El Salario Universal, ¿utopía o necesidad?

¿Por qué varios Premios Nobel de Economía, empresarios multimillonarios, profesores universitarios y responsables políticos1Premios Nobel de Economía: Paul Samuelson (1970), James Tobin (1981), Amartya Sen (1998); Andrew Yang (uno de los candidatos demócratas a las elecciones presidenciales 2020 de Estados Unidos) y Benoît Hamon (Ministro de Educación en 2014 y candidato del Partido Socialista francés a las Presidenciales del 2018); Philippe Van Parijs, profesor de Ética Económica y Social Universidad de Lovaina; Empresarios multimillonarios de la nueva economía: Mark Zuckerber (fundador de FACEBOOK), Pierre Omidyar (fundador de EBAY que ha financiado la experiencia del Salario Universal a escala local en Kenya) y Elon Musk (fundador de TESLA); Luther King, André Gorz, Bernie Sanders y Barack Obama entre otros. debaten y defienden el Salario Universal2También denominado de manera más precisa Renta Universal Básica o Incondicional es, en su acepción más amplia, una renta acordada de manera incondicional, automática y permanente a todos los miembros de una comunidad. En otras palabras, cualquier persona, independientemente de su edad, situación laboral o ingresos recibiría una cantidad mensual por el hecho de ser ciudadano de un país.? ¿Se han vuelto todos ellos utopistas?

Distintos expertos apoyan el salario universal ante las nuevas realidades del trabajo
Ilustración Pepe Montalvá

Acaso analizan datos que merecen algo más que la típica respuesta intuitiva: “¿Me está diciendo seriamente que los que trabajamos vamos a pagar para que otros no hagan nada? Nos llevaría a la ruina.”

En palabras del economista y periodista Vittorio de Filippis, la idea del Salario Universal navega entre las corrientes de pensamiento y cruza sin problemas los límites ideológicos y geopolíticos: Keynesianos, liberales, ultra-liberales, ecologistas, anarquistas, libertarios, filósofos la defienden… con objetivos diferentes. Para los ultra liberales, el Salario Universal suele significar la unificación de todas las protecciones sociales (becas, jubilación, bono de luz, etc.) en una sola cantidad para reducir tanto la opacidad de las ayudas como su administración pública. Este propósito guía, por ejemplo, la reciente Renta Universal de Actividad propuesta por el Presidente Macron para el 2020 como respuesta a la crisis de los chalecos amarillos. En el extremo opuesto, los libertarios la defienden como la única salida digna al estado de explotación capitalista del trabajador. Entre estos dos enfoques el Salario Universal varía desde una renta de subsistencia para evitar la gran pobreza hasta un salario de 1500€ sin condiciones.

¿Qué está cambiando a nuestro alrededor para que tantas personas coincidan en la necesidad de este debate?

Quizá estamos transitando hacia una época en la que nuestro sistema de protección social, gestado a principios del siglo XX en una sociedad industrial de pleno empleo centrada en el salario, ya no puede funcionar.

La Fundación Jean Jaurés en su último estudio sobre la cuestión plantea varias preguntas que no podemos obviar: con la impresión 3D, ¿pronto veremos fábricas sin trabajadores? ¿Cuántos empleos serán destruidos mañana por la automatización? ¿Cómo financiar la protección social si nuevas formas de actividad escapan del modelo tradicional de trabajo asalariado? Si debemos aprender a vivir en un mundo sin crecimiento, ¿el pleno empleo debe ser un objetivo de la política pública?

Los estudios prospectivos de organizaciones tan escasamente utopistas como la OCDE o los informes presentados en el Fórum de Davos3http://reports.weforum.org/future-of-jobs-2016/, señalan algunos de los elementos que están provocando una reorganización planetaria de los factores de producción y empleo: la automatización, la inteligencia artificial y la economía numérica, en particular internet, las impresoras 3D y las plataformas numéricas.

Su combinación está acelerando una robotización que podría sustituir en un 50% un tercio de los empleos en las próximas décadas.  Alibaba, el equivalente chino a Amazon ha sustituido en los últimos años un 70% de su fuerza laboral por robots. La automatización del sector del transporte con la confluencia de los vehículos sin conductor y la robotización del reparto de Amazon podría afectar en los Estados Unidos a 3 millones de empleos directos más 5 millones indirectos para el año 2030.

