Un estudio de Cáritas Española y la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN), publicado a finales de 2010 y coordinado por el sociólogo Pedro Cabrera, asegura que el número de personas sin hogar en nuestro país podría acercarse a 30.000, mientras que otros 273.000 seres humanos habitarían infraviviendas. Este mismo estudio, que si se realizara en este momento reflejaría, sin duda, una realidad mucho más dolorosa, cifra en 6.190 a quienes duermen en la calle; 33.464 son las personas que no disponen de vivienda y llegan a dormir de modo temporal en albergues e instituciones y 1.475.037 personas que no llegan a disfrutar de una vivienda digna.
El autor de este informe, estudioso y uno de los mayores expertos sobre el mundo de las personas sin hogar, publicó en alandar en 2004 El valor de los pequeños e invisibles, un artículo valiente con en el que trataba de cambiar algunos tópicos sobre las miles de personas a las que convertimos en deshechos humanos, en una sociedad demasiadas veces inhumana. Recuperamos algunos de sus fragmentos más esclarecedores porque en este momento adquieren una especial relevancia. Solo hay que desvelar el aumento terrible de las situaciones de extrema necesidad en un país donde la crisis económica y la progresiva destrucción de los sistemas públicos de protección social han facilitado que este fenómeno adquiera dimensiones catastróficas.
“La invisibilización de la pobreza y de los pobres ha revestido múltiples formas, pero el resultado de todas ellas ha sido siempre el mismo”, escribía en alandar hace ocho años Pedro Cabrera. “En ocasiones se les ha encerrado en asilos, hospicios, cárceles y manicomios, otras veces se les ha expulsado más allá de las murallas, de las fronteras que separaban y protegían la ciudad habitable y benigna, del resto del mundo, inhóspito, peligroso y hostil”.
Dejad que los pequeños…
“A mi modo de ver” reflexionaba Cabrera, “el proceso intelectual que debemos realizar cuando nos planteamos el lugar económico de los pequeños frente a los grandes debe, en primer lugar, sacarlos del anonimato y volver visibles a los pequeños, arrancarlos de su posición periférica y plantarlos en medio, en el centro de la realidad. En segundo lugar, si analizamos la cosa con detalle, comprobaremos que, efectivamente, los que creíamos pequeños e insignificantes puede que sean en realidad los más grandes e indispensables. Ya lo dijo Jesús de Nazareth cuando, para dilucidar quién era el más importante de ellos, el maestro llamó a un niño y lo puso en medio; para concluir a continuación diciendo: ‘el que es pequeño como éste, ése es el más grande’”.
Los escándalos económicos, el triunfo de los intereses de quienes más tienen o el imperio de la lógica neoliberal no son flor de un día. Ya en 2004 este escándalo era bien patente para un Pedro Cabrera que escribía: “En esta economía puesta del revés los grandes ladrones y depredadores reciben honores, alcanzan a condenar a quienes cometen los pequeños hurtos. En la visión oficial de la economía que al parecer mueve este mundo que damos por supuesto, la perspectiva adoptada adolece casi siempre de parcialidad en favor de los que ya disfrutan de los mayores privilegios. Según postulan algunas escuelas de economía, ellos son los que crean la riqueza, los más trabajadores, los que hacen avanzar el sistema económico, los que propician el desarrollo, los que mantienen la actitud adecuada, el espíritu innovador, el afán de superación, la creatividad que se necesita hoy en día”.
La riqueza de los pobres
Basándose en tópicos socialmente muy arraigados, Cabrera ironizaba de este modo: “Los pobres en cambio –y las personas sin hogar vienen a significar la quintaesencia de la pobreza- adoptan siempre comportamientos improductivos y de dudosa racionalidad económica; son vagos y perezosos; carecen de la inteligencia, la motivación y la habilidad necesarias para contribuir significativamente al proceso social de generación de riqueza. Desde el punto de vista contable, representan tan sólo una partida en el pasivo, una carga, un lastre, que grava negativamente el balance final de la contabilidad nacional. Pretender ayudarles mediante una política social intensa en prestaciones, es sencillamente despilfarrar el dinero tan duramente ganado por el resto de los ciudadanos y alimentar la pasividad y la ineficiencia”.
