“Estamos entrando en un nuevo proceso de rebeldía que necesitamos”

Pedro Arrojo, Premio Goldman 2003 y exdiputado.

Lleva toda su vida en la lucha medioambiental, lo que le llevó a ganar el Premio Goldman -algo así como el Nobel ecologista- en el año 2003. Lo ha hecho desde la investigación, desde los movimientos sociales, desde el activismo y, durante las dos últimas legislaturas, desde el Congreso de los Diputados. Ahora se lanza a impulsar la II Marcha Mundial por la Paz y la Noviolencia. En lo que cambia el mundo, Pedro Arrojo saca un rato para respondernos.

Pedro Arrojo en un momento de la entrevista. Foto: Pedro Arrojo

Has sido diputado por el grupo Unidas Podemos a lo largo de las dos últimas legislaturas. ¿Se puede sobrevivir a la institución?

Tiene su mérito, ¿eh? Pero sí, sí, se sobrevive. Yo me comprometí a eso, a estar en la institución como un deber en el que podía aportar. Estoy escribiendo un pequeño librito, muy cortito, ya veremos si alguien lo quiere publicar, al cual lo titulo “Fue un enorme honor, fue sumamente interesante pero no fue un placer”. Hubo momentos en los que lo pasé mal. Momentos en los que me retiraba al baño o a mi despacho a llorar un poquitín frente a cosas que me rebelan muchísimo como por ejemplo el cinismo político vivido en vivo, a dos metros de tus narices. Es como un espectáculo en vivo, para lo mejor y para lo peor se vive con más intensidad. Hubo compañeros que me veían hecho polvo en esos momentos, no siempre, y me decían “Pedro, esto tienes que saberlo, tienes que acostumbrarte”. Y yo les respondía que no me quería acostumbrar, que quería salir vivo de ahí. Quiero que me siga indignando la injusticia y el cinismo profesional de algunos políticos, no de todos. He salido vivo y sintiendo y pensando, creo, de la misma forma y en la misma sintonía que cuando entré en el parlamento.

Vamos al mundo. En un momento en el que fuerzas de ultraderecha ponen en cuestión los propios Derechos Humanos, ¿qué ha quedado de la década de las grandes propuestas mundiales como la Carta de la Tierra, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los Objetivos de Desarrollo Sostenible…?

Bueno, cuando se lanzan este tipo de grandes propuestas que implican grandes cambios y, por tanto, cambios en las correlaciones de poder, que es una cuestión difícil, lo que se expresa es una necesidad de transformación. El nacimiento de un movimiento, de una presión que tarde o temprano llegue a ser realidad. Que el lado bueno de la fuerza se acabe imponiendo. Pero no hay garantía ninguna de que esto pase. Entonces, cuando surgen estos movimientos suele surgir también réplicas en el sentido contrario. Estamos entrando en situaciones de quiebra, de crisis, y las crisis son multipolares. Obviamente cuando tú levantas un movimiento solidario mundial que supere contradicciones que están poniendo en riesgo la vida misma también van a surgir los movimientos contrarios. Y estamos viviendo eso, un momento de contrastes entre polos opuestos.

Otro mundo es posible porque es necesario.

Eso explicaría, en un momento en el que los mayores retos de la humanidad son globales (el colapso climático, miles de personas migrantes muriendo en el mar…), esa vuelta a los nacionalismos.

Claro, lo que pasa es que en el fondo son cosas compatibles. Lo que hay en todo caso es que madurar esos sentimientos en una línea solidaria, en una línea de maduración de la humanidad. Cuando surge cualquier movimiento emancipatorio al principio tiene un punto de sectario en el sentido de poder existir y crear identidad. Cuando nace el movimiento contra la opresión racial de los blancos ningún blanco debe entrar, porque están fortaleciéndose en su identidad. O cuando el movimiento feminista arranca. Cuando ya es más fuerte es más integrador y, por tanto, es más poderoso. Yo creo que en este sentido esos nacionalismos emergentes expresan cosas que son buenas frente a esa globalización aplastante de los grandes poderes del pensamiento único. Se necesitan reivindicar raíces y eso es una parte buena. ¿Puede ser una parte buena sectaria al principio? Pues sí, probablemente. Pero lo que hace falta es hacer avanzar ese movimiento identitario que tiene mucho de positivo hacia el lado solidario global. Lo uno no quita a lo otro.

Frente a esto, inesperadamente, cientos de miles de chavales se ponen a defender el planeta. ¿Qué le diría a todos los jóvenes que están saliendo a manifestarse por el clima?

Eso, junto con el movimiento feminista, que nos ha sorprendido a todos, y, por qué no decirlo, el movimiento de los jubilados, que aquí también estamos… (risas) son los elementos de esperanza en un momento en el que revienta también la extrema derecha y cosas que pensábamos olvidadas en la historia rebrotan con una fuerza que provoca preocupación como mínimo si no algo más. Por así decirlo, hay relevo. Podemos estar no tranquilos pero sí esperanzados.

¿Ves posible que vuelva en el medio-corto plazo ese ambiente creativo y propositivo que desembocó en el 15M?

No sólo es posible, es seguro. Lo que es necesario acaba siendo posible y eso es necesario. Lo único que se produce por ciclos. Ciclos de auge y ciclos de depresión o de estancamiento. Yo estoy seguro. Hemos pasado del 15M a un proceso de digestión de aquello y, al mismo tiempo, de cierta molicie. Ahora con Extinction Rebellion, con la reacción frente a la crisis climática de los jóvenes y la rebelión de las mujeres tenemos los síntomas de que estamos entrando en un nuevo proceso de rebeldía que necesitamos. Otro mundo es posible porque es necesario

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