África es un continente fascinante y desconocido a partes iguales para el gran público. También, desde hace años, es la pasión de Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981), quien se esfuerza en sus reportajes por explicar la realidad africana, buscando en el terreno las historias que tienen que salir a la luz aunque los grandes medios las olviden. Corresponsal habitual de La Vanguardia, acaba de publicar Océano África, cuya presentación en Madrid aprovechamos para encontrarnos con él.
Comienzas el libro con una cita de Ryszard Kapuscinski. ¿Qué significa este autor en tu carrera y en tu forma de entender África?
Para mí es un ejemplo y, probablemente, mi primer maestro. Creo que, por primera vez, empezó a cubrir África de una manera más honesta, que yo considero que es de igual a igual, mirando a los ojos a los africanos, viajando a donde estaban, con sus medios de transporte, para vivir un poco como ellos y desde el respeto. Creo que eso es lo que me marcó más como periodista.
¿Qué queda en ti del chico de 20 años que navegó por primera vez por el Níger?
Espero que muchas cosas. Una de las cosas que me preocupa es crearme una coraza, porque me parece importante que me afecten las cosas. Cuanto más me sorprendan como el primer día y más me afecten como el primer día, para bien y para mal, más capacidad tendré yo de contarlo y explicarlo.
De hecho, en alguna entrevista te he oído decir que quieres que África te afecte tanto en lo bueno como en lo malo. A partir de aquí, ¿cuál es el papel de un periodista ante las realidades de violencia, corrupción y desigualdad que has presenciado en África?
Yo creo en el periodismo como herramienta de cambio. No como la última herramienta, en absoluto: no es una varita mágica, pero sí es un punto de partida. Lo son los activistas o la gente que trabaja en el sector humanitario o los políticos, en algún caso, que reclaman derechos. Al final es una herramienta más para el cambio de conciencia. Igual que antes los derechos de las mujeres eran ninguneados o los derechos de los homosexuales ni se tenían en cuenta y ahora no hay duda o casi no hay discusión –al menos en nuestro país- de que eso debe ser así. Eso está provocado por un cambio social empujado por varios factores. El periodismo es uno de ellos.
¿Qué es Océano África?
Es un vehículo para contar historias de africanos. Me preocupaba mucho el poner la atención en los personajes, en los protagonistas de las historias. Creo que la manera de explicar un continente que es variado, que es muy complicado, es a partir de la gente.
[quote_right]La manera de explicar un continente que es variado, que es muy complicado, es a partir de la gente[/quote_right]
¿Cómo ha cambiado tu visión de África en los últimos diez años?
Tampoco es que haya cambiado demasiado. He aprendido muchísimo más y eso te cambia la manera de entender, pero mi visión sigue siendo la primera: entrar al continente con el mínimo de prejuicios posibles, desde el respeto y la honestidad. Y eso no ha cambiado.
Dices que África es como un océano en el que, si buceas bajo la superficie, encontramos una gran diversidad. ¿Cómo definirías esa diversidad que encontramos en África?
Se ve en cualquier detalle. No es una cuestión de diversidad por países. Por dentro, cada país es diverso. También el cariño que tienen a sus tradiciones, en África muchas veces no hay nadie que te diga que es sudafricano, la gente te dice que es zulú, que es xhosa, que es soto y eso te pasa muchas veces. Esa diversidad la ves a nivel micro, la gente tiene muy claro que tiene unas costumbres y una cultura diferentes.
¿Qué visión crees que tenemos en España o en Occidente en general sobre África?
Sin contexto, sobre todo. Y si no hay contexto es peligroso porque cada vez hay menos implicación, menos sensibilidad. Yo creo que es una visión de arriba hacia abajo y un poco carente de ese contexto.
Hablas de la importancia de la educación como arma de construcción masiva para que África avance y o relacionas con la situación de la mujer, a quien privar de educación es agredirla.
Yo creo que cuanto más educado es un país, es más libre y cuanto más libre sea la mujer mejor le irá al continente. La educación es clave: la falta de educación, para entender los problemas y la educación como la conciencia de los propios derechos, que es la única manera de avanzar.
¿Cómo describirías la vida espiritual y religiosa que has conocido en África?
Es una religiosidad importante y la adaptan un montón. Me hace mucha gracia porque ha llegado el islam, ha llegado el cristianismo, pero se siguen manteniendo súper fieles a sus tradiciones y a sus creencias ancestrales, algo que nosotros aquí no hacemos. Normalmente aquí nos dejamos absorber en las fiestas de Navidad, o el hecho de celebrar Halloween y demás: nos olvidamos de nuestras tradiciones. Allí no pasa así. Creo que forma parte mucho de su propia manera de ser.
Dices que en África el sida no es una estadística sino un padre, una prima o un vecino. ¿Cómo es la convivencia de los africanos y africanas con el sida? ¿En qué medida crees que esta enfermedad lastra el avance del continente?
Es un lastre sin duda, porque al final mucha gente muere. Pero se lo está tomando cada vez de una manera más seria, avanza en la cura y, sobre todo, ha desarrollado una red social, humana, brutal para hacer frente a la enfermedad y me parece que eso es algo de lo que aprender. Hermanas, vecinas, abuelas, se están encargando de los huérfanos.
¿Qué planes tienes, en qué proyectos estás metido ahora, dónde te vamos a ver próximamente?
En África, seguro. Mi intención era ir a la zona de Sierra Leona pero me gusta poco anunciar planes que aún no están del todo cerrados. Pero mi intención es ir donde haya cualquier historia que crea que merece ser contada. Sierra Leona podría ser uno, pero al Congo también me apetece volver, veremos.
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