
Entrevista con Miguel García-Baró, filósofo y coordinador del Proyecto Repara para víctimas de abusos sexuales
Miguel García-Baró López (Madrid, 1953) era ya un muy respetado filósofo especializado en ética y metafísica cuando en enero de 2020 atendió el llamado de la Archidiócesis de Madrid para coordinar el Proyecto Repara de atención a víctimas de abusos sexuales. Aunque dirigido especialmente a las víctimas -menores y adultas- de abusos dentro de la Iglesia Católica, Repara atiende también a víctimas de abusos fuera de la institución eclesial. El currículum como filósofo de García-Baró es impresionante, pero su trabajo en Repara le ha dado una proyección a su figura mucho más allá de la filosofía. Eso no le ha hecho perder nada de su talante reflexivo, así como el dolor que contempla tan de cerca y a menudo tampoco le ha hecho perder su calidez humana.
Repara es una palabra, pero también es una sigla: Reconocimiento-Prevención-Atención y Reparación a Víctimas de Abusos. De estas cuatro cosas, ¿cuál es la más importante?
Lo más importante es atender a las víctimas escuchándolas. Escucha no está dentro del acrónimo, pero Repara es eso: escuchar a las víctimas, dejar que hablen, creerlas, no juzgarlas. Eso es lo más importante, porque la reparación solo se puede conseguir a largo plazo, si es que se puede conseguir plenamente. Hemos visto casos casi de resurrección psicológica y espiritual, pero, infelizmente, de la desdicha quedan siempre cicatrices.

Ustedes ofrecen atención a las víctimas en tres áreas: terapéutica, procesal/judicial y espiritual. ¿Cuál es la más demandada?
La más necesitada es la más general, la ayuda psicológica. Ahí desarrollan una labor muy importante los escuchas voluntarios, muy bien formados, que tenemos. Esa es una primera terapia importantísima, tal vez la que más necesitan las víctimas. Si el caso es más complejo y necesita una terapia más técnica, se deriva a un psicólogo externo muy conectado con Repara. Desde hace unos meses estamos también atendiendo a victimarios. La asesoría jurídica no es un servicio muy utilizado, porque la víctima lo que quiere es que su victimario sea apartado para que no pueda seguir haciendo daño, y ser oída y atendida, reconocer una cara de la Iglesia que no sea el horror que ha vivido. Eso se hace con acompañamiento espiritual, cuando cada víctima estima que es preciso.
El horizonte ideal sería el encuentro entre la víctima y el victimario.
Esa selección de psicólogos externos, ¿sigue algún criterio especial?
Confiamos muchísimo en la persona que coordina el equipo de escuchas y psicólogos, Valentín Rodil. Él tiene una larga experiencia en este campo y conoce a las personas que pueden hacer este tipo de trabajo, que tienen que ser personas, dadas las características de Repara, que tengan una relación con el cristianismo, que tengan sensibilidad religiosa.
¿Con qué recursos cuenta Repara para llevar a cabo esta labor?
Contamos con el sostén fundamental de la Fundación Porticus, que nos pide que vayamos buscando fuentes adicionales de financiación. Estamos en ese proceso, que no es nada fácil. La comisión recién creada en la Conferencia Episcopal Española para coordinar la labor de las oficinas de atención a las víctimas de abusos va a tener que ocuparse de buscar esa financiación como uno de sus primeros objetivos. Es imposible tener un equipo de unos veinte psicólogos atendiendo a víctimas sin disponer de dinero.
En su primer año de funcionamiento atendieron a 85 víctimas; el año pasado a 103. ¿Cómo leen ese incremento?
El servicio se conoce cada vez más. Cuando aparecemos en los medios, el número de personas que acuden a Repara se incrementa. Pero es verdad también que el trabajo de un grupo muy bien coordinado y sin fisuras está ganándose un reconocimiento muy amplio. De entrada, Repara fue recibido con un cierto escepticismo, como un lavado de cara de la Iglesia. Esa desconfianza inicial, que es muy comprensible, se ha ido deshaciendo con el tiempo.
De entre las distintas oficinas para atención a las víctimas de abusos sexuales abiertas por las distintas diócesis españolas, Repara parece el proyecto más integral. ¿Se inspiran en algún modelo en especial?
No. Miramos lo que se ha hecho en Boston y otros lugares, pero hemos ido aprendiendo sobre la marcha. Es muy importante recordar que Repara está abierto a toda la sociedad, no únicamente a los abusos intraeclesiales. Eso fue decisivo para que yo me decidiera de inmediato, sin pensármelo, a aceptar coordinar este servicio cuando el cardenal Osoro me lo propuso.
Le dan una gran importancia a la formación.
