La Fundación Luz Casanova está entre las pocas instituciones con programas para abordar la violencia de género en adolescentes. Después de décadas de trabajar con mujeres adultas maltratadas, saben bien que el problema comienza, con frecuencia, mucho antes.
La mitad de las jóvenes que reciben atención psicológica en la Fundación Luz Casanova llegan derivadas desde el Teléfono del Menor de la Comunidad de Madrid. Para la otra mitad, han sido las madres las que se han alertado de que algo no funcionaba bien en las relaciones de sus hijas y han buscado apoyo. Y solo un pequeño porcentaje de chicas, descontentas con sus relaciones de pareja, ha pedido ayuda directamente. Lo que revela uno de los problemas del maltrato: la víctima no detecta que está siéndolo y necesitará un tiempo para identificar lo que está viviendo y llegar a poner fin a una relación tóxica.
Aquí se las ayuda, tanto tiempo como lo necesiten, en sesiones semanales gratuitas, a las que la adolescente debe acudir voluntariamente. No se trata solo de cortar una relación sino, más bien de identificar el patrón para no repetirlo; es decir, de aprender a vivir una relación de pareja sana, no basada en el control y la violencia, sino en el respeto y la igualdad.
[quote_left]“No hay perfil en violencia de género: nos puede pasar a cualquiera, incluso a un profesional”[/quote_left]
El apoyo de la familia es muy importante desde el inicio, de modo que puede haber sesiones separadas con los padres. A veces con ellos solos, cuando la adolescente no acepta acudir al centro. Son varias las han precisado meses para aceptar que había un problema y que necesitaban ayuda. En ese tiempo, el acompañamiento de unos padres bien aconsejados ha sido decisivo.
“No hay perfil en violencia de género: nos puede pasar a cualquiera, incluso a un profesional”, insiste Mariana, una de las psicólogas del centro. Se trata, simplemente de enamorarse de la persona equivocada. Luego, cuanto más habilidades, mejor red social y más autoestima tenga la víctima, más fácil le será detectar la agresión y cortar la relación. Porque un agresor no se muestra nunca de primeras como tal. “Tú te enamoras –y no elegimos de quien nos enamoramos- y luego el problema se va instalando sutilmente, en un ciclo muy conocido y descrito por los expertos, que se repite, invariablemente, en jóvenes y adultos”.
El ciclo de la violencia
“Hablamos de chicas que viven su primera relación romántica y que se sienten princesas de cuento: enamoradas y queriendo ser mas autónomas, como todo adolescente. Y él no se muestra como un agresor al principio, no las pega ni las insulta, son parejas maravillosas en luna de miel. Luego, despacito, desde ese momento inicial maravilloso, se llega la fase en la que el chico empieza a depositar culpa sobre ella: enfadándose porque hable con otro amigo, o se vista así o asá… Y, desde la afirmación de su amor, la chantajea y culpabiliza, haciéndola sentirse como una ‘hormiguita’ insignificante, a base de reproches, control y descontento. Simultáneamente, trata de aislarlas de su entorno –amigas, familia- de modo que no pueden compartir con nadie la nueva situación: ‘¿por qué quieres ir con otras amigas, yo no soy suficiente?’ o ‘¿por qué ir a una discoteca, es que ya no me quieres?’. Esa manipulación, gota a gota, inculca la culpabilidad y el aislamiento en las chicas. Y, como sigue habiendo buenos momentos, ellas lo aceptan. Y así se llega a la tercera fase en la que comienza la agresión, sea psicológica, física o sexual. Pero como ellas vienen de la fase de la culpabilidad, tienden a disculparlo y aceptan la violencia como castigo merecido. Al final de esa fase llega el arrepentimiento (‘lo siento, perdóname’, ‘mi vida sin ti no tiene sentido’, ‘eres la única persona que me entiende’, ‘te juro que voy a cambiar, que voy a ir a terapia…’). Ellos lloran y piden disculpas; ellas aceptan… y vuelve la luna de miel. Pero el ciclo, inexorablemente se repite, aunque las adolescentes, desde la luna de miel, no perciben el conjunto”.
Cuando, en esa fase de luna de miel, la familia entra a criticar al chico, lleva todas las de perder. Y es mejor preservar el vínculo con las chicas que presionarlas para que corten la relación. Son ellas las que deben hacerlo cuando lo vean claro –excepto en caso de peligro. Mientras, paciencia, acompañamiento para que ellas se atrevan a contar y fomentar actividades que refuercen sus lazos sociales y familiares. Es el primer paso para debilitar el círculo de la violencia, que se basa en el aislamiento de la víctima.
Señales de alarma y prevención
Las tres señales de alarma para detectar el problema son: el aislamiento -que vayan borrando a los amigos del móvil-, que dejen de hacer actividades que antes les gustaban -sin dar explicación- y la alteración emocional: en casa con frecuencia son más agresivas y, cuando vuelven de estar con él, lo hacen llorando o enfadadas.
El menor rendimiento escolar no es siempre indicador de maltrato aunque puede serlo. También se da el caso contrario: que ella mejore sus notas tras salir con un “chico diez”, gran estudiante y deportista. Porque, igual que no hay un perfil de maltratada, tampoco hay un perfil de maltratador. El agresor puede ser tanto un desastre académico como el chico ideal.
¿Es posible sanar una relación de maltrato? Los psicólogos son contundentes: no conjuntamente, sólo interviniendo por separado con los dos miembros de la pareja. Es incluso, ilegal, hacer terapia de pareja en estos casos, ya que hablamos de una relación de desigualdad, basada en el control.
[quote_right]Se trata de aprender a vivir una relación de pareja sana, no basada en el control y la violencia, sino en el respeto y la igualdad.[/quote_right]
Junto al apoyo de la familia, la gran tarea necesaria es la educación en el respeto y la igualdad, lo que conlleva combatir estereotipos sociales según los cuales la mujer es siempre la cuidadora y el hombre el protector. “En pelis de tanto éxito entre adolescentes como Crepúsculo –recuerda Mariana- la chica llega a matarse por amor: persiste el gran mito del amor romántico que lo puede todo. Cuando a ese mito se une que el chico ha podido tener un pasado difícil, incluso con maltrato, ella se siente la salvadora, asume el rol de cuidadora tan aceptado socialmente, lo que la cegará sobre el carácter de su relación”.
La fundación tiene programas de educación que imparte en centros escolares basados en la escucha de los adolescentes y en el debate de conceptos tan aceptados como “si no hay celos, no hay amor, los chicos no lloran, etc.”. “Se trata -añade Mariana- de que vean que el machismo no es bueno para ellos, que el feminismo no es más que la igualdad, que favorece las relaciones desde el respeto”.
Por primera vez la fundación ha propuesto a la Comunidad de Madrid programas de prevención y tratamiento dedicados a los chicos –hasta ahora estaba muy mal visto dedicar dinero al maltratador- que son la otra parte de la ecuación, para enseñarles a relacionarse de una manera sana, positiva y sin control. Porque, así como la experiencia habla de la dificultad de que un maltratador adulto cambie su patrón de comportamiento, los adolescentes que han “aprendido” a relacionarse desde la desigualdad y el control pueden también hacerlo desde el respeto y la igualdad.
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