Se mueven tanto que, en dos días, el editorial que habíamos publicado el pasado lunes sobre el tema de los abusos sexuales a menores en la Iglesia católica en España «Eppur se muove» se ha quedado viejo.
La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha dado, por fin, un paso al frente para afrontar el escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia. Después de un largo periodo de silencios y justificaciones para no adoptar una toma de posición colectiva; después de que hayan ido saliendo a la luz cada vez más casos, como los investigados por El País que contabiliza 1246 víctimas; después de tantas denuncias y declaraciones dolorosas e impactantes de las víctimas; y después de innumerables presiones y tomas de postura de los cristianos españoles para exigir verdad y justicia, la CEE ha adoptado una postura que la acerca a lo ya realizado por otros episcopados europeos: ha encargado a un bufete de abogados el coordinar una investigación sobre todos los casos de abusos, incluyendo los acaecidos en los colegios religiosos, con cuya colaboración contará.
Al parecer, los trabajos de este bufete estimarán también las indemnizaciones a las víctimas y el bufete actuará sin ninguna clase de limitaciones para elaborar al final una foto completa de lo sucedido. La iglesia, además, precisaron, se compromete a colaborar en lo necesario con otras investigaciones oficiales, sean encabezadas por el Defensor del pueblo o por el propio Parlamento y adopten la forma que adopten. Esta vez, la petición de perdón de los obispos «por tanto dolor que han padecido las víctimas», va acompañada de unas medidas concretas.
Alandar promovió y publicó el pasado 1 de febrero, junto a otras organizaciones, una Carta Abierta a la Conferencia Episcopal en la que le exigíamos que, de una vez por todas, se creara una comisión independiente de investigación de los casos de pederastia en el seno de la Iglesia Española. La carta ha conseguido el respaldo de casi 90 colectivos y ha sido firmada individualmente por más de 1.400 personas. Presiones como ésta, junto a las tomas de postura recientes de varios prelados que se desmarcaron del silencio oficial, han empujado por fin a una toma de postura clara. Los tiempos en la Iglesia son lentos, afirmó Omella. Demasiado lentos ante la gravedad de los casos y el clamor de las víctimas. Pero no por tardía la iniciativa es menos bienvenida.
Un inciso creemos que es necesario: el giro copernicano de la Iglesia en la materia confirma que la esperanza y la lucha no son estériles, que la toma de postura, la protesta y la movilización ante cuestiones dentro y fuera de la Iglesia pueden llevar a cambios sociales y eclesiales, y en eso es en lo que está Alandar desde hace más de 30 años.
Todavía quedan resistencias en la Iglesia. Todavía hay quien, desde medios episcopales, recuerdan que los casos de pederastia son mucho más abundantes fuera que dentro de la Iglesia, como si eso sirviera para disminuir la gravedad de lo ocurrido en una institución que se debe a la caridad y a las víctimas. La Iglesia tiene mucho que revisar para entender por qué se ha llegado a producir y a ocultar durante tanto tiempo esa situación. Tal vez por eso hay también que insistir, dentro de la Iglesia, en mensajes que pongan el acento en las víctimas y no en la defensa de la institución, con mensajes como el de “Proyecto Repara”, un vídeo elaborado por la archidiócesis de Madrid, que afirma, por ejemplo, que “la denuncia ayuda», que «un solo caso de abusos ya son demasiados», y que «el dolor de las víctimas no prescribe”.
La opinión y el tratamiento que se preste a las víctimas será el termómetro definitivo para medir la eficacia del trabajo del bufete. Las opiniones de las víctimas son diversas de momento: van desde la buena acogida a la desconfianza por la vinculación del gabinete de abogados al Opus Dei y por las dudas, por tanto, sobre la “independencia” del bufete. Se entiende la desconfianza, porque son muchas las víctimas que no han sido bien acogidas en las oficinas de atención montadas en las diócesis -40 en total-. Pero la iniciativa contiene, de entrada, los mimbres más importantes que se venían exigiendo: un trabajo externo, aunque encargado por la CEE; sin limitaciones de investigación en lugares y tiempos; con la colaboración de los religiosos responsables de los colegios; con indemnizaciones para las víctimas; con colaboración sin restricciones con otras investigaciones oficiales; y con propuestas finales de buenas prácticas a adoptar por la Iglesia.
Seguiremos con atención su desarrollo y aplaudiremos sus logros o criticaremos sus fallas. Esperamos que, por el bien de la Iglesia, y, sobre todo, por el bien de las víctimas, nos toque hacer más lo primero que lo segundo.
Por lo demás, detrás del problema de los abusos hay causas estructurales que hay que revelar y corregir: el clericalismo, la sacralización del poder de la jerarquía y de los presbíteros y una cultura de obediencia y ocultamiento. La Iglesia tiene ahí también -tenemos- mucha tarea por delante.
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