Quiero pensar en cambios ineludibles

Reconozco que, a estas alturas de mi vida y recién jubilada, la perspectiva de un confinamiento en casa no lo enfoco desde el mismo ángulo que debe hacerlo una familia con niños, niñas, adolescentes o personas dependientes cuya ruptura de su cotidianidad les parece, en muchos casos, inexplicable. Asimismo, mi percepción nada tiene que ver con la de tantas personas que han iniciado su confinamiento con una carta de despido en el bolsillo o con un futuro tan incierto como el fin de la pandemia, las personas mayores que viven solas, las mujeres víctimas de violencia de género porque su hogar es un infierno, las personas que carecen de hogar y no tienen donde permanecer alojadas, el personal sanitario que se encuentra desbordado las veinticuatro horas del día…   

Quiero pensar que el desbarajuste que estamos viviendo servirá para abrir un periodo de cambios ineludibles que parecen vislumbrarse, pero que todavía se encuentran muy lejanos. Mi esperanza nace con la lectura sosegada —excuso decir que tengo mucho tiempo para ello— de artículos que van apareciendo en las páginas de los periódicos que confirman las peores consecuencias de modelos de gestión que han desembocado en una desigualdad global rampante, un descontento social creciente y desconfianza en unos sistemas políticos que hacen aguas a la hora de afrontar los nuevos retos y son incapaces de plantear alternativas adecuadas.  

Foto: Riccardo F. CC

Algunas luces parecen alumbrar nuevos caminos. Me refiero, concretamente, a que en diversos medios de comunicación se habla de forma reiterada de la necesidad de cambios estructurales, de reorientaciones sociales, políticas y económicas, de la preservación, protección y defensa del bien común, de la vulnerabilidad extrema en determinados sectores de la población, del papel esencial del sistema público de salud…

Quiero pensar que algo se está moviendo cuando estos días oigo hablar de la necesidad ineludible de recuperar un sentimiento por el que nada de lo humano puede resultarnos ajeno, es decir, el sentimiento de solidaridad que supone cambios individuales y colectivos basados en el respeto de los derechos de todas y cada una de las personas, en definitiva, cambios ineludibles en el modo de comportarnos para transformar, a su vez, la realidad en la que vivimos, tan asimétrica, tan desigual, tan inhumana.

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1 comentario en «Quiero pensar en cambios ineludibles»

  1. ¡Qué lúcida y qué misericordiosa, en el sentido etimológico y más real de la palabra! Cambios ineludibles que no podemos seguir eludiendo ahí, sí, unidos. Porque -ya estaba claro, pero ahora aún más- «sólo el pueblo salva al pueblo».

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