«Las mayorías sociales no son conscientes de la necesidad de cambio»

Entrevista a Yayo Herrero, directora de la FUHEM y profesora de la UNED

Promotora e investigadora desde hace muchos años de diversas iniciativas sociales -ecología, feminismo, derechos humanos…-, Yayo Herrero está empeñada en hacer posible un modelo económico diferente, que pasa por un planteamiento serio del modelo productivo. Directora de la FUHEM (Fundación Hogar del Empleado) y profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, piensa que las mayorías sociales aún no son conscientes de la necesidad del cambio drástico que hay que hacer.

¿Hemos aprendido algo en todos estos años de crisis?

Creo que mucha gente ha aprendido mucho. Para nada nos encontramos ante un planteamiento político como el que había antes del 15M, pero seguimos estando en un estado de permanente crisis de legitimación democrática que no se ha resuelto. Siguen abiertas un montón de grietas y fracturas que evidencian que las cuestiones no están resueltas. Aunque también creo que se ha producido una proliferación de iniciativas en muchos espacios -economía social y solidaria, organización en barrios- que son verdaderamente notables. Hemos aprendido muchas cosas, pero no hemos llegado a generar todavía una masa crítica suficiente como para revertir algunas cosas. 

Yayo Herrero, directora de la FUHEM y profesora de la UNED

Yayo Herrero en un momento de la entrevista. FOTO J IGNACIO IGARTUA

¿Qué procesos de transformación son necesarios para conseguir una sociedad más igualitaria y sostenible?

En primer lugar, un planteamiento serio de cambio de modelo productivo. Es clave rectificar el binomio que supone la energía y el clima. A la vez, este proceso de cambio se tiene que hacer con unos criterios de protección social y de atención especial a las personas más vulnerables y empobrecidas, con un criterio de radical justicia y de reparto de la riqueza. La tercera pata que necesitamos es un ejercicio de pedagogía popular y de disputa de la hegemonía cultural. Las mayorías sociales no son conscientes aún de los problemas, los retos y la necesidad de cambio drástico que hay que hacer.

 En este sentido, ¿tendríamos que repensar el modelo de escuela, de educación?

El sistema de educación es clave, porque un programa educativo no deja de ser otro terreno de disputa. Controlar la educación es controlar una parte importante de generaciones. Ahora bien, con las urgencias que tenemos no nos podemos limitar al terreno de la escuela, porque esta no nos va a resolver los problemas estructurales en la economía, en la política, en la redistribución de la riqueza… El ejercicio de pedagogía va mucho más allá de la escuela.

 ¿En todos los cambios necesarios de los que habla están funcionando las redes de economía social y solidaria?

Si hay un espacio en el que se da un importante paso hacia adelante es en el de la economía social y solidaria. Otra cosa es que la escala aún no sea la adecuada al tamaño del problema y la reconversión que necesitamos. Un buen camino lo está marcando el Ayuntamiento de Madrid con el proyecto MARES –iniciativas de autoempleo, recuperación de espacios, creación de empresas. Si hubiera una apuesta importante institucional, no para financiar, no para condicionar, sino para catalizar, podría haber un salto muy importante.

 ¿Pero no se ha quedado como una experiencia más, como un cierto idealismo?

Sin hacer publicidad, Som Energía tiene más de 40.000 socios y consiguió cinco millones de euros en un crowdfunding para unos proyectos de energía solar. No es una tontería, teniendo en cuenta además que todas las cuestiones de crisis ecológica y social no acaban de formar parte de las agendas prioritarias de los partidos –ni de la izquierda, ni de la derecha- y que hay un miedo terrible a plantear la crudeza de la situación material. Creo que se podría hacer un discurso enormemente motivador, pero que requiere muchas horas de estudio y muchas veces las personas que están en el espacio político tienen que estudiar tantas cosas que a veces faltan los tiempos.

 La gran mayoría de los ciudadanos viven en las áreas urbanas, ¿qué importancia tiene la ciudad en el cambio social?

Es fundamental. Cuando miramos la incidencia del metabolismo urbano en el cambio climático, en la crisis de materiales, en la generación de desigualdades, vemos que el medio urbano se lleva la palma. La ciudad es un enorme sumidero de recursos, que incide en el corazón del poderoso sistema de desigualdades. Por un lado, son enormemente responsables de muchos problemas. Por otro, son enormemente vulnerables. Ante una eventual crisis ecosocial las ciudades se quedan inermes a la hora de poder tener un cierto grado de autosuficiencia. Por otra parte, en las ciudades se están dando unos procesos de creatividad y de movilización social impresionantes, con un fondo transformador tremendo.

 ¿Qué cree que no se está haciendo bien?

Yo soy crítica, por ejemplo, con que las ciudades del cambio han sido un espacio de esperanza tremendo –se están haciendo muchísimas cosas muy bien-, pero se están quedando lejos de muchas de las expectativas de la gente. Creo que este recorte de expectativas no se está explicando. Pienso que los nuevos gobiernos han entrado muy rápido en la lógica más clásica de los partidos que tienden a expulsar la diversidad, cuando tiene que ser justamente lo contrario: hay que recogerla, tratar de canalizarla bien, trabajar con ella y que no se convierta en un peloteo agresivo.

 De todas maneras hay mucha gente –partidos, medios, grupos económicos- que critican cualquier medida.

Una cosa que discuto mucho con algunas personas que están en estos espacios es que si tú pones en marcha medidas que la gente no comprende, parece que son caprichos de un hippie rojo, ecologista o feminista que ha llegado a una institución. Por tanto, me parece fundamental colocar todos esos pasos y medidas en el “paraguas” de un análisis material y completo que explique por qué se hace. Si creas un buen programa y montas una buena campaña la gente empieza a asumir las medidas en otro modo muy distinto. Pienso que hay una falta importante de asumir un relato o una explicación.

¿Es un problema de comunicación o de miedo?

Son ambas cosas. Es verdad que hay un cierto machaque de los medios más conservadores, pero desde una institución el discurso tiene peso. Todavía existe esa idea de que “si tú cuentas las cosas así” lo que vas a generar es miedo y el miedo genera parálisis y desafección. Esto no lo comparto para nada. Si cuentas las cosas con respeto y como son, que no es para salvar el planeta sino para salvar las condiciones materiales de existencia de nuestra especie, la gente lo entiende, no es tonta.

 ¿Se plantea implicarse en la política municipal desde las instituciones?

No. Me lo propusieron en las elecciones anteriores y he vuelto a tener alguna propuesta hace poco. Después de pensarlo mucho, creo que hay que seguir haciendo política fuera de las instituciones, mantener los movimientos sociales. Generar ciudadanía es muy importante, así como educación popular. Me parece que para entrar en un proyecto de esta naturaleza necesitas un equipo sólido, un proyecto y también es que no sé si sabría aguantar bien el fuego amigo.

Autoría

  • J. Ignacio Igartua

    Llevo más de 30 años en este apasionante mundo de la comunicación (Ya, La Información de Madrid, Vida Nueva…), si bien los últimos en la acera de los parados. Desde hace unos 15 años, vivo mi fe –y buena parte de mi vida- junto a Paloma (mi mujer) y una comunidad con la riqueza de familias jóvenes y adultos de la parroquia de San Agustín, en Alcobendas. También con ellos vivo la esperanza de conseguir un mundo más justo mediante la acción desde nuestra pequeña ONGD, Sintiendo el Sur, trabajando en el sur de Honduras. En alandar mantengo el gusanillo de la letra impresa y vivo la riqueza de la Iglesia desde una perspectiva libre y evangélica.

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