Por Salvador Mendoza y Jaime Atienza
El pasado día 26 de octubre falleció Luis Arancibia Alcaraz, con 75 años muy bien vividos, 57 de ellos al lado de Pilar, su mujer. Se fue lleno de fuerza, entereza y sentido del humor hasta el último momento de su vida. Como persona excepcional, su huella ha sido muy profunda en muchísimas personas y su energía y su vitalidad le han acompañado siempre hasta el punto de que muchos no imaginarían, viéndole en acción, los graves problemas de corazón que ha acarreado desde hace 17 años.
Luis tuvo una brillante trayectoria académica primero y profesional después en el mundo de la empresa, en España y Argentina. Esa carrera se interrumpió de manera súbita cuando hace 17 años sufrió un ictus. Desde ese momento, Luis puso su energía desbordante y su implacable rigor en la organización y la gestión al servicio de diferentes proyectos sociales.
Alandar fue uno de ellos y Luis apoyó de manera concienzuda –no conocía otra– a la directora en aquel momento, Charo Mármol y todo el equipo de la revista para mejorar la gestión y organización económica, con el objetivo de asegurar la continuidad del proyecto, aportando un trabajo fundamental durante más de una década.
También colaboró Luis con la Fundación InteRed, una ONG especializada en la cooperación internacional en materia de educación, a la que apoyó en diferentes procesos de planificación estratégica, que ayudaron a la organización a innovar y transformarse.
Luis tuvo una activa y duradera implicación con APLA (Amigos del Pueblo Latinoamericano, una asociación de acogida y atención a personas inmigrantes) y le dedicó un esfuerzo muy especial al “proyecto vivienda”, con el que se llegaron a conseguir 43 viviendas en régimen de alquiler –para lo cual, incluso, logró gestionar la recepción de créditos con importantes entidades financieras- y del que era parte muy importante el seguimiento y apoyo a las personas y familias que se acogían a ese régimen.
Más adelante Luis también se implicó activamente en Pueblos Unidos, organización social que en el distrito de la Ventilla de Madrid trabaja por la inserción social y laboral de los inmigrantes y de personas en situaciones de vulnerabilidad social. Allí Luis tuvo como tarea principal rediseñar e impulsar el área de Búsqueda Activa de Empleo. Aportó su empuje y entusiasmo, su capacidad organizativa y su conocimiento del mundo empresarial y le tocó bregar con los primeros zarpazos de la crisis que, sin duda, supuso un claro cambio de tendencia en la búsqueda de empleo.
También le dedicó Luis mucho trabajo durante décadas a la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de Madrid, participando en su Consejo Pastoral en varias comisiones y como representante de la comunidad de base, trabajando en la elaboración de la línea directriz de la parroquia (dedicando a ello mucho tiempo e ilusión e implicándose en la redacción). Siempre soñó con una Iglesia de iguales, sin tantas diferencias, con mayor protagonismo de los laicos, en la que todas las personas tuvieran algo que decir y que aportar y, al mismo tiempo, socialmente comprometida con las personas pobres.
Su compromiso social y su forma de actuar no acababan en esos proyectos, también estaban en sus actos personales y en su día a día
Pero su compromiso social y su forma de actuar no acababan en esos proyectos, también estaban en sus actos personales y en su día a día. Confiando y apoyando a muchas personas en dificultades, casi siempre inmigrantes, desde ese difícil equilibrio entre ayudar, apoyar y acompañar. Pero también en la exigencia de rigor, seriedad y profesionalidad, sin dejar espacio a la autocompasión ni al victimismo. A veces a Luis le costaba ese trato personal más directo, pero nunca cejaba en el empeño de hacer algo si consideraba que era lo justo, aunque pudiera tener costes económicos o personales.
Impresionaba ver llorar en el tanatorio a muchas personas que no pertenecían a su familia pero que coincidían en decir “fue como un padre o un referente para mi”. Escuchárselo a personas tan diversas en cultura, profesión y relación con él resultaba revelador de su capacidad para aportar y ayudar a personas con diferentes contextos.
Es difícil no tener la impresión de que quienes tuvimos la fortuna de vivir de cerca alguna etapa de su vida, observamos su capacidad para ofrecer siempre algo especial de su atención, valoración, cariño, inteligencia, pasión por el debate –político, social, deportivo– a muchas personas.
Siendo que su corazón funcionaba cada vez peor –él se refería con mucha tranquilidad a los escalones que bajaba y que ya no podría recuperar– jamás dejó escaparse un atisbo de vida con mayúsculas y rara vez escuchó nadie quejas de su parte, tal vez solo el frío que sentía con frecuencia. Una comida, una reunión, un asado familiar –que preparaba con todo cuidado durante horas–, siempre estaba tramando algo Luis… Un viaje, un encuentro, siempre planes y acción, siempre sacando lo máximo de las condiciones que su corazón le permitía. Mantuvo hasta su ingreso en el hospital una actividad cotidiana que incluía el ocuparse y disfrutar regularmente, junto con Pilar, de sus catorce nietos, incluso dedicando a alguno de ellos horas semanales de estudio, implacable siempre en las tareas y el seguimiento.
Luis fue también un gran conversador, con sentido del humor y opiniones fuertes y pasión por el debate y el intercambio de ideas. Lector fiel de El País, siempre estaba preparado para entrar en una discusión a fondo, política, económica, social, nacional o global… con seriedad y rigor, a veces hasta excesivo. Este 2015 fueron muchas las charlas electorales y cuando se celebren las elecciones no será difícil imaginarle haciendo su análisis final, con un resultado que casi seguro habría predicho.
Murió con una absoluta paz, que nacía de la fe con que vivió
Murió con una absoluta paz, que nacía de la fe con que vivió y con la que llegó hasta el final, despidiéndose de hijos, nietos y amigos más íntimos, con tranquilidad y profundidad. Dejó claro, poco antes de sufrir el infarto definitivo, que quería un funeral que festejase su vida. Así lo prepararon su mujer, sus hijos Luis, Pilar, Ana, Arancha y Begoña, sus catorce nietos, el resto de su familia y sus mejores amigos y compañeros de comunidad y así se celebró en su parroquia, Guadalupe.
Como todas las grandes personas, el hueco que nos deja es grande. Pero también lo es –mucho más y dentro de un tiempo lo viviremos así- la huella de vida que ha dejado a su alrededor en tantas personas y el ejemplo que ha supuesto para muchos en facetas muy diversas.
Que el PADRE BUENO, con quien seguramente ahora departe y comparte LUIS, colme de todos los valores y virtudes con los que lo enalteció, a todos y todas quienes con él compartieron parte de su VIDA PLENA! Porque nuestra sociedad, cada uno de nosotros, necesitamos estos EJEMPLOS VIVOS de servicio, compromiso, entrega, AMOR por las demás personas, para fortalecer las luchas actuales por una vida más JUSTA para todos. GRACIAS POR ESTA NOTA QUE ALEGRA EL CORAZÓN!