, de más de millón y medio de habitantes, la mayoría desplazados por los conflictos vividos en la violencia que asoló el país en los últimos treinta años, con 200.000 personas muertas, 300.000 desaparecidas y cinco millones de personas desplazadas.
Un ejemplo a seguir
El diálogo interreligioso es un tema, más que importante, fundamental en las sociedades del siglo XXI; no solo en Sudamérica y en América del Norte, sino también en los demás continentes, incluida la vieja Europa y esta España que en los últimos lustros ha dejado rápidamente de ser un reducto monolíticamente católico. Pero es muy expresivo de una situación pobre y desfasada que en los centros universitarios religiosos de esta vieja Hispania, en la que llegaron a convivir pacíficamente las tres religiones monoteístas, no exista nada parecido a lo que he señalado en Colombia. Y que, salvo alguna pequeña excepción, el diálogo interreligioso prácticamente no esté presente en los centros de formación superior de la Iglesia.
Sin embargo, sí hay un organismo estatal, la Fundación Pluralismo y Convivencia, que analiza la situación de las minorías religiosas en cada una de las autonomías españolas y busca contribuir al proceso de visibilización y reconocimiento de éstas, a fin de crear las bases de un “Observatorio del Pluralismo Religioso en España”. Esta fundación publicó ya más de diez volúmenes sobre el pluralismo religioso en España con el título de Minorías religiosas: Cataluña (2007), Madrid (2007), Valencia (2007), Canarias (2008), Aragón (2009), Castilla-La Mancha (2009), Andalucía (2010), País Vasco (2010); Murcia (2011), Navarra (2012), Ceuta y Melilla (2013) y Galicia (2014).
Conocer la realidad de los distintos grupos religiosos es imprescindible para colaborar en la construcción de una sociedad plural, abierta al diálogo, a la integración, a la convivencia en igualdad y al mutuo enriquecimiento. Porque el desconocimiento crea desconfianzas y miedos. Si no nos conocemos, si no sabemos quién y cómo es la otra persona, diferente pero igual a mí, no podemos dialogar, no podemos abrirnos humilde y confiadamente a ella. Comprender al otro -desde la perspectiva religiosa o cultural- solo puede hacerse si nos abajamos ante su hechizo; por eso, el inglés usa para “comprender” la palabra “understanding” (cuya traducción etimológicamente significa “estar debajo”).
Ojalá ejemplos como el colombiano del ODREC cundan en los centros universitarios religiosos de una España, que va dejando cada vez más de ser monolíticamente católica y en la que la evidente realidad multirreligiosa está llamada a convertirse en un auténtico espacio de enriquecedor diálogo interreligioso.
Para más información:
www.usbbog.edu.co/odrec/
www.pluralismoyconvivencia.es
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