

Nos fijaremos primero en el lugar y papel de la espiritualidad en teología, para centrarnos a continuación en el método de la Teología de la liberación (TL) como una cuestión de espiritualidad
Espiritualidad y teología
Entendemos por espiritualidad la vivencia concreta de la fe en un determinado contexto histórico y eclesial. La fe se vive siempre de una determinada manera. Por eso, en forma sencilla, podemos definirla también como ‘el modo’ concreto de vivir la fe o de ser cristiano y cristiana. O también – como solía decir Gustavo – como “la articulación de los grandes ejes de la vida cristiana en función del hoy que nos toca vivir”.
Segundo Galilea, tras definir la espiritualidad como “la mística con que los cristianos viven en un cierto contexto histórico-social las exigencias y tareas de su fe”, nos recuerda que aquella no es independiente de los dinamismos históricos y las motivaciones evangélicas con que los afrontamos; que en ellos se manifiesta y comunica el Espíritu, y que es en Iglesia, en la comunidad cristiana, donde nos es dado experimentar aquellos dinamismos como manifestación del Espíritu. Se trata de exigencias, de tareas, de impulsos renovadores, en suma. Ellos constituyen las fuentes histórico-sociales y evangélico-eclesiales de la espiritualidad. Esta, en el fondo, “no es otra cosa”, afirmará Jon Sobrino, que la “correspondencia” a la mencionada manifestación del Espíritu de Dios.
Donde se entrelazan cotidianamente amor a Dios amor al prójimo, en ese nudo se sitúa la espiritualidad
La fe vivida (la espiritualidad) busca su propia autocomprensión (teología). Y ésta, nos recuerda Gustavo Gutiérrez, “trata de ir a la raíz de la vida cristiana”, allí donde se entrelazan cotidianamente amor a Dios y amor al prójimo. En ese nudo se sitúa la espiritualidad. No es de extrañar, por tanto, lo que sostenía Marie Dominique Chenu: que, “en definitiva, los sistemas teológicos no son sino la expresión de las espiritualidades. Ese es su interés y su grandeza”. Y añadía: “Una teología digna de ese nombre es una espiritualidad que ha encontrado los instrumentos racionales adecuados a su experiencia religiosa”.
Y Gutiérrez remarcará que la espiritualidad es el eje vertebrador del discurso sobre la fe, le da su significación más profunda y su alcance más interpelante. Por eso la espiritualidad ocupa un lugar de primer plano en la teología de la liberación.
- El método teológico, una cuestión de espiritualidad
Gustavo ha afirmado rotundamente: “Nuestra metodología es nuestra espiritualidad, un proyecto de vida en proceso de realización”. Con razón, por eso, puede comentar Joao Batista Libânio que, en Gutiérrez, “el camino para ser cristianos es el fundamento de la dirección que se toma para hacer teología”.
Idéntica era la dirección en la que ya venía remando, por ejemplo, Jon Sobrino. Explicaba cómo, en la TL, el método, como camino del conocimiento, coincidía con el camino real de la fe, un camino antes vivido que pensado. Precisaba que no todo camino es cristiano y que, en consecuencia, no todo método es igualmente apto para producir un conocimiento teológico cristiano. Sostenía que no hay otro camino que el del seguimiento de Jesús, Verdad en cuanto Camino, a un tiempo. Y concluía que lo decisivo no está en pensarlo, sino en recorrerlo.
La vertiente pastoral
Sabemos cómo, históricamente, se han dado distintas formas de entender y formalizar una teología pastoral: desde su concepción como “práctica eclesiástica de la normatividad de la Iglesia” (una especie de recetario pragmático de modos de actuar), pasando por la de una “ciencia de la acción eclesial” (o de su autoedificación en base a sus tres dimensiones clásicas: la profética, la litúrgica y la caritativa), a pensarla como una “teoría de la praxis de los cristianos” (que toma en consideración una nueva relación con los explotados y oprimidos, la relación teoría-práctica, nuevas relecturas de la vida de fe, etc.).
Sociológica e históricamente han ido haciéndose presentes y desplegándose diversos modelos de pastoral. Desde la perspectiva de la TL, una de las cuestiones clave es “¿qué relación hay entre la salvación y el proceso histórico de liberación del hombre?”, ¿entre reino de Dios y construcción del mundo? Y a estas preguntas se han ido dando diferentes respuestas pastorales, correspondientes a etapas distintas del devenir pastoral.
También hoy la pastoral se pregunta cuál es la cuestión fundamental, cuál la herida principal a sanar
Gustavo Gutiérrez ha distinguido cuatro modelos pastorales: 1) El de cristiandad, en el que las realidades terrenas no tienen ni autonomía ni consistencia propias frente a la Iglesia, cuyo proyecto del reino de Dios no deja lugar a un proyecto histórico humano. 2) El de la nueva cristiandad, que trata de aliviar de algún modo la ruptura entre la fe y lo profano – la vida – con aquello de que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona. Pero sigue la separación entre dos ámbitos de realidad. La Iglesia sigue estando en el centro de la escena. Se preocupa por el mundo y por la creación de una sociedad justa e inspirada en principios cristianos, pero no directamente, sino a través de la forja de las conciencias. 3) El modelo de la distinción de planos, según el cual Iglesia y mundo están en planos distintos y separados. La unidad viene dada por el reino de Dios, a cuya edificación la Iglesia y el mundo contribuyen cada uno a su manera. A los laicos, como cristianos, les incumbe trabajar en los dos planos, el temporal y el eclesial, y “en tanto que cristianos” se reúnen para compartir y celebrar su fe y confrontar con la palabra del Señor su vida y su actuar social y político. Al sacerdote, lo que le incumbe es la misión de la Iglesia: evangelizar y animar lo temporal; tratar de que la Iglesia sea, en expresión de Congar, “alma de la sociedad humana”, procurando incidir en lo cultural. 4) El modelo pastoral de la liberación, que está implicado en la TL.
