La vida de un poeta

camiseta.pngMientras España entera festejaba (¿?) ayer el merecido trofeo mundial de balonmano, se traspasó el testigo de la organización del próximo campeonato, a celebrar en 2015. ¿Dónde? ¿No se lo imaginan? Pues sí. En Catar. Como no podía ser de otra manera. El deporte mundial se vende al mejor postor y resulta que el estado catarí –o, lo que es lo mismo, la familia del emir al-Thani, en el poder– tiene dinero. E interés.

A la chita callando, y a través de organismos, instituciones y medios como Qatar Sports Investement, Qatar Foundation o la cadena televisiva Al-Jazeera –y sus más de cincuenta canales con diferentes nombres repartidos por el mundo-, el emirato es dueño de clubes como el París St. Germain o el Málaga; posee los derechos de emisión de casi todas las ligas europeas –incluida la española para Estados Unidos y otros países-, de la Champions League y de la próxima Eurocopa; organiza prestigiosos torneos de motos, tenis, golf, etc; figura en relucientes letras amarillas en la antaño impoluta camiseta del FC Barcelona; gana medallas olímpicas nacionalizando atletas keniatas o futbolistas brasileños; será la sede del mundial de fútbol de 2022 y opta, en competencia con Madrid, a organizar los Juegos Olímpicos de 2020…

Mohammad Ibn al Dheeb al Ajami¿Alguien se escandaliza? No. Al contrario. Son los dueños dictatoriales de un país donde las mujeres no tienen derechos y donde no se permite la disidencia política. Pero aquí, los políticos, la prensa y esas aficiones que tanto sienten los colores salivan en cuanto ven acercarse el chorro de dinero. Es natural: ¿qué hambriento rechaza el maná venido del desierto?

Se entiende así que nadie hable de la suerte de Mohamed al-Ajami. No es futbolista y no es del agrado del emir de Catar. Al-Ajami es poeta, está en la cárcel desde hace más de un año y fue condenado a cadena perpetua el pasado 29 de noviembre. ¿Por qué? Por escribir, y recitar por internet Jazmines de Túnez, un poema inspirado en la primavera árabe (“todos somos Túnez frente a las represivas élites”, dice uno de sus versos), que no gustó a sus autoritarios dirigentes.

A mí –que, lo confieso, soy culé acérrimo de toda la vida– me hubiera gustado que Messi, cuando recibió su cuarto balón de oro, o el presidente barcelonista Sandro Rosell, que tan ardorosamente defiende el derecho a decidir del pueblo catalán –¡ojo: yo también!–, declamaran unos versos de Al-Ajami.

Pero, ¿a quién le importa la vida de un poeta cuando están en juego el pichichi o una liga más? Como dijo otro poeta, no se sabe qué es más mortífera: una dictadura que encarcela a los poetas o una democracia a la que le traen sin cuidado.

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1 comentario en «La vida de un poeta»

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