Fiestas juninas en el mundo secular

 

En Europa, gobiernos y sectores de la sociedad civil  dificultan la vida de los migrantes pobres que intentan una vida nueva huyendo de sus países, explotados y masacrados injustamente por las potencias que ahora los rechazan. Mientras eso crea un clima de hostilidad, de indiferencia frente al sufrimiento del otro, en América Latina junio llega siempre marcado por fiestas y juegos que vienen de tiempos muy antiguos. Son costumbres venidas en otras épocas desde Europa, cuando justamente los europeos colonizaron ese continente donde vivían cerca de cinco millones de personas, organizadas en más de 2.000 pueblos distintos. También vienen de épocas más recientes, finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando muchas personas llegadas de Italia, Alemania, España y de otras naciones vinieron como migrantes y fueron bien recibidas en nuestros países.
Estas fiestas que se hacen en junio tienen origen religioso y se realizan con ocasión del solsticio de verano en el hemisferio norte y acá el del invierno en el sur. Desde siglos antiguos, el cristianismo ligó esas fiestas a la memoria del nacimiento de San Juan Bautista. Así, las fogatas encendidas en medio de la noche han pasado a recordar ya no los ritos en honor de la naturaleza o del dios del fuego en las diversas culturas, sino a Juan Bautista, símbolo de la lámpara que hace brillar la luz de Cristo.

- La ceremonia del Inti Raymi es una de las fiestas que se celebran en junio en honor a la luz. Foto. Ayla ZaniniHasta ahora, en la semana del 21 de junio, en los Andes, la fiesta del Inti Raymi celebra el sol que resucita en el inverno. Hay danzas típicas y fiestas con mucha comida, pero lo que más llama la atención es la integración de todas las personas y la celebración de la unidad y de la acogida. Como si los pueblos considerados más primitivos por los occidentales estuvieran dando una lección de humanidad a los que se dicen más civilizados en el mundo rico.

Mientras en los Andes, las fiestas duran una semana, en Brasil y en culturas peruanas más cercanas a la Amazonía -donde son más fuertes las culturas negras-  los juegos y fiestas duran todo el mes de junio. Las danzas y cánticos característicos expresan el gusto de vivir y convivir, incluso en medio de todas las luchas de la vida.

Todos esos ritos y costumbres juninos celebran la luz del sol y la victoria del sol sobre las tinieblas. Ellos vienen de culturas rurales. Por eso, tienen dificultad para insertarse en un mundo urbano y secularizado, donde no se depende más de la luz del sol. Sin embargo, aunque la claridad y la oscuridad pueden, hoy, ser controladas por la energía eléctrica, el día y la noche siguen siendo símbolos y arquetipos que la humanidad necesita. Las fiestas juninas pueden ser una buena oportunidad para hacernos volver una mayor atención a la naturaleza y a la historia, así como hacernos tomar más conciencia de nuestra responsabilidad unos por los otros en el mundo actual. Los cambios climáticos hacen que el frío y el calor ya no sean tan regulares y naturales como antes. Sin embargo, al celebrar la luz y la vida, retomamos el compromiso nuestro con el universo que nos rodea y con la tierra que nos fue dada a todos como casa común para vivir y convivir.

[quote_right]Las danzas y cánticos característicos expresan el gusto de vivir y convivir[/quote_right]

En las Iglesias antiguas, tanto las orientales como en la católica, los evangelios leídos en esas fiestas recuerdan que San Juan Bautista es hijo de una mujer que era estéril y de un padre que era mudo. Al proclamar aún hoy su nacimiento en condiciones extraordinarias, estamos diciendo que nuestras esterilidades comunitarias y personales pueden hacerse fértiles y nuestra mudez puede transformarse en profecía.

A todos y todas se nos llama a transformar desiertos en jardines floridos. En este mismo sentido, nuestra aridez interior puede ser espacio de comunión y fiesta cuando acoge el amor como dádiva divina que puede cambiarnos y hacer que otra forma de organizar el mundo sea posible. Ese proceso supone que asumamos nuestras raíces culturales más profundas. Las opciones sociales y políticas más críticas y transformadoras ganan en mantener el diálogo con esas raíces que marcan nuestros pueblos. Independientemente de si somos o no cristianos, la memoria del nacimiento de Juan Bautista es profecía de un mundo más hermano. Y, como promete el evangelio que se lee ese día: en todos los tiempos, las personas harán fiesta y se alegrarán.

 

 

Marcelo Barros
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