La TL supo entrelazar, sin disolverlas ni confundirlas, la dimensión vivencial o espiritual, la evangelizadora o pastoral y la reflexiva o propiamente teológica de la fe. Anudó fecundamente en ella contemplación, acción y pensamiento, escucha, discernimiento, servicio y profecía.
La teología, sin pastoral y espiritualidad, fácilmente deriva en doctrinarismo o ideología religiosa; la pastoral, sin espiritualidad ni teología, se convierte en voluntarismo y activismo sin alma; y la espiritualidad, sin pastoral ni teología, tiene difícil no caer en espiritualismos desencarnados o interiorismos e intimismos pietistas.
El método teológico como ‘memoria’ para avanzar en función del hoy
1. Pastoral, espiritualidad y teología nos convocan en el hoy
Al igual que ayer, también hoy la pastoral se pregunta cuál es la cuestión fundamental, cuál la herida principal a sanar, cual el reto al que responder. Es lo mismo que nos reclama la espiritualidad, que, en sus distintas definiciones o descripciones, no olvida nunca, enunciado de un modo u otro, aquel “en función del hoy que nos toca vivir”. Y la teología ha de confrontarse con la palabra de Dios, pero con la palabra viva y actual. Y para ello necesita entrar en diálogo de fe con ella desde un presente que pretendemos vivir en comunión con el Señor.
Todo se inició hace muchos años con una búsqueda de percepción genuina de la realidad, de lectura en fe de la misma, de una voluntad de fidelidad a sus requerimientos, percibidos como manifestación del Señor. Se hizo en suma un gran ejercicio de discernimiento: ¿Qué quiere el Señor de nosotros? ¿Qué quiere y espera de nosotros en esta hora?
Podemos decir que la voz de la periferia eclesial y sus impulsos renovadores se han hecho presentes en el centro. El papa Francisco sería expresión de este acontecimiento
El Vaticano II – en algunos aspectos por implementar y en otros por desarrollar – fue entonces un potente foco de luz para iluminar el camino a seguir. Releyendo el gran acontecimiento católico desde el subcontinente, la Iglesia latinoamericana acentuó la relación con el mundo y, en ella, la praxis de liberación. Medellín y posteriormente Puebla han sido dos claros ejemplos de una recepción continental selectiva y creativa del Vaticano II.
Por eso es útil recordar cómo, en aquellos momentos, un pastoralista tan reconocido como Casiano Floristán pudo decir que la práctica liberadora y la reflexión de fe sobre ella tenían mucho que decirnos. Y afirmaba rotundamente que la perspectiva liberadora en teología es la que – “a mi juicio”, precisaba – “ha sabido integrar mejor la vertiente pastoral. No como una especie de apéndice conclusivo, sino como su aliento y su alma”.
2. La ‘densidad’ del presente
Años atrás algunos se preguntaron si la TL tendría futuro. Es posible que los numerosos cambios habidos, la aceleración de los mismos y el hecho de que ya algunos se atrevieran a mencionar un cambio de época contribuyeran a que aflorara la pregunta. Reconociendo que todo lo humano tiene fecha de caducidad – y que la teología es creación humana –, la respuesta incidió en que la dimensión liberadora y los dinamismos transformadores de la fe son inherentes al Evangelio, que allí donde el mismo sea anunciado habrán de estar presentes y que, por tanto, esta exigencia a la fe no le viene de fuera, sino que le nace de la entraña misma de Jesús y su Evangelio.
Hoy podemos decir en cierto modo que la voz de la periferia eclesial y los dinamismos e impulsos renovadores de ella se han hecho presentes en el centro. El papa Francisco sería expresión de este acontecimiento. Nos propone una Iglesia en salida, hospital de campaña, misionera, y una Iglesia completamente sinodal.
En la apertura formal del Sínodo el Papa subrayó tres palabras: encuentro, escucha y discernimiento. Pocos días antes, uno de ustedes ya abundaba en ideas similares y las ponía por escrito: “Hoy, más que nunca, escuchar es clave para discernir el papel que los católicos han de jugar en medio de la pandemia actual y el futuro que se abrirá camino. Por tanto, es necesario encarnar el rostro de una Iglesia que escucha y aprende, porque sólo así la comunidad católica peruana será capaz de reconocer y discernir los nuevos desafíos pastorales de estos tiempos inciertos y examinar cómo revitalizar y actualizar las estructuras eclesiales.” Y reivindica la necesidad de criterios teológico-pastorales que orienten el compromiso actual de la Iglesia.
Puede visionarse la conferencia del autor en el Instituto Bartolomé de las Casas aquí:
Esta es una versión resumida del artículo “Teología de la liberación y método teológico: Teología, pastoral y espiritualidad” publicado en la revista Páginas Nº 264, Diciembre 2021.