En el décimo aniversario del 15M nuestro ex-director y siempre compañero Miguel Ángel Vázquez reflexiona lo que supuso y sigue suponiendo aquel movimiento inesperado que él vivió intensamente, y que puso del revés el orden establecido en nuestro país e impulsó una ola de protestas globales. Una de sus reflexiones es acerca del riesgo de convertir en un fetiche lo que fue una chispa.

Hay quien dice que no hay nada menos 15M que la nostalgia del 15M. Sin embargo, estos días se multiplican los artículos que revisitan ese hito histórico, ya sea para reivindicarlo de manera encapsulada como para desprestigiarlo. Se cumplen diez años de la manifestación que dio lugar a la acampada que dio lugar al movimiento que supuso el inicio del fin del bipartidismo en nuestro país y a un estallido de activismo como no se había visto en décadas.
A pesar de esto, corre entre ciertos opinólogos de la verdadera izquierda, de estos que tienen un señor mayor encerrado en un cuerpo no tan viejo y que viven de polemizar en redes y hablar de su libro, una suerte de aquello no fue para tanto, cuando no directamente una necesidad de levantar sospechas y elucubrar conspiraciones. Que están a un paso de decir que el 15M fue facha, vaya.
Nos recordarán estas voces durantes estos días que el PP arrasó en las municipales de mayo de 2011 y en las generales de ese mismo año. Se apoyarán en esto para denostar la transversalidad y aquello del 99% porque, claro, ahí cabe cualquiera y vaya usted a saber. Retorcerán los datos y la hemeroteca para demostrar el apoyo de los grandes grupos mediáticos, cuando lo cierto es que, salvo algunos digitales incipientes (ahí estaba esa cuna de grandes que fue Periodismo Humano), las principales cabeceras solo hicieron caso cuando fue inevitable hacerlo: no se puede ocultar una acampada multitudinaria en la Puerta del Sol la semana antes de unas elecciones.
No entendieron de qué iba entonces y no lo entenderán hoy. Había que estar en las plazas para ello
En fin, dirán estas voces denostadoras lo mismo que ya decían hace 10 años los que veían que esta nueva forma de pensar y pulsar el activismo les quitaba su protagonismo oxidado. Nada nuevo. Nada transformador. Nada que haya servido para cambiar nada. No entendieron de qué iba entonces y no lo entenderán hoy. Había que estar en las plazas para ello.
Del mismo modo, la crónica hagiográfica de lo que fue tampoco nos será muy útil hoy, diez años después, y puede incluso llegar a ser más contraproducente con los postulados y el espíritu del movimiento que la crítica de los rencorosos. Había que estar en las plazas, sí, pero no se puede seguir en “aquellas” plazas. Si el 15M es una reliquia intocable con sus propios cronistas oficiales, entonces el 15M ya no sirve para nada. Si el 15M solo es un hermoso recuerdo individual de una experiencia personal, entonces el 15M ya no sirve para nada.
Corre el riesgo esta visión reivindicadora del movimiento de convertir en fetiche lo que fue una chispa. El 15M como realidad perfecta e inalcanzable, el 15M como nuestro tiempo pasado que fue mejor, el 15M como “es que en la casa se vive todo más intensamente”.
Pasa también que en el 15M éramos más jóvenes y, claro, igual donde quieres estar no es de nuevo en una asamblea de la Comisión de Política a Largo Plazo sino en tus veintitantos años. Comprensible pero poco eficaz en nuestro contexto.
A mí me pilló al filo de la treintena, recién llegado de una Honduras en resistencia frente a un golpe de Estado y siendo candidato de un pequeño partido por entonces bastante utópico (en la mejor de sus acepciones). Encontré entre todo lo que se movía bajo las carpas azules de Sol un catalizador que daba sentido a todas mis apuestas político-sociales y las unificaba.
Era evidente que la revolución empezaba ahí y de verdad sentíamos que estábamos cambiando el mundo
Era evidente que la revolución empezaba ahí y de verdad, de una forma muy auténtica, sentíamos que estábamos cambiando el mundo. De hecho, la segunda parada del 15M fue la increíble manifestación global del 15O. Todos los países de La Tierra manifestándose a la vez contra un sistema injusto. Queríamos cambiar el mundo.
Me sirvió esa primera semana de acampada, que me pilló en plena campaña electoral, para entender muchas de las cosas que luego se llamarían “nueva política”. Aquello era sin logos, sin banderas, sin siglas… Aquello iba de cooperar y no de competir. Aquello iba de unir fuerzas desde lo común y desde la diversidad para lograr objetivos mayores.
Aquello nos decía a voces que lo institucional era solo una herramienta y que los partidos tenían que estar en retaguardia y al servicio de la ciudadanía organizada y sin organizar, no eran un fin en sí mismos. Esa lucha llevé desde entonces al que fue mi partido y por eso mismo acabaría siendo invitado a salir 5 años después. El 15M fue de todo menos identitario y eso no lo llegó a entender todo el mundo. Por el camino se lograron cosas muy interesantes con algunos partidos y movimientos que durante algún tiempo sí que lo entendieron.
Pero vaya, que esto es mi experiencia y no quisiera hace totem de esto. Con el 15M pasa un poco como con el Camino de Santiago, que dicen que hay tantos como peregrinos lo recorren. Pues eso.

