¿Personas o refugiados?

El drama de las miles de personas abandonando el horror de la guerra siria, lejos de solucionarse, se enquista con la irrupción de nuevos actores: los bombardeos rusos apoyando al régimen de El Asad, los franceses contra bases del Isis, que se suman a los ataques autorizados por Reino Unido y un conjunto de países de la zona (Qatar, Arabia Saudí, Barhein, Jordania, Emiratos Árabes), que unen sus cazas a los de Estados Unidos. Turquía hace lo mismo desde sus fronteras y el resultado es que en el quinto año de escalada bélica, casi cuatro millones de personas han huido de Siria, entre ellas un millón se refugian en el vecino Líbano.

El Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) advirtió del «peligroso giro» que toma la crisis, ya que dos millones de sirios y sirias menores de 18 años podrían convertirse «en una generación perdida». En el interior del país, más de siete millones de habitantes abandonaron sus hogares y cerca del 60% de la población vive en la pobreza.[quote_right]Países como Hungría están vulnerando la libre circulación de personas[/quote_right]

Europa ha visto sacudidas sus fronteras: sólo en este 2015, 590.000 personas han entrado en ella huyendo de ese y otros conflictos. La Unión Europea, dividida, se resquebraja en sus contradicciones. Por un lado, países como Hungría están vulnerando uno de los pilares de la Unión: la libre circulación de personas. Por otro, la ausencia de una política de asilo común y la asignación de cuotas de personas refugiadas a los Estados miembros. El número que la Comisión propone repartir ronda los 160.000 y la mecánica de reparto de las cuotas ha perdido todo rasgo de voluntariedad y excepcionalidad para asumir los de obligatoriedad y permanencia.

Hoy cinco países —Alemania, Francia, Italia, Suecia y Reino Unido— soportan el peso del 75% de las solicitudes de asilo. Alemania, de forma unilateral, se prepara para recibir a 800.000 solicitantes de asilo este año. En la geografía de la Unión, destaca el llamado Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), reacios a las cuotas obligatorias. Y, si bien es cierto que Berlín ha acabado por alinear a su alrededor a Italia y al bloque de países escandinavos y por convencer a París de que tome en consideración el mecanismo de las cuotas, Irlanda, el Reino Unido y Dinamarca están exentos de aplicar las políticas de Interior y Justicia de la UE. El Gobierno español ha ido, a regañadientes, aceptando el cupo del reparto asignado, sin mucho entusiasmo y tras una visita de la canciller alemana a Rajoy.

De acuerdo con la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, un refugiado es una persona que «debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país”. Cuando el país de origen ha probado ser incapaz o no muestra su disposición a proteger la seguridad y derechos básicos de quienes huyen, los Estados de acogida tienen la obligación de no expulsar ni devolver a los refugiados o solicitantes de asilo a cualquier país donde puedan correr peligro. También de otorgarles la ayuda básica y los mismos derechos que a cualquier otra persona extranjera que sea residente legal.[quote_left]El Gobierno español ha aceptado a regañadientes el cupo del reparto asignado[/quote_left]

El mar Mediterráneo es hoy la mayor frontera física y económica del planeta, con una proporción inversa y gigantesca entre el PIB y la tasa de crecimiento demográfico a una y a otra orilla. Arroja la estadística migratoria más trágica de todas las fronteras del mundo: frente a los 6.000 fallecidos desde el año 2000 en la frontera de México con Estados Unidos, en las fronteras externas europeas las víctimas ascienden a 22.394 personas, casi cuatro veces más.

La ciudadanía europea parece considerar que el alto número de vidas humanas que se cobra el cierre de nuestras fronteras es el precio inevitable de garantizar nuestra seguridad. Pero, tras miles de ahogados anónimos, la imagen de un niño muerto en una playa, devuelto por el mar a nuestros pies, ha sido la espoleta para hacernos abrir los ojos. Y es ahí cuando, en paralelo, aparecen los profetas y profetisas del miedo, afirmando que son fugitivos, que es el caballo de Troya del Islam para dinamitar Europa, que se infiltran terroristas, que se utiliza a los y las menores para que nos sintamos culpables y se preguntan por qué no huyen hacia otros países árabes como Arabia Saudí y por qué no son socorridos por la Media Luna Roja.

Los expertos recuerdan que no estamos ante una guerra de religiones, de musulmanes contra cristianos. Si observamos el mapa de la guerra, ésta se produce entre personas musulmanas de distintas creencias, suníes y chiíes. En medio de esta guerra se encuentran atrapados miles de cristianos y yazidíes, a quienes se masacra ante el silencio y la inacción internacional. Como recuerda Francisco Pleite Guadamillas en un periódico nacional: “No estamos ante una guerra de civilizaciones, no es real el llamado choque de civilizaciones, Occidente no lucha contra Oriente. Estamos ante una guerra entre la libertad y la barbarie: esa es la cuestión sobre la que hay que tomar conciencia, en primer lugar y, en segundo lugar, medidas. La barbarie sobre las personas que son esclavizadas, lapidadas, mutiladas y asesinadas. Estamos ante la exaltación de la brutalidad, de lo inhumano, la negación del hombre; ante el ataque a la esencia de la existencia del ser humano, la irracionalidad se apodera de la vida e infunde el miedo a las masas. La barbarie no es nueva, lleva tiempo y se ha incrustado en una parte del territorio de Oriente. A las muertes actuales les preceden otras igual de horribles, las cuales se nos han olvidado y, a su vez, serán preludios de otras igual de terribles si no se adoptan medidas”.[quote_right]Los Estados de acogida tienen la obligación de no expulsar a los solicitantes de asilo a cualquier país donde puedan correr peligro[/quote_right]

Europa no debe renunciar a ser la abanderada de los derechos, las libertades y la tolerancia. Europa tiene la oportunidad de reconducir sus políticas como Unión y de lanzar un mensaje al mundo. Si Europa se encierra y “levanta concertinas” acelerará la pérdida de esos valores que sirvieron para cicatrizar la honda herida que ya sufrió en su propio seno a mediados del siglo XX.

David Álvarez Rivas

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