Se prevé que la primera ola de automatización incida más intensamente en el empleo mayoritariamente femenino y poco cualificado como cajeras, la segunda ola en empleos de baja cualificación masculinos y la tercera en profesionales con cualificaciones medias y altas como administrativos, auditores, contables o analistas financieros.

Aunque este escenario se pueda matizar, hemos de admitir que tal vez estamos viviendo algunos de sus signos precursores: disminución del empleo asalariado fijo, aumento de los trabajadores precarios y pobres, desarrollo del teletrabajo y los autoempleos “ficticios” a las órdenes de un solo cliente, surgimiento de la Gig economy, que en español castizo podríamos traducir como chapuzas o bolos, en la que multitud de trabajadores independientes pagados por obra o servicio se ponen en relación con clientes potenciales vía plataformas de colaboración como Uber.  Por otro lado, tras incontables medidas de “lucha contra el paro” asistimos a 30 años de desempleo masivo y a un aumento de las desigualdades y de la pobreza.

El debate sobre el Salario Universal cristaliza las tensiones de la encrucijada laboral que vivimos en esta primera parte del siglo XXI así como las visiones enfrentadas sobre el modo de orientar los esfuerzos colectivos.

Experiencias piloto

Cuando se analizan las razones de sus promotores y detractores uno concluye rápidamente que para forjarse una opinión no le ilustrarán los sesudos análisis económicos que parecen más argumentos montados a posteriori para defender una posición ideológica o filosófica. De hecho, el debate dista de ser sereno y no faltan descalificaciones profesionales. Para complicar un poco más las cosas, entre sus promotores existen casi tantas fórmulas de implementación del Salario Universal como economistas.

Afortunadamente, se han llevado a cabo experiencias a diferentes escalas en las que se proporciona un “Salario Universal” a un grupo de personas en lugares tan diferentes como Finlandia, Uganda, Canadá (Ontario, Manitoba), Kenia, Estados Unidos (Oakland, Stockton, Alaska, Carolina del Norte), Países Bajos (Utrecht), Irán, Namibia, Italia (Livorno, Nápoles), India (Madhya Pradesh), Reino Unido (Escocia) o Brasil (Quatinga Velho).

Pese a que las condiciones para participar, el monto de la renta y la duración (de 2 a 25 años) son muy diferentes, ciertos índices se dan de manera bastante consistente:

  • Las personas “agraciadas” por el Salario Universal no disminuyeron sus esfuerzos por buscar empleo de manera significativa ni redujeron su tiempo de trabajo excepto el colectivo de madres jóvenes que aprovecharon mayoritariamente este periodo para formarse (experiencias en Manitoba y  Ontario). La experiencia de Alaska (unos 1600 € anuales por persona desde 1982) reporta un aumento del 17% del trabajo a tiempo parcial.
  • Aumento de la creación de empresas
  • Aumento del empleo asalariado por mayores facilidades para el transporte y mayor inversión en formación
  • Mejora de los índices de salud en general (disminución en un 8’5% del número de hospitalizaciones y consultas médicas) y de salud mental en particular (en India, Manitoba, Uganda y Ontario)
    Mejora de hábitos de nutrición (en la mayoría de las experiencias)
  • Disminución de consumo de alcohol, mejora de las relaciones familiares y sociales (Estados Unidos)
  • Incremento del porcentaje de escolarización infantil y mejora de los resultados escolares (India, Ontario)
  • No se incrementa el gasto en frivolidades, tabaco o alcohol (en todas las experiencias) ni es significativo el aumento de la propiedad inmobiliaria

Una de las experiencias mejor documentadas por su duración (desde 1996) y su amplitud (16.000 personas) es la de los Indios Cherokee de Carolina del Norte que reciben unos 6.000 dólares por persona al año gracias a los dividendos de las ganancias del Casino Harrah’s Cherokee. Un estudio sobre los efectos en los niños de la comunidad mostró una disminución significativa de la pobreza, problemas de conducta, crimen, abuso de alcohol y drogas, problemas psiquiátricos y un aumento en el número de graduados.

Sin pretender hacer del Salario Universal el paraíso en la Tierra hemos de admitir que, dada la relación estrecha y causal establecida desde hace décadas entre nivel de ingresos y salud, la combinación de menor stress, al tener las necesidades vitales cubiertas, con la mejora de la salud física y mental provoca sistemáticamente una mayor confianza en el futuro y un mayor bienestar en las comunidades. Este bienestar se manifiesta de manera diferente según las características de la población: felicidad en Finlandia, desarrollo económico y fortalecimiento democrático en Kenia, educación e integración social en India.

Los argumentos en contra

Los argumentos en contra son económicos, prescriptivos, laborales y filosóficos. Entre los primeros abundan razones que apuntan a la imposibilidad de financiar esta medida, la dificultad de ponerla en marcha o la previsión de que aumentará la inflación y el desempleo. Economistas promotores y detractores utilizan los mismos datos para llegar a conclusiones opuestas.

Las razones prescriptivas son más interesantes puesto que los detractores del Salario Universal apuntan que dado que no sabemos de que está hecho el futuro, las consecuencias de la automatización no pueden aislarse de otros elementos, hoy necesariamente desconocidos. Por lo tanto, si el empleo no va a escasear no es necesario prever una medida de resultados tan inciertos.

Las razones laborales más comunes son que sólo el trabajo crea un valor económico que luego puede ser distribuido, que es un factor esencial de integración social y que los que trabajan no pueden matemáticamente mantener al resto. Además el hecho de proporcionar un salario favorecería que las clases populares devinieran más exigentes y que trabajos ingratos o peligrosos tuvieran que pagarse mejor.

Las razones filosóficas nacen de ese yo profundo que nos incita a cada uno a tener una mirada confiada o desconfiada en el otro. Los detractores se refieren a menudo al peligro de favorecer una sociedad de perezosos irresponsables o de individualistas ya que cada uno sería el árbitro de su propia vida y no contribuiría a un proyecto de sociedad.

¿Cómo ponerlo en marcha y de dónde saldría el dinero?

Los defensores del Salario Universal proponen no menos de 8 maneras diferentes de implementarlo, de manera gradual y con cantidades y condiciones muy variables.

Las propuestas de financiación resultan más comprensibles y se pueden agrupar en tres tipos de medidas. Uno, medidas impositivas: impuestos a los robots, a las transacciones financieras y a los ganadores de la crisis (bancos y multinacionales). Dos, medidas de eficiencia: lucha contra el fraude fiscal, simplificación administrativa por la desaparición de las ayudas múltiples y de los controles y anulación de las ayudas a las empresas para crear empleo. Tres, cobrar por el uso que los gigantes de internet hacen con nuestros datos.

La Tierra y el Salario Universal.

Conviene considerar dentro de este debate una propuesta que surge de los detractores del Salario Universal. Dado que la Tierra requiere una ingente labor de limpieza, modos agrícolas más necesitados de mano de obra y una colosal inversión en procedimientos de absorción de carbono no podemos fomentar un Salario Universal sin condiciones. Hay que admitir, al contrario, que el trabajo más necesario para nuestra supervivencia no es rentable para ningún inversor y que necesitaría sin embargo la contribución de numerosas personas con cualificaciones bajas e intermedias.

Para seguir avanzando es primordial que reflexionemos al menos sobre tres ideas. Una, la posibilidad de que el trabajo pueda ir perdiendo su posición hegemónica. Dos, aceptar que los humanos no podemos competir con las máquinas en la realización de tareas simples que no requieran emotividad o creatividad. Y tres, recordar que, según los trabajos de Herbert Simon, Premio Nobel de Economía en 1978, es una ilusión creer que los que disfrutan de rentas de protección social son mantenidos por los que pagan impuestos para financiarlos. Simon demuestra que el ingreso obtenido por nuestro trabajo debe mucho menos a la intensidad de nuestros esfuerzos que a las circunstancias favorables en las que los producimos: la acumulación de capital y conocimiento, el progreso tecnológico y todo cuanto recibimos de nuestras instituciones. El economista americano del Nobel estimó que al menos el 90% de los ingresos de sus compatriotas se debe a estas circunstancias. En palabras del profesor de Ética Económica y Social de la Universidad de Lovaina Philippe Van Parijs “aquellos que, como yo, tienen un trabajo bien pagado, reciben, oculto en su salario, un inmenso regalo que no merecen. La renta básica es un modo simple e inteligente de compartir de manera más equitativa ese gran regalo.”

¿Y si el no-trabajo merece un salario porque toda actividad humana puede crear riqueza? ¿Y si en un futuro no necesitáramos el trabajo sino el compromiso de cada uno para hacer de nuestra sociedad un lugar vivible? Deberíamos, como ciudadanos animados por valores de justicia y solidaridad, anticipar la nueva sociedad y reflexionar sobre las respuestas que queremos dar a estos cambios en vez de cerrar los ojos esperando que todo vuelva a ser como en los 60.

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