
En los primeros días del pasado mes de agosto, los jóvenes del mundo estábamos convocados en Lisboa por el papa Francisco a la Jornada Mundial de la Juventud 2023, encuentro al que acudimos un millón y medio de jóvenes sin demora, como nos proponía el lema de este año. Al estilo de María de Nazaret, con la prisa que urge para salir al encuentro de los demás, nos pusimos en camino, con la alegría de vivir la fe a lo grande, de manera universal.
Sólo podía mirar alrededor de manera continua para ver ríos de gente cantar, hondear banderas, hablar distintos idiomas, y caminar con la mirada fija hacia un lugar: el encuentro con el papa
El corazón de los actos centrales tuvo lugar en la misma ciudad de Lisboa y a las afueras, en el campo de Gracia, como fue llamado, la vigilia y la misa del domingo.
Sólo podía mirar alrededor de manera continua para ver ríos y ríos de gente cantar, hondear banderas, hablar distintos idiomas, y caminar con la mirada fija hacia un lugar: el encuentro con el Papa y, en definitiva, con Jesucristo.
Hubo palabras que se clavaron en el corazón como flechas que agudizan las ganas de construir un estilo de vida que abra fronteras de una Iglesia más humana, más sencilla, que toque tierra. Las palabras del papa sobre la búsqueda de la alegría misionera, la que sale al encuentro de los demás, poniéndonos en camino, fueron clave para unos jóvenes que apostaban por darlo todo. ¡Qué fácil pensar en querer ayudar a los demás y qué difícil nos resulta a veces no mirar más allá de las apariencias, sin juzgar! Desde luego, no se anduvo con mediocridades, dijo verdades cargadas de mucho amor, pero verdades. Hay que entrenar el camino, se aventuró a decir.
¡Qué fácil pensar en querer ayudar a los demás y qué difícil nos resulta a veces no mirar más allá de las apariencias, sin juzgar!
La experiencia vivida es de un agradecimiento inmenso, porque todo era aplicable a mi vida de persona consagrada para poder iluminar a otros muchos que venían detrás, a los que acompaño en el camino de la fe. Me llena de gozo, me esponja el corazón tener la dicha de palpar una Iglesia que quiere salir al encuentro de todos, que tiene cabida para todos. “Que no se pierda ni uno de estos que me has dado” son las palabras de Jesús en el Evangelio, y así sentimos todos al papa Francisco: como un pastor que cuida a su rebaño, que nos muestra no sólo con sus palabras, sino con sus gestos de cariño, con el esfuerzo que hizo para viajar a Portugal a pesar de sus dificultades de salud, y su ancianidad notable pero vivaracha y constante, que vivimos de esperanza, la capacidad que nos da para levantarnos como María, sin demora, y ponernos en camino.