Volviendo a nuestro contexto actual, resulta fundamental tenerlo en cuenta de cara a ponernos frente al espejo del 15M diez años después. Más allá de por el enésimo fin de ciclo dictado por la actualidad electoral, por el momento histórico mundial en el que nos encontramos.
Con un colapso climático y sistémico a la vuelta de la esquina, con un capitalismo en proceso de constante refundación desquiciada sobre los cadáveres que va dejando por el camino, con una ultraderecha global amenazando desde los discursos del miedo y el odio el consenso de la declaración de los Derechos Humanos… el décimo aniversario del 15M nos obliga a pensar qué queda de aquel movimiento que nos llenó de esperanza organizada y de qué puede servirnos ahora.
Por tanto, quizá no se trata tanto de hablar del 15M como del quincemayismo. No del momento sino de los aprendizajes. No del homenaje sino de la acción ahora. La década no como nostalgia sino como acicate.
Aunque sobre esto hay publicado mucho y muy variado, sí podríamos convenir que algunas de las claves principales del quincemayismo son la horizontalidad, la transversalidad, el asamblearismo, la no-violencia, el respeto, el internacionalismo, la creatividad, la proposición, la movilización y la repolitización.
Claves que nos hablan más de los “cómos” que de los “qués” en un momento en el que los “cómos” parecen haberse vuelto a reducir únicamente a la vía electoral y los “qués”, como digo, nos los están gritando las emergencias históricas del siglo.

En un momento de polarización insoportable quizá sea bueno recordar que la mayor transformación que ha sufrido nuestro país desde el 78 parte de una movilización que contaba con el 81% de apoyo según el CIS. Si de verdad queremos cambiar las cosas, si de verdad queremos que el 15M siga siendo chispa que encienda fuegos necesarios, ahí tenemos unas cuantas claves válidas. A los poderosos enemigos capaces de apagar esa chispa y sus estrategias ya los hemos ido conociendo por el camino. No, nuestros sueños siguen sin caber en sus urnas. Van más allá.
La placa popular que se puso bajo la estatua de Carlos III en aquella semana frenética de 2011 decía “Dormíamos, despertamos”. Una de las pancartas más replicadas gritaba que “si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir”.
Hoy, diez años después, con una realidad que sigue sin dejarnos soñar y con una década de despertar colectivo a cuestas, estamos en pleno insomnio del 15M. Con los ojos como platos, comidos de ansiedad y sin fuerzas. Una vez que despiertas ya no puedes volver a dormir. Al menos hasta que alcances los sueños que te niegan y puedas sentarte a descansar.
Mi profesor de Geografía e Historia de 2º de BUP, Julián Jimeno, explicaba el Renacimiento de una forma que aún hoy sigo recordando. Mientras que en la Edad Media habían estado intentando replicar sin éxito lo que hicieron los romanos, en el Renacimiento empezaron a pensar, desde su propio contexto, como pensaban los romanos. Y floreció todo. Quizá sea el momento de abandonar Sol y empezar a pensar como pensábamos cuando fuimos a Sol. Nos va el futuro (que sin ser ya jóvenes seguimos sin tener) en ello.
- En el insomnio del 15M - 15 de mayo de 2021
- Siete años sin justicia en el Tarajal - 10 de febrero de 2021
- Perdón, Gracias, Por favor - 24 de noviembre de 2020
El quincemayismo sigue vivo, compañero…
Yo también estaba entonces en el mismo partido que tú. Y recorrí la acampada con el alma encogida y esperanzada. Creí que aún se podía hacer un mundo mejor.
Pero no…