
A mediados del mes de junio veía la luz la primera Red de Supermercados cooperativos, en Zaragoza. Una asociación de ámbito estatal, fundada por 10 tiendas participadas por la unión y grupos de personas que promueven alimentarse de una manera más sana, justa, con productos de cercanía y promoviendo el activismo contra los problemas ambientales y económicos del sistema tradicional de consumo. La iniciativa está respaldada por más de 50 proveedores de productos de base agroecológica e implica una implantación en 11 municipios.
La emergencia climática y la cantidad de intermediarios en el sistema alimentario intensivo, favoreciendo la concentración de oligopolios de distribución, son el abono perfecto para devolver la toma de decisiones a consumidores y consumidoras con compromiso por el entorno social, económico y del planeta. El modelo alimentario es causante de un 30% de las emisiones de efecto invernadero en el ámbito mundial.
Los supermercados cooperativos devuelven la toma de decisiones a consumidoras y consumidores
La buena acogida del documental Food Coop (2016), también sirvió de semilla en grupos de consumo que apostaron por la creación de supermercados cooperativos y participativos donde su base social decide los criterios que priman en los productos, priorizan a proveedores de cercanía, con precios justos y eliminando los beneficios de los distribuidores. “Sociocracia, repartir el poder y promover los valores que sintonicen y defiendan la coherencia en el consumo. Esta realidad es posible gracias a una construcción colectiva, creatividad y búsqueda de soluciones que pretenden transformar la sociedad”, asegura Rosa Rovira, portavoz del Food Coop BCN, abierto a comienzos de este mismo año. Y que ya supera las 500 personas asociadas.
Priorizan a proveedores de cercanía, precios justos y la coherencia en el consumo
El funcionamiento es similar en la mayor parte de centros de consumo y se basa en la cooperativa como modelo de negocio. La persona que se acerca a formar parte de esta iniciativa invierte en el capital social, entre 50 y 100 euros, con lo que se convierte en copropietario. No existen jefes, todas las personas, forman parte del proyecto en igualdad de condiciones, aunque luego se elija un Consejo Rector o Junta que tome las decisiones. Además de ese desembolso económico inicial y comprar todo el consumo en el supermercado del que forman parte, las socias dedican tres horas al mes en reponer, atender la caja o recibir a los proveedores. De aquí que no haya clientes. Las personas que participan del proyecto son las que acceden al espacio y compran. Y son atendidos, por turnos, por sus pares. “Los cooperativistas son el pulmón del proyecto y el boca-oído sirve de ejemplo para sensibilizar a más gente y contagiar en la participación. Hay una gran implicación de la gente en realizar sus turnos y en que todas las áreas del supermercado estén correctamente atendidas. Cuantas más personas nos conozcan y haya más socias el beneficio es compartido, en la reducción de precios, en la calidad del producto y redunda, por ende, en la mejora de los productores cercanos”, constata uno de los portavoces de la comisión de comunicación de La Osa. Este supermercado de Madrid abrió los 400 metros cuadrados actuales en la Avenida de Asturias, en plena pandemia, en diciembre de 2020 y su base social supera las mil personas. Ya venía de una tienda de unos 40 metros en la zona de Noviciado, unos 3 años antes. “Los fundadores vieron que en Francia y EE.UU. ya marcaban el rumbo desde hacía años y en 2018 la red de economía social en España proponía dar un salto de escala. Quizás fue una osadía pasar de 40 a 400 metros cuadrados, y a pesar de la COVID-19, decidimos seguir adelante, con financiación de cooperativa de crédito, banca ética, y tibio apoyo de las administraciones”, puntualiza el portavoz de La Osa. Este supermercado participativo se inspira más en el modelo de La Louve de Paris, que a su vez tomo como modelo el Park Slope Food Coop de Nueva York, el mítico centro considerado la mayor cooperativa, con más de 50 años de existencia y unos 17.000 miembros.
“El modelo de supermercados cooperativos promueve el consumo crítico, el producto ecológico que no es una cosa de pijos-progres sino de supervivencia del planeta, no tiene ánimo de lucro, y potencia la participación y la autogestión entre iguales, a través de mecanismos democráticos… Las mayores dificultades a las que nos enfrentamos vienen del modelo de sociedad actual que nos mantiene alienados por la falta de tiempo, y para mantener el funcionamiento óptimo de La Osa es crucial la colaboración constante y permanente de las cooperativistas y hemos notado, tras la pandemia, que eso flaquea”, destaca con vehemencia el portavoz del supermercado participativo de Madrid. “Lo ideal para las dimensiones y características del espacio y del proyecto es que podamos llegar a las 2.000 personas asociadas”, concluye. Además del consumo alimentario responsable, los súper alternativos, promueven la sinergia con cooperativas de energía limpia, con banca ética y proveedores coherentes con el bienestar animal.
En el caso de Barcelona los retos son similares, conseguir hacer viable el proyecto implicando cada vez a más personas y contagiando a más de las 50 que se encargan del núcleo duro, coordinaciones, gestión… “Estamos trabajando en un plan estratégico para los próximos tres años y replicar este modelo de economía social en otras partes. No es fácil contagiar a más personas, pero pido en este sentido un poco de valentía a los medios de comunicación y personas que influyen en las redes sociales para que expliquen y sensibilicen sobre la importancia de cambiar nuestra forma de alimentarnos, hay que volver a lo próximo, respetar a la tierra. Es una filosofía imprescindible para nuestra subsistencia y, por otro lado, nada novedosa”, puntualiza Rovira de Food Coop BCN. “Esto no es sólo un súper, es un conjunto de personas que promueven valores con visión de género, de activismo ciudadano, con el fin de movilizarse y atraer cada vez a más gente, sobre todo joven, tumbando el mito de que nuestros productos son más caros”, afirma Rovira completando que los márgenes de algunos alimentos se pueden reducir un 30% al eliminar intermediarios de la cadena.
Existen más de una decena de tiendas y supermercados cooperativos gestionados por las personas consumidoras en todo el Estado. Algunas de estas iniciativas son: Som Alimentació (Valencia) o El Rodal (Sabadell). También Landare (Pamplona) o Bio Alai (Vitoria). Geltoki Iruña es un espacio de novecientos metros cuadrados dedicado a la promoción de la economía solidaria, la soberanía alimentaria y el arte y cultura alternativa.
Los márgenes de algunos alimentos se pueden reducir un 30% al eliminar intermediarios
Es constatable que lo que falta es una apuesta por parte de las administraciones públicas españolas (en el caso de los Ayuntamientos hay mayor implicación) para apostar y ayudar estas iniciativas de economía solidaria que valoran al ser humano y al planeta. Pero, de forma paralela, la concienciación de la ciudadanía sobre el negativo impacto de producción y consumo habituales hace crecer el apoyo a los supermercados participativos.
Era fan de Som y me metí. Gente filosofía majetes.