La secuencia es de sobra conocida: una crisis sanitaria se extiende por todo el mundo y las medidas para contenerla provocan una crisis económica y social sin precedentes para nuestra generación.

Todo ello a escala planetaria en poco más de seis meses. El impacto ha sido desigual en las diferentes regiones del mundo, pero en todos los países se han puesto a prueba tanto la capacidad de los sistemas sanitarios para atender a las personas enfermas (de COVID-19 y de otras dolencias); como la de los sistemas económicos y de protección social para responder a las personas más vulnerables a la paralización de la actividad económica.
Que el detonante de todo ello haya sido una pandemia, ha puesto el foco en la Salud Global. Este concepto de bien público global se ha redimensionado convirtiéndose en una cuestión clave de seguridad para todo el mundo. También se ha puesto de manifiesto la necesidad de una reflexión sobre su gobernanza a nivel internacional y sobre las muy diferentes capacidades de los países para poder responder eficazmente a los retos que les plantea la COVID-19. La tensión a la que se han visto sometidos los Estados que cuentan con más recursos y capacidades (por ejemplo en el caso de España), da apenas una idea del excepcional desafío que tienen por delante los países más pobres, con déficits endémicos que la pandemia no ha hecho sino agravar.
Agenda 2030
Prueba de ello son los riesgos de retroceso de los que ya se alerta respecto a lo logrado en las últimas décadas en materia de inmunización infantil frente a la neumonía, o en la lucha contra las tres grandes pandemias de sida, tuberculosis y malaria. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio plantearon estos retos a la comunidad internacional en el año 2000. Quince años después, lejos aún de conseguirlo, la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible renovaba este compromiso y se proponía culminarlo a partir de un enfoque de transformador que fortaleciera los sistemas de salud avanzando hacia la Cobertura Sanitaria Universal.
La amenaza a la que nos enfrentamos desde hace meses es un poderoso recordatorio de la necesidad de incrementar el compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible para no dejar a nadie atrás, es la única forma posible de dar una respuesta efectiva a las múltiples crisis desencadenadas por la pandemia. Una de las pocas certidumbres de estos tiempos es que nadie estará totalmente a salvo en un mundo global hasta que todas las personas puedan estarlo. Hasta que dispongamos de vacunas, diagnósticos y tratamientos accesibles y asequibles en todo el mundo.
Algunos países centrales de la comunidad internacional se están desmarcando de una respuesta única basada en la cooperación internacional.
Compromiso internacional.
Lamentablemente, algunos países centrales de la comunidad internacional como Estados Unidos se están desmarcando de una respuesta única basada en la cooperación internacional y la coordinación de esfuerzos en este sentido. Frente a ello, la convicción y movilización de recursos de muchos otros los países organismos intergubernamentales, proyectos de integración regionales, entidades multilaterales, instituciones académicas, centros de investigación, organizaciones de la sociedad civil y empresas.
De este compromiso debe nacer una oportunidad para empezar a hacer las cosas de otro modo. En el caso de España esto exige una reflexión en profundidad sobre cómo concretar contribuciones eficaces y de impacto a un bien público como la Salud Global. Todo ello permitirá a nuestro país redefinir su posición en el tablero internacional en el que poner en valor y defender los intereses de los países socios de la Cooperación Española y sus particularidades (por ejemplo, la situación de los países de Renta Media de América Latina y Caribe o el Norte de África)
La propuesta de IS Global
Desde el Instituto de Salud Global de Barcelona tratamos de contribuir a esta reflexión con una propuesta que combine la respuesta inmediata a la COVID-19 con un planteamiento más amplio sobre las políticas de Salud Global.
La cooperación internacional es la clave para ayudar a los países más pobres o de renta media a fortalecer sus sistemas de salud y aliviar su deuda externa. Los retos más importantes a que se enfrentan estos países para hacer frente a la pandemia tienen que ver con:
- La carencia de infraestructuras que permitan acceso a agua potable y saneamiento, suministros regulares de energía en todas las zonas (especialmente las zonas rurales y más remotas de muchos países) y espacios que permitan el confinamiento en zonas urbanas superpobladas.
