Escribo esta Mecedora cuando está comenzando el curso escolar en España. Ha pasado un verano, unos meses de vacaciones y, por lo general, hemos desconectado de lo cotidiano, de lo que normalmente centra nuestra atención y toca volver a nuestra cotidiana realidad.
Ahora cientos de profesoras y profesores ser preparan para el reencuentro con el alumnado, con el gran reto de cómo transmitir no solo conocimientos que ayuden a entender la historia y a desenvolvernos en ella, sino unos valores que hagan posible una convivencia más amable, más fraterna, más humana… María Montessori fue una gran pedagoga, médica, psiquiatra y filósofa, además de humanista, activista feminista, sufragista italiana y devota católica. Esta ilustrada y gran mujer dijo: “Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”, y yo añado: para la convivencia, para el bienestar, para la ciudadanía…
Este otoño viene muy caliente, con muchos frentes abiertos, con innumerables retos, pero el que se les presenta a los educadores no es menor: educar para la convivencia, la solidaridad, el respeto, la acogida, la paz… A todos, a todas os deseo mucho éxito en esta tarea tan urgente como necesaria porque, como en su día se destacó en Murray Magazine, “La educación, como la poesía, es un arma cargada de futuro. Y de presente. Y de pasado, porque gracias a ella entendemos lo que fuimos, lo que somos e, incluso, lo que seremos. La educación es un arma, sin más… Es un arma peligrosa. Terriblemente peligrosa. Provoca conocimientos, conciencia, valores y un pensamiento crítico que temen los que mandan. Y por eso, solo por eso, están asesinándola, lentamente”. Este breve y estupendo artículo, actual a pesar de los años, se cierra afirmando que “Nos quieren muertos o ignorantes. Pero estamos vivos y, de momento, no nos han robado el derecho a pensar”.
No nos olvidemos de Afganistán, especialmente de las niñas y de las mujeres que tienen vetado el acceso a la educación. “Como suele suceder en todos los conflictos, las mujeres son las más afectadas. Además de prohibir su educación, han sido vetadas en muchos cargos (juezas, profesoras universitarias, policías o funcionarias) y tampoco forman parte del nuevo gobierno talibán”, escribía Alba Fernández Candial en el diario La Vanguardia, en el mes de marzo, cuando comenzaba en Afganistán el curso escolar.
El régimen talibán sabe de la importancia de la educación y de la fuerza de las mujeres, por eso prohíbe su acceso a la escuela. Pero es esa fuerza la que las hace resistir a pesar de los peligros que conlleva no acatar el orden establecido. Hace unos días Luis de Vega nos contaba cómo se había puesto en marcha un proyecto de colegios móviles para enseñar a niñas y niños en los pueblos donde se habían quedado sin centros educativos. Ahora las clases son sobre esterilla en las escuelas clandestinas para las mujeres del Afganistán rural.
Es un sobreesfuerzo, pero tendremos que trabajar por una educación, aquí y en cualquier parte del mundo, que fomente una ciudadanía libre, difícilmente manipulable, con ganas de cooperar y avanzar con otros ciudadanos y ciudadanas. La educación y el conocimiento nos hacen libres.