El nombre de las cosas

Don Demetrio quiere una catedral para él solo. Don Demetrio -también conocido como el fustigador de Pagola- es el obispo de Córdoba. Esta semana, nueve meses después de su toma de posesión, se ha descolgado con un artículo publicado en la edición local del diario ABC pidiendo que a la mezquita-catedral cordobesa se la deje de llamar mezquita y se la llame catedral a secas: “Llamarla mezquita es algo totalmente inoportuno y siembra por lo menos confusión, en algunos casos intencionada, y se presta a no saber de quién es y para qué sirve hoy”, ha escrito el obispo, que propone que se elimine el término de los carteles de promoción y de información turística. Don Demetrio, que va siempre con la verdad por delante, quiere “llamar a las cosas por su nombre”.

Teniendo en cuenta que la mezquita -así, con ese nombre- es, de lejos, el principal patrimonio artístico, por no decir gancho turístico, de la ciudad y que la petición episcopal ha caído en medio de la campaña final de la elección de la capital cultural europea para 2016, a la que Córdoba opta con bastantes posibilidades, el inoportuno es en realidad don Demetrio. Que, lógicamente, se ha quedado solo. Instituciones, partidos políticos, empresarios, todos a una, han rechazado de plano, por absurda, la propuesta.

Como dice el diario El País, nadie esperaba que don Demetrio saliese con esto “justo tres días después de que los Príncipes inaugurasen las nuevas visitas nocturnas a la mezquita. Y menos cuando en estos paseos la Iglesia había logrado imponer su visión «catequética» y «pastoral» del monumento, tras arduas negociaciones con el Ayuntamiento. Tras cinco años de diversos problemas, el Gobierno municipal aceptó finalmente las condiciones del Cabildo, con tal de buscar un aumento de visitantes y de las pernoctaciones turísticas en la ciudad.”

Pero don Demetrio no tiene nada contra los turistas, que, en efecto, bastante dinero dejan en su mezquita-catedral. Su lucha es otra. Se trata, en realidad, de la vieja tensión que mantiene el obispado cordobés con la comunidad islámica española. Por eso, no extraña que don Demetrio haya desempolvado el enfrentamiento cuando apenas se cumplía una semana de la muerte de Mansur Escudero, el líder musulmán que reclamó en 2006 el uso compartido de la mezquita-catedral para que pudieran rezar en ella los fieles de ambas religiones.

Don Demetrio pretende, así, zanjar el asunto de una vez por todas. En su opinión, “se quiere borrar la memoria histórica, y al templo emblemático de Córdoba se le quiere atribuir hoy un destino y un culto musulmán (…) Es catedral, sin lugar a dudas” porque “es un templo de culto católico desde hace ocho siglos donde se celebran diariamente los misterios de la fe cristiana”, concluye, terminante.

Lo quiera o no lo quiera, si algo hay de singular en el templo es, desde luego, la parte musulmana. Si no le gusta, siempre puede irse con la catedral a otra parte. Y dejar la mezquita para que gocen y recen los hombres y mujeres de buena voluntad. Seguro que a los visitantes no les importa. A mí, tampoco.

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1 comentario en «El nombre de las cosas»

  1. El nombre de las cosas
    Como (casi) siempre, tienes mucha razón en lo que dices, sobre todo porque llamar a las cosas por su nombre -como quiere este santo varón- exigiría un vasto saber y poner el mojón en la linde del «hasta cuánto» y «desde cuándo» llamamos a las cosas por el nombre con que ahora las denominamos. Mucho lío, al menos para mí.

    Sigue tú, Luis Fermín, dando aldabonazos en éstas u otras consciencias.

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