- Falta de material sanitario.
- Carencias previas para atender las principales demandas sanitarias: desnutrición, inmunización y enfermedades infecciosas endémicas.
Con la respuesta que se dé desde el multilateralismo y a partir de un concepto amplio de Salud Global para hacer frente a estos desafíos endémicos acentuados por la pandemia, se pueden sentar las bases de un sistema de cooperación internacional resiliente y que nos prepare globalmente para hacer frente a la eventual reproducción de estas amenazas en el futuro.
Es necesario, para ello, que España elabore una estrategia de Salud Global a partir de una concepción amplia de Salud que no se limita al cumplimiento de los indicadores sobre Salud y Bienestar (ODS 3) sino que está íntimamente relacionada con el cumplimiento de otros objetivos medioambientales y de equidad.
Están llamados a contribuir a la misma una pluralidad de actores de diferentes sectores y niveles que tendrán que encontrar el modo de complementarse con unas buenas dosis de imaginación e innovación que maximice las fortalezas de cada uno y las sinergias entre ellos. Buen ejemplo de esta complementariedad es en la generación de conocimiento para dar respuesta a problemas complejos en la que es importante que cada uno de ellos encuentre incentivos. La innovación debe hacerse extensiva a un ámbito fundamental, como es la financiación sostenible de diferentes iniciativas, algunas de ellas ya existentes a nivel internacional.
Dos debates de calado.
Hay, además, dos debates internacionales de gran calado a los que España debe contribuir desde esta concepción amplia de Salud Global. El primero tiene que ver con su gobernanza. La Organización Mundial de la Salud es la agencia que debe liderar internacionalmente la definición de políticas de salud pública, sin embargo, el cuestionamiento al que se está viendo sometida su gestión, de nuevo Estados Unidos, evidencia las costuras de un mecanismo que depende para su funcionamiento y toma de decisiones de los recursos y mandatos respectivos de los Estados que lo integran. La urgencia de una respuesta a la pandemia está explorando alternativas, ACT-Accelerator, abriéndose a los nuevos actores e innovaciones que se plantean en el punto anterior pero respecto al que hace falta avanzar en la definición de un modelo de gobernanza eficaz y justo.
El segundo de los debates es el que tiene que ver con la definición de un modelo de innovación y acceso a tecnologías biosanitarias que tenga en cuenta la diversidad de actores de este ecosistema (estados, empresas farmacéuticas, centros de investigación, profesionales sanitarios, pacientes, sociedad civil) y el papel que están llamados a desempeñar, tanto en la respuesta a la COVID-19, como en la definición de un nuevo modelo basado en el interés público y en la garantía del acceso universal a los productos que contribuyan a un Bien Público Global como la Salud.
La posición de España.
El gobierno de España ha expresado en reiteradas ocasiones desde el inicio de la pandemia su compromiso con una respuesta multilateral de vocación universal a esta pandemia.
El 21 de julio, el Consejo de Ministros aprobó la Estrategia de Respuesta conjunta de la Cooperación Española a la crisis de la COVID-19. En la definición de la misma se llevó a cabo un importante esfuerzo de participación amplia de los diferentes actores clave de la Cooperación Española que prevé la movilización de, en principio, unos 1.720 millones de euros para financiar actuaciones de respuesta inmediata a la pandemia.
Además, se ha anunciado para la legislatura una reflexión en profundidad que conduzca a la reforma de la misma en los próximos años. Una vez culminada esta reforma, el compromiso es alcanzar una recuperación presupuestaria que lleve la inversión en Ayuda Oficial al Desarrollo por parte del Gobierno del 0’5% del PIB. Esta reforma deberá contemplar entre sus prioridades el carácter prioritario de la Salud Global para la Cooperación Española con la definición de una estrategia específica en los términos que se han apuntado en este artículo.
La solidaridad es una necesidad en interés de todos y todas en la que la amenaza de la pandemia ha hecho converger dos conceptos tan diferentes, y a menudo distantes, como seguridad y justicia. En los próximos meses tenemos ante nosotros la posibilidad de que esta idea sea la que vertebre la política de cooperación con la que España se posicione en el mundo.