Estamos dando dos cursos por año que de momento alcanzan solo a 100 personas, porque no tenemos más que dos tutores que atienden a 25 alumnos por curso. Los cursos duran tres meses largos y luego requieren un trabajo final, no son cursos simples. Por eso queremos completarlos con cursos de sensibilización más sencillos, de cuatro horas, que permitan que una parroquia o un grupo scout puedan obtener un sello Repara que garantice que esa comunidad ya tiene una formación mínima acerca de cómo atender a las víctimas. Por otro lado, queremos poner en marcha cursos de profundización sobre el tema que puedan dar pie a una labor de investigación que nos permita proponer ciertas reformas dentro de la Iglesia para atajar el problema.
Ha hablado de atención a victimarios. ¿Qué tipo de atención se les da y con qué objetivo?
Atendemos sobre todo a las víctimas y a las víctimas de segundo grado, las familias y el entorno de amistades de la víctima. Pero, de alguna manera, los víctimarios son víctimas de sí mismos. Es un tema muy complejo, pero que tiene que tener espacio en Repara. Es muy difícil que un victimario reconozca a fondo lo que ha hecho. En muchos casos, dejarse cuidar por los psicólogos de Repara es parte de su condena, no vienen por iniciativa propia. Tenemos que valorar cuál es el resultado de esto, pues es un tipo de atención que ha empezado hace poco.
Es muy difícil que un victimario reconozca a fondo lo que ha hecho.
¿Se plantean la posibilidad de encuentros de justicia restaurativa entre victimarios y víctimas?
Ese es el horizonte último, el ideal. De momento no hemos tenido ninguna posibilidad de llevarlo a cabo, porque es algo que no podemos mencionar al comienzo del proceso de recuperación de una víctima, porque no lo aceptaría.
¿Cuál sería desde su punto de vista el resultado ideal del trabajo con un victimario?
El pleno reconocimiento de lo que ha hecho y de las consecuencias terribles que ha tenido en otras personas. Un arrepentimiento profundo y sincero que le permita recuperar una relación sana con Dios y con la sociedad. Y, también, que mediante los encuentros de justicia restaurativa, las víctimas puedan desligar el lazo que les sigue atando al victimario.
¿Creen que la recuperación de los victimarios es posible?
Nosotros afrontamos estos casos considerando que no se trata de psicópatas irrecuperables. Sabemos que hay un número de ellos, pero no llegan aquí. Aquí llegan los que están abiertos, en principio al menos, a una cierta recuperación espiritual y antropológica.
¿Qué es más difícil, ponerse delante de una víctima o de un victimario?
Yo no me he puesto delante de ningún victimario, y preferiría no tener que hacerlo, porque me resultaría mucho más difícil que ponerme en frente de una víctima. En la víctima tú ves la inocencia que hay y una persona que necesita ayuda porque se siente impotente, incapaz de salir ella sola de su tremendo trauma. Duele terriblemente ver a una persona en carne viva, no puedes entender por qué a esa persona le ha tocado sufrir de esa manera. Pero ese dolor es un dolor inocente, incluso cuando, a veces, las víctimas se sienten culpables. Eso es muy diferente a ver al perpetrador de hechos cuyas consecuencias no termina de reconocer, que no ve que se ha llevado por delante la vida de una persona, a veces de forma irremediable.
Independientemente de las cifras ¿Cuál es su balance de estos tres años de Proyecto Repara?
Yo pensaba que no íbamos a tener tanto éxito, que no íbamos a poder ayudar a tantas personas. Eso ha sido enormemente reconfortante. Por otra parte, seguimos experimentando cierta sensación de alarma, porque es muy pequeño el número de casos que ha aflorado, comparando con lo que ha pasado en otros países. No sabemos lo que falta por salir a la luz y no somos especialmente optimistas en ese sentido. Un hecho importante es que la actitud de la sociedad frente a los abusos está cambiando -también en el ámbito judicial, que es determinante- y nosotros estamos contribuyendo a ese cambio. La concienciación es muy importante para que no se pueda seguir ocultando casos o manejándolos de forma tan torpe como se ha hecho, cambiando a sacerdotes de lugar y encubriéndoles. Creo que eso es más difícil que suceda hoy, y no solo dentro de la Iglesia.

¿Qué lleva a un filósofo a aceptar un puesto como éste?
Como filósofo, he tratado muchos temas de antropología metafísica y de ética. Además, como laico siempre he reclamado una mayor participación en la Iglesia. Estar en primera línea del combate contra lo que podríamos llamar el mal es lo que pide una vida de filósofo.
¿Se ha arrepentido en estos tres años de haber aceptado? Imagino que la coordinación de un centro de estas características no es fácil y no está exenta de tensiones.
Afortunadamente, hemos tenido muy pocas tensiones internas. Los ataques e insultos externos no me han afectado. Lo que sí hay es un dolor al ver que el problema es tan grande, tan extenso, tan profundo. Pero no me arrepiento en absoluto. Al contrario, ha sido una especie de don. Al mismo tiempo que me voy retirando de la docencia activa por edad, se me ofrece la oportunidad de este otro tipo de acción social y evangélica que no me deja jubilarme.
