Brasil está protagonizando en estos meses un seguimiento internacional sin precedentes y existe cierto consenso en que el país, envidiado hasta ahora internacionalmente, vive una especie de esquizofrenia que los analistas están tratando de explicar. La sociedad aprovechó los focos informativos del Mundial de fútbol para que, al margen de las millonarias inversiones en infraestructuras y en fastos, protagonizase clamorosas protestas callejeras primero en las ricas urbes de São Paulo y Río, luego ampliadas a todo el país.
A pesar de que la economía brasileña sigue siendo la mayor del hemisferio Sur, la sexta mayor del mundo por renta nacional básica y haber conseguido un reconocimiento de los nuevos actores de un mundo multipolar, de haber reducido la pobreza y afianzado la democracia, la subida del precio de los transportes públicos fue la espoleta que aglutinó sobre todo a la población joven.
Los pobres llegados a una nueva clase media han tomado conciencia de los derechos de ciudadanía y exigen dignidad en los servicios. Ya no solo educación, sino escuelas con recursos de calidad. No que solo que se construyan hospitales, sino sanidad sin esperas ni falta de medios. Universidades modernas, vivas, que formen a profesionales con capacidad de crítica. Una democracia sin políticos corruptos que medren gracias a los despilfarros de las obras y fastos públicos y donde las administraciones tengan vigilancia de contrapoderes y rendición de cuentas. Quieren un Brasil mejor, nada más de lo que estamos demandando para nuestras sociedades en la vieja Europa.
La ciudadanía brasileña es considerada multiétnica al estar formada por descendientes de europeos, indígenas, africanos y asiáticos. Sigue siendo el país con mayor número de personas católicas nominales del mundo, aunque cada vez es más palpable la influencia pública de las Iglesias evangélicas. Los partidos vinculados a ellas conforman, en cierto modo, el tercer grupo parlamentario después del partido centrista PMBD y del Partido del Trabajo, de la presidenta Dilma Rousseff, quien ya ha anunciado que se presentará a la reelección en las elecciones generales de octubre de 2014. Parece que las redes sociales serán clave a la hora de captar la atención de un electorado joven y muy activista en las mejoras que requiere el país.