Desde que vine a vivir a orillas del Mediterráneo, me apunté a un club de lectura que hay en la biblioteca pública del pueblo. Me permite compartir aquello que leemos y lo que la lectura suscita. Aprendemos y nos enriquecemos como grupo. Nos reunimos cada quince días y, aunque no siempre puedo participar, intento leer todos los libros que se recomiendan. Libros muchos de los cuales, si no fuera por este grupo, nunca hubiera leído por puro desconocimiento de mi parte.
Este es el caso “Virginia Lot” de Antonio Girol. No conocía al autor. Es su primera novela. En una de sus presentaciones escribe: “…Esta es una historia que muestra la realidad de quienes sufrieron maltrato y no encontraron más que el silencio de vecinos y allegados.”
Comencé a leer el libro con mucho interés porque es un tema que me interesa, me preocupa y que conozco de primera mano por el tiempo que he estado colaborando con la Fundación Luz Casanova, donde pude entrevistar a mujeres víctimas de la violencia machista.
En esta ocasión no he comentado el libro con el grupo porque no pude asistir a la reunión, pero me hubiera gustado apuntalar algunas cosas que voy a señalar a continuación.
El autor describe al maltratador como un obrero en una fábrica de cemento, nivel cultural bajo, dado a la bebida, putero y que trapichea con la droga. Esto puede llevarnos a la conclusión de que la violencia contra la mujer es propia de las clases marginales, algo totalmente erróneo. En la primera entrevista que hice a una mujer maltratada, ella era licenciada en psicología y profesora de instituto, él un prestigioso y agradable abogado con una credibilidad con la que tuvo que lidiar durante siete años hasta que consiguió separarse de él.
Otra de las mujeres sufrió el maltrato de su marido, un simpático y servicial conserje en uno de los edificios de una zona bien de Madrid. Se separó cuando también intentó pegar a los hijos que la defendían de los golpes del padre.
Podría seguir con una lista interminable…, sólo añado el caso de un ingeniero ilustre que ha estado maltratando a lo largo de la vida a su esposa, una mujer culta e inteligente, pero no lo suficiente para haber abandonado al marido en algún momento de su vida. Lo que nunca haría esta mujer si su marido fuera a la cárcel, como es el caso del maltratador del libro de Antonio Girol, sería empeñar sus recursos económicos hasta pasar hambre para darle la libertad y volver al suplicio de la violencia diaria. Y me van a perdonar si hago spoiler del libro, pero al final la hija de 18 años termina degollando al padre. Algo también bastante insólito en las mujeres que sufren violencia.
No digo que no se haya dado nunca, pero no es lo habitual, es más una respuesta masculina: la violencia total ante una situación de violencia. Eso lo hacen los hombres, algunos al menos. Las mujeres aguantan, sufren, callan… pensando que en algún momento la situación puede cambiar y, cuando ya no pueden más o la violencia alcanza a sus hijos, huyen, se van sin nada, sin nadie, cortando todos los lazos que tienen para que el maltratador no las encuentre. En la mayoría de las ocasiones son ellas las que mueren a manos de sus maridos, parejas, exparejas…
Es posible que Antonio Girol no sea desconocedor de la violencia de género, pero este es un libro tramposo, incluso en la propia historia de la protagonista del libro. Es un libro sin grises, contado en blanco y negro: los buenos son muy buenos, como el profesor que ayuda a la muchacha y los malos son súper malos, como una profesora de inglés o la señora donde Verónica va a limpiar.
El mundo es una paleta de colores y plantearlo en blanco y negro es desdibujar la realidad. Si esto nunca es bueno, lo es aún menos en la violencia machista que se da en todas las clases sociales, en todas las edades, en todas las culturas y en todas las razas… La víctima es la mujer y ella no suele matar.