Tenemos la tasa de paro juvenil más alta de Europa. Un 51’8 % de los menores de 25 años no tienen empleo. Aunque el paro juvenil bajó a finales del año pasado, son más de 810.000 jóvenes de esa franja de edad -más los que la sobrepasan y se incluyen en el 24% de paro general- que no pueden tener un proyecto de vida independiente, además de no ejercer la profesión u oficio para el que se han preparado.
Difícilmente encontraremos un aspecto que merezca tanto la movilización de todas las energías sociales necesarias para hacerle frente. La Iglesia no puede dejar de comprenderlo como un campo prioritario. En el terreno de la acción social y la ayuda directa. Pero también en el de la oferta de locales, lugares de ocio, ocasiones de reflexión y acompañamiento. Porque la lucidez en el análisis no es suficiente. Hay que acompañar a esos jóvenes en sus vidas concretas para que sigan siendo fecundas y felizmente vividas. Hay que apoyarles para que movilicen sus energías personales más allá del “todo está mal”, en la búsqueda de su propio proyecto personal de vida, sabiendo que ese proyecto será necesariamente cooperativo.
En alandar, fieles a nuestro propósito de mostrar, sobre todo, la vida de “los que dicen haciendo”, es decir, de los hombres y mujeres que empeñan su vida a favor de un mundo mejor, damos la palabra a los propios jóvenes para que cuenten cómo se puede vivir una vida plena, aunque se tenga un trabajo precario o se esté en paro.
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