Y finalizaba su artículo subrayando patrones de comportamiento que distinguen a las personas sin hogar y que no son demasiado conocidos: “Sin embargo, cualquiera que haya examinado de cerca la biografía de las personas sin hogar habrá comprobado que la realidad es más bien la contraria a la descrita anteriormente. Su comportamiento económico denota más bien: un incesante despliegue de actividad que requiere de un enorme esfuerzo para lograr salir adelante en medio de las circunstancias más adversas; una extraordinaria capacidad de resistencia ante las dificultades económicas; una flexibilidad y capacidad de adaptación, que ya quisieran para sí los ejecutivos más móviles y elásticos. Muchas personas sin hogar, han cambiado incesantemente de un tipo de trabajo a otro, de una actividad a otra. De modo sucesivo han ido pasando de la industria a la agricultura, de ésta a los servicios, de los servicios nuevamente a la industria o a la construcción; una austeridad y eficiencia en la organización de sus gastos que les permite sobrevivir con cantidades terriblemente escasas; en gran parte este milagro económico es posible merced a la existencia de redes sociales y cooperativas que proporcionan información relevante, apoyo mutuo y bienes en especie que son consumidos colectivamente, todo lo cual hace posible una reducción de los costes financieros que implica subsistir, aunque sea pobremente, en medio de la abundancia de nuestras sociedades opulentas”.
Combatir el sinhogarismo
En toda España existen innumerables organizaciones que luchan por dar a las personas sin hogar alternativas para salir de la calle o para tener una vida más digna. Muchas de estas organizaciones están vinculadas a la Iglesia Católica, como Cáritas, la Fundación San Martín de Porres, las Hijas de la Caridad o el movimiento laical Sant’Egidio, que desarrolla una enorme labor de atención a personas sin techo. Además, son cientos las parroquias que desarrollan con estas personas labores de orientación, atención social, acogida…
También muchas de estas organizaciones desarrollan una importante labor de sensibilización e información a la sociedad sobre la realidad de estos seres humanos con los que convivimos en nuestros barrios y en nuestras ciudades. Una de las iniciativas más interesantes es el portal Noticias PSH (www.noticiaspsh.org), puesto en marcha por la Fundación San Martín de Porres, que se dedica desde 1969 a la atención, promoción y desarrollo de acciones, en favor del colectivo de personas marginadas sin hogar y, en general, a la población carente de recursos económicos. Con el apoyo de la Obra Social Caja Madrid han puesto en marcha este portal para conocer y combatir el sinhogarismo. En él se publican noticias, convocatorias y materiales de reflexión, además de ofrecerse recursos de todo tipo para profundizar en la realidad de las personas sin hogar.
En una de sus secciones, además, realiza anualmente un cómputo de cuántas personas sin hogar fallecen anualmente en nuestro país y las causas de su muerte. En el momento en que este número de la revista entraba a la imprenta este indicador marcaba 22 personas fallecidas en 2012 por causas como el frío (6), sobredosis (5), agresión física (3), caídas (2) o incendios intencionados (1). Conocer esta realidad y dignificarla es el primer paso para combatirla.
¿Dónde…?
El movimiento laical de la Comunidad de Sant’Egidio realiza, desde hace dos décadas, una publicación muy especial. Mientras muchas personas están pendientes de la Guía Michelín, otra gran parte de la humanidad, más pendiente de su supervivencia en tiempos de crisis que de las grandes mesas llenas de tenedores y de estrellas, vive esperanzada el lanzamiento de una nueva edición de la Guía Dónde. Este librito, que se edita cada año plastificado y se reparte de forma gratuita, recoge un listado de recursos para saber dónde comer, dormir y lavarse, además de dónde encontrar asistencia, apoyo y orientación.
Su edición romana está dedicada a Modesta Valenti, que vivía en la estación de Termini. El 31 de enero de 1983 se encontró mal y murió sin ser auxiliada: el personal de la ambulancia, que llegó a los pocos minutos, se negó a llevarla al hospital porque estaba sucia. Tras esta edición de Roma han llegado muchas más ciudades: Milán, Nápoles, Génova, Buenos Aires… y en España ya se edita también en Barcelona y Madrid. “Es un trabajo que va en línea con el espíritu de la comunidad, la idea es ayudar a quien tiene la vida difícil para hacérsela más fácil”, declaraba un portavoz de la sede barcelonesa de Sant’Egidio en la presentación de la última edición de la guía.
Para más información: www.santegidio.org