Muros del mundo y el encuentro de las religiones

Este mes de octubre está marcado por las noticias de nuevos muros de divisiones y discriminaciones que la sociedad dominante y los gobiernos levantan contra migrantes y refugiados. Estos intentan escapar de sus países devastados por las mismas potencias que ahora los rechazan y los ven como amenaza a la estabilidad de los países ricos. En América del Norte, el gobierno prepara las elecciones presidenciales nutriendo a la población con el miedo de nuevos atentados y la necesidad de más seguridad y armamento. En América Latina, el imperio patrocina nuevos golpes de Estado, como ocurre en Brasil, ahora de nuevo territorio libre para los negocios que privilegian al primo rico de los Estados Unidos. En todo el mundo, el fenómeno de los fundamentalismos hace de las religiones instrumentos de odio y testimonios de un Dios guerrero y cruel que no perdona a quien no cumple el contrato de exclusividad que Él habría firmado con algún grupo religioso particular. Esa triste realidad hace al papa Francisco declarar que es necesario vencer el clima de desconfianza e, incluso, sospecha en relación a las religiones. Aunque puedan orientarse hacia el fanatismo y el odio, estas pueden también servir a la paz y al servicio positivo de la humanidad.

[quote_center]Es necesario vencer el clima de desconfianza e, incluso, sospecha en relación a las religiones[/quote_center]

Se cumplen 30 años del encuentro de religiones por la paz, convocado por Juan Pablo II en Asís

Juan Pablo II preside el encuentro interreligioso sobre la Paz en Asís.27 Oct. 1986. (CNS photo/L’Osservatore Romano) See POPE-ASSISI-PEACE Sept. 1, 2016.

En ese contexto recordamos los 30 años del Encuentro de Asís, cuando en octubre de 1986 el papa Juan Pablo II convocó a representantes de religiones y tradiciones espirituales de todo el mundo para orar juntos por la paz. Aquel año, el papa quiso hacer el encuentro de las religiones por la paz del 18 al 20 de septiembre. Esa vez, en Asís, ciudad de San Francisco, fue al encuentro de 500 representantes de 19 diferentes tradiciones religiosas del mundo. Para ese encuentro, se eligió el tema «Sed de Paz». Allí, el papa Francisco se encontró con el patriarca Bartolomé, patriarcas ortodoxos, pastores evangélicos, rabinos judíos, imanes islámicos y representantes de diversas religiones. Para participar en ese encuentro se reunieron en Asís más de 18.000 personas de diversas tradiciones espirituales para convivir y orar juntas. En ese encuentro se recordó que en octubre de 1965 tuvo lugar en Roma la divulgación de Nostra Aetate, declaración del Concilio Vaticano II sobre las religiones no cristianas. Un texto pequeño y de estilo sencillo: no es un documento doctrinal ni dogmático, pero es uno de los más importantes del concilio. Fue, tal vez, el documento que representó uno de los cambios más importantes en la posición de la Iglesia católica en toda su historia. Desde los tiempos antiguos, la Iglesia siempre vio de modo negativo a los hermanos judíos y de otras religiones. En el pasado fue responsable o, al menos, connivente con muchos sufrimientos impuestos a judíos y también musulmanes. La declaración del concilio reconoce en los hermanos del judaísmo a nuestros hermanos mayores en la fe abraámica y dice claramente: «La Iglesia católica no rechaza nada de verdadero y santo que exista en las otras religiones».

Encuentros como este que en nuestros tiempos ocurre en Asís y en otras regiones del mundo avanzan aún más en esa propuesta que el papa resume en «caminar juntos» y también «construir la unidad en el respeto a la diversidad». Este programa que, en principio, servía al camino de la unidad de las Iglesias cristianas puede también iluminar el diálogo interreligioso de nuestro tiempo.

[quote_center]»La Iglesia católica no rechaza nada de verdadero y santo que exista en las otras religiones»[/quote_center]

En la mayoría de países de América Latina y Caribe, más allá de las Iglesias cristianas, tenemos cultos ancestrales venidos de los indios y de grupos afrodescendientes. Lamentablemente, en Brasil y en otros países, casi cada día, se tiene noticia de algún hecho de discriminación e intolerancia por parte de grupos cristianos en relación a personas y comunidades de cultos afrodescendientes o de otras tradiciones espirituales. Y las personas que provocan esos actos de persecución hacen eso en nombre de Dios y con la Biblia en las manos. Por eso, quien cree en Dios como fuerza de paz y amor presente en nosotros tiene que unirse para defender el diálogo y la paz. En los evangelios, Jesús cambió las imágenes de un Dios guerrero, celoso y exclusivo. Reveló que Dios es padre de amor maternal que “hace nacer el sol tanto sobre los buenos como sobre los malos y hace llover sobre los justos y sobre los injustos” (Mt 5, 45).

Como todas las tradiciones espirituales, los cultos indígenas y afrodescendientes merecen nuestro respeto y admiración como respuestas culturales y amorosas al amor de Dios. Aun más, esas tradiciones han servido como elementos de resistencia cultural y fuerza de vida en medio a los sufrimientos de la esclavitud y del colonialismo. Durante siglos, mientras la mayoría de los cristianos y pastores estaban vinculados a conquistadores y esclavistas, esas tradiciones espirituales dieron a los empobrecidos la confirmación de su dignidad de hijos queridos de Dios y hermanos de Jesús, que se reveló como pequeño y servidor de todos.  Al valorarlas y defenderlas, en cada lugar de nuestra tierra, estamos dando continuidad al encuentro de Asís y anticipando el día de la más profunda comunión en la diversidad.

 

Autoría

  • Marcelo Barros

    Monje benedictino, teólogo y biblista, actualmente coordinador latinoamericano de la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT), consejero en Brasil de las comunidades eclesiales de base y de movimientos sociales. Tiene más de cuarenta libros publicados en diversos idiomas y colabora con diversas revistas internacionales de teología.

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