De la tolerancia al respeto

Hoy me permitirán, improbables lectores de este blog, que les hable de un asunto personal. Una amiga mía, Clara, se va a casar. Su novio se llama Luc y es francés. Ambos son cristianos, viven juntos desde hace tres años y, por fin, han decidido comprometerse para toda la vida. Llevan varios meses preparando la ceremonia, ayudados por sus padres, y se les nota felices.

Pero una nube ha venido a ensombrecer un poquito el horizonte. Véronique, la única hermana de Luc, no asistirá a la boda. Se ha convertido recientemente al judaísmo y, en consonancia con su nueva tradición religiosa, ha cortado todos los lazos con su pasado cristiano y no entra nunca en una iglesia. Y tampoco aparecerá por la cena hasta pasada la medianoche, cuando el sabbat haya terminado.

A Luc -que, como es natural, quiere mucho a su hermana- le ha afectado sensiblemente esta postura tan radical. Al principio, se enfadó bastante. Luego, ha intentado comprenderla e incluso está leyendo un libro sobre el judaísmo. Pero la familia de Clara, española y católica de las de toda la vida, no lo entiende, ni quiere entenderlo. Para ellos, la actitud de Véronique es pura intolerancia y critican que no haga el menor esfuerzo para estar con su hermano en día tan importante para él (y para ellos, al parecer).

Comentando este asunto, el propio Luc me contó el caso de otros amigos de su hermana, que tuvieron un problema parecido. Ella, cristiana; él, judío. Querían casarse en la iglesia de ella, con la participación de un rabino. Se lo pidieron a varios, pero ninguno quiso participar. Los novios, que no querían repetir la boda, contactaron por internet con un rabino de Londres. Éste se avino a participar en la ceremonia religiosa, que tuvo que celebrarse finalmente, para evitar más fricciones, en una carpa.

Situaciones como éstas, refuerzan la idea de que las religiones dividen a los hombres en lugar de unirles en Dios. Y permiten ver las diferencias que existen, dentro de cada religión, entre integristas y liberales. Pero, sobre todo, ponen de manifiesto la importancia del diálogo interreligioso. Un diálogo que sepa destacar lo que compartimos todos los creyentes y que nos permita avanzar de una vez por todas, sin enfados, rechazos o críticas, de la simple tolerancia al verdadero respeto hacia el otro.

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