Esta es la historia de un grupo de personas apasionadas y comprometidas con una tierra y sus habitantes. Personas que luchan por construir una sociedad más justa a través del mejor medio posible: la educación. Y entre todas están siendo capaces de escribir su propia historia, de cambiar el relato que otras pensaron para ellas. Me las he encontrado en Malvinas Argentinas, un municipio situado al noreste de la ciudad de Córdoba, la segunda en importancia del país.
Atravesada por una de las grandes carreteras de la región, la localidad no era más que un pequeño asentamiento en medio del campo, llamado Kilómetro 711. En 1953 le cambian el nombre y el senador que defendió la nueva denominación la justificaba diciendo “que quienes vean Malvinas Argentinas recuerden que aquel pedazo de tierra fue, es y será siempre argentino”.
La llamada “tercera sección” de Malvinas es el lugar donde se desarrolla la historia. Es la zona menos desarrollada de la localidad, a medio camino entre el medio rural y el urbano, con grandes carencias de todo tipo.
Los Hermanos de la Salle, que ya contaban con una gran escuela en el centro de Córdoba, decidieron hace algo más de diez años instalarse en una zona que necesitara especialmente lo que mejor saben hacer desde hace siglos: la educación. Aquí instalaron su casa, entre los más pobres.
La iniciativa de los Hermanos de La Salle se materializó en la escuela de primaria San Héctor Valdivieso, en recuerdo del primer santo argentino, hermano de la Salle y asesinado en Turón durante la revolución de Asturias de 1934.
Desde hace diez años, la escuela ha venido a llenar un gran vacío educativo que había en esta zona de Malvinas. De hecho, desde el principio se llenó por completo y aún quedaron solicitudes sin atender.
La apuesta de la escuela de Malvinas y de los Hermanos de La Salle, desde un principio, estuvo claramente orientada hacia lo que llaman “educación popular”. Se trata, entre otras cosas, de tener muy en cuenta las circunstancias sociales e incorporar la vida al conocimiento que se imparte en la escuela. Al principio de cada curso se hace un gran trabajo de encuesta entre el vecindario para conocer sus inquietudes. Y, posteriormente, se engarza esa realidad en las materias que se imparten.
Un ejemplo. Entro en la clase de sexto, los mayores de la escuela. En la hora de ciencias. El profesor está hablando sobre la cadena alimentaria y surge en la explicación uno de los temas calientes del momento: los planes de la multinacional Monsanto de instalar una planta de tratamiento de maíz transgénico en la ciudad. Es el momento de explicar cómo va a afectar ese proyecto a la vida de quienes habitan el barrio.
La escuela, durante los últimos meses, se ha unido a la protesta vecinal contra la instalación de esa planta: en los muros de las calles se ven las muestras de este rechazo. Junto a la escuela hay otro centro que llama la atención por su nombre: “Piedra libre para todos”, sacado de una frase de un juego infantil por la que todos los jugadores se salvan de quien les ha pillado. En el Piedra Libre de la escuela, todo el alumnado recibe clases de música, inglés, informática, teatro, literatura y plástica, entre otras materias. Es una forma diferente de complementar los conocimientos básicos que se imparten en la escuela y hacerlo sabiendo que muchos de ellos, por su situación social, no tienen otra oportunidad para desarrollar facetas artísticas.
La presencia de La Salle en Malvinas ha traspasado lo meramente educativo para expandirse en acciones sociales y solidarias. Por ejemplo, se ha creado un proyecto de microcréditos destinados a la mejora de las viviendas del barrio. El sistema funciona porque la gran mayoría de los préstamos son devueltos y muchas familias han podido transformar una vivienda muy precaria en una casa en la que habitar dignamente.
Cerca de un 70% de las familias de este sector de Malvinas viven bajo el nivel de la pobreza. Esto quiere decir que los alumnos que van a la escuela de la Salle sufren, como los demás, esta situación.
Para paliar el problema de la falta de ropa adecuada, especialmente cuando llega el tiempo de frío intenso, las madres de la escuela han organizado un ropero con donaciones que llegan desde Córdoba. A los menores, que han sido derivados por la trabajadora social, se les da lo que necesitan y a las personas adultas del barrio se les vende ropa a precios muy bajos.
Algo parecido sucede con la alimentación. Por la mañana, el comedor escolar es financiado por el Gobierno. Pero se dieron cuenta que muchos pequeños se iban a la cama con el estómago vacío. Entonces se organizó otro grupo de madres y cocinan por las tardes para un centenar de personas.
El panorama de la juventud de Malvinas no es muy alentador: un alto porcentaje no está escolarizada, hay quienes tienen trabajos informales y una gran parte está sin ningún tipo de empleo. Todo ello, en un lugar con nulas ofertas para dar respuesta a la juventud. Ante esta realidad, a la gente de La Salle se le ocurrió poner en marcha la que llaman Casa Joven. Este proyecto, como el de la escuela, ha sido financiado en parte por PROYDE, la ONG de La Salle en España, una institución con 25 años de historia y que apoya la misión educativa lasaliana en el mundo.
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