“¡Me voy a Bolivia, más concretamente a Cochabamba!” es mi respuesta ante la pregunta de qué voy a hacer este verano. Cada vez que digo esto, me siento feliz, ilusionada y llena de satisfacción, sentimientos que muchas personas no entienden, ya que ante esta pregunta muchos contestan: “¿no tienes miedo?”, “¿estás segura?”, e incluso “¿y qué se te ha perdido allí a ti?”. Pues no, no tengo miedo, pienso, estoy muy segura, digo y, la verdad, es que no se me ha perdido nada allí, pero mi fe cristiana me empuja a seguir los mensajes de Jesús: “la verdad os hará libres”, y la verdad del mundo es lo que yo quiero conocer y “amaos los unos a los otros” y amar a los demás y dar mi tiempo a los demás es lo que quiero hacer.
Realizar una experiencia de voluntariado internacional ha sido algo que siempre ha estado latente en mí, materializándose este verano gracias a la oportunidad que me dan desde InteRed (ONGD en la que soy voluntaria) de poder realizarla con ellos.
Este verano me voy a Cochabamba, en Bolivia, más concretamente al Centro de Educación Permanente Jaihuayco. Dentro de este centro, realizaré mi labor como voluntaria en el área educativa, trabajando con niños y niñas, jóvenes y/o personas adultas.
Sé que lo que voy a dar en estos dos meses que voy a estar en Cochabamba no es nada comparado con lo que voy a recibir: crecimiento personal y profesional, madurez, ilusión, energía, ganas de luchar por las injusticias, cariño, aprendizaje… Por ese motivo, desde que me enteré de que por fin me habían asignado un proyecto, memorizo cada situación, cada conversación… Guardo cada momento vivido como un tesoro y siento cada emoción que tiene que ver con el viaje que muy pronto realizaré como algo único e irrepetible, porque sé que es una experiencia que sólo pasa una vez en la vida.