“Si quieres pescar, tienes que remar durante cuatro horas hasta encontrar un sitio en el que el vertido sea menor. Algunos de los peces que cogemos, cuando les abres el estómago, huelen a petróleo”. (Pescador del delta del Níger)
Es habitual ver a los niños y niñas jugar junto a lagos de petróleo, o que de un antiguo manantial de agua brote ahora crudo, mientras las grandes llamaradas provocadas por la combustión del gas iluminan la noche y envuelven en humo tóxico las infraviviendas de unas comunidades que lo único que obtienen del petróleo que alberga la tierra que pisan es miseria y enfermedad.
Desde que la industria petrolera comenzara sus actividades en el delta del Níger hace más de medio siglo, son muchas las personas que se han visto sumidas en la pobreza, al tiempo que se ha alimentado el conflicto armado, añadiendo a sus vidas violencia e inseguridad.
El delta del Níger es uno de los ecosistemas más ricos del mundo. Antaño sus gentes podían pescar en sus aguas y cultivar la tierra para ganarse el sustento. Pero allí también se encuentran extensos yacimientos de petróleo que han explotado durante décadas el gobierno de Nigeria y empresas multinacionales, con Shell a la cabeza. Una “riqueza” subterránea que ha transformado el delta en un entramado de miles de kilómetros de tuberías, pozos y estaciones de bombeo, grandes llamaradas, vertidos sin limpiar y una fina lluvia de petróleo que de pronto riega ríos, tierras de cultivo, casas y seres humanos.
Desde la década de los sesenta, el petróleo ha generado ingresos multimillonarios, aproximadamente unos 600.000 millones de dólares. Pero para los habitantes de la inmensa desembocadura del Níger el petróleo sólo ha traído pobreza y contaminación. Allí viven más de 30 millones de personas. Más del 60% de la población depende del entorno natural para ganarse la vida, pero la contaminación destruye recursos que son vitales para su subsistencia.
Mientras el oro negro de su subsuelo enriquece a otros, ellos beben, cocinan y se lavan con agua intoxicada. Comen pescado contaminado, si es que consiguen encontrar aún bancos de pesca, y han visto cómo se destruían sus tierras de cultivo.
Las imágenes de peces muertos amontonados son una muestra palpable de los efectos a corto plazo del petróleo que todo lo invade. Pero los hidrocarburos también afectan a la capacidad de reproducción de los peces y a sus fuentes de alimento, de manera que las consecuencias sobre los bancos de peces también se hacen sentir en el largo plazo. El material de pesca se ve igualmente dañado por la omnipresente contaminación.
En las tierras de cultivo el suelo pierde su fertilidad y la productividad agrícola decrece. Para muchas familias es su único medio de vida.
El agua y los alimentos contaminados afectan a la salud de la población y al desarrollo de los más pequeños. La combustión, día y noche, del gas genera problemas respiratorios.
Vertidos incontrolados
Cada año se producen en la zona del delta centenares de vertidos tóxicos. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha señalado que entre 1976 y 2001 se registraron más de 6.800. En su origen está la corrosión de las tuberías, la falta de mantenimiento de las infraestructuras, fugas, errores humanos y, en ocasiones, también vandalismo, sabotaje o robos de crudo.
El PNUD señala también que la región vive en medio del abandono administrativo, el desmoronamiento de los servicios y las infraestructuras sociales, una elevada tasa de desempleo, privación social, