Relata una conocida anécdota que, al encontrar la mujer de Alfonso Reyes a éste en situación comprometedora con su secretaria, exclamó: “¡Estoy sorprendida!”. El escritor acertó a corregirla: “Estarás estupefacta; el sorprendido soy yo”. Me temo que nos está pasando algo parecido: el crédito está en sus manos, pero quienes no damos crédito somos la sufrida ciudadanía hipotecada, en tantos sentidos. ¡Es que no me lo puedo creer!