Uno de los últimos vídeos de Repara, desmontando falsos conceptos sobre los abusos, contenía algunas líneas argumentales digamos contrarias a muchas manifestaciones de altos representantes de la Iglesia Católica sobre el tema. Frases como «solo una víctima es demasiado» o «el dolor de las víctimas no prescribe». Supongo que a algunas personas dentro de la institución no les ha sentado bien. No sé si se lo hacen saber.
Indirectamente, sí. Directamente, pocas veces. Pero yo creo que eso está cambiando. No solo por la fuerza de los hechos, sino porque hay una mayor sensibilización. Se va sabiendo más sobre el tremendo efecto que los abusos tienen en las víctimas y es más difícil hacer la vista gorda, encubrir o disimular. Se comprende que esto es un pecado gravísimo. El victimario puede estar más o menos trastornado, pero el que encubre en frío a un victimario… Eso yo sí que no lo entiendo. Esa persona también tendría que asistir a una terapia espiritual y psicológica.
El victimario puede estar más o menos trastornado, pero el que encubre en frío a un victimario…
Su arzobispo ha marcado en los últimos meses una línea más personal en sus manifestaciones públicas sobre el tema de los abusos. No sé si usted o la labor de Repara tiene algo que ver en ello. En cualquier caso, ¿cómo ve esa, digamos, desviación.
Yo aprecio mucho al cardenal Osoro y las veces que he podido hablar despacio con él sobre el tema he visto una profunda buena voluntad y el deseo de ir avanzando en los aspectos más complicados de estos temas, como la cuestión del abuso de conciencia y las fronteras entre el consentimiento de las relaciones sexuales y el abuso en el caso de las personas adultas. Ese es un tema muy grave sobre el que se necesita investigar. Son casos casi imposible de llevar ante un tribunal civil, pero ante los que el derecho canónico sí que tiene que intervenir, y hacerlo de una manera más audaz que como hasta ahora.
¿Por qué este tema de los abusos dentro de la Iglesia ha estado tan oculto y por qué le está estallando en la cara a la Iglesia ahora?
Ha habido una confusión muy grave entre pecado y delito. Cuando el superior de una comunidad veía uno de estos casos, se pensaba que el victimario tenía que confesarse y hacer penitencia y ya era bastante. Pero, claro, no lo es. Hay un delito y un problema psicológico y antropológico gravísimo que no se repara ni se soluciona con una confesión y con la penitencia de un cambio de destino o de ocupación. El que el tema aflore ahora tiene mucho que ver con las víctimas que, a pesar de todos los problemas que ello les ocasiona, sienten que tienen que contar su historia, ser oídos, ser creídos. Quieren sanar y quieren colaborar a que nunca más un niño pase por algo parecido. Ese es un paso muy difícil de dar, pero hoy hay una visión mucho más favorable a que las víctimas sean valientes y denuncien.
Las víctimas quieren sanar, y colaborar a que nunca más un niño pase por algo parecido.
Para muchas personas, la actitud de la jerarquía eclesiástica al respecto no ha sido siempre la más correcta. ¿Qué le ha faltado y qué le ha sobrado a la Iglesia en su aproximación al tema?
Le ha faltado fidelidad al Evangelio, a la verdad y a la sinceridad, eso está muy claro. Y le ha sobrado proteger a la institución más que a las personas. Ese es un error tremendo. Una institución como la Iglesia no puede ayudarse a sí misma a través de la propaganda y la negación de los hechos. Solo puede ayudarse a sí misma atendiendo a las víctimas.
Ha faltado fidelidad a la verdad y ha sobrado proteger a la institución antes que a las personas.
¿Cómo ve las medidas adoptadas por la Iglesia y el Estado para hacer frente a la demanda de verdad, justicia y reparación de las víctimas, la comisión de investigación del Defensor del Pueblo y la auditoría externa encargada por la Iglesia al bufete Cremades&Calvo Sotelo?
Algo de beneficio reportarán, con toda probabilidad, pero estamos viendo que muchas víctimas no confían en la auditoría del despacho de Cremades y están acudiendo en un número de momento muy pequeño. La auditoría tiene un defecto de base: se va a ocupar solo del abuso a menores, dejando fuera un amplísimo dominio de abusos. En cuanto a la iniciativa del Defensor del Pueblo, también tiene el defecto de base de que se va a referir solo a la Iglesia, y no va a examinar otras instituciones educativas. No estoy diciendo que esto sea un ataque a la Iglesia, pero sí una oportunidad perdida para levantar muchas mantas encubridoras en muchos sitios, porque este es un problema que afecta a la sociedad entera. Las dos iniciativas nacen con defecto de forma, pero ojalá tengan todo el éxito del mundo.
¿Cree que estamos al final del túnel y cerca de la luz o que queda mucho camino por recorrer?
Creo que queda mucho camino, pero se están acelerando las etapas. Hay cosas en las que ya no es posible retroceder. Y esto es importantísimo.
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Muy buena entrevista muy completa ! Repara un nuevo horizonte sobre todo para las victimas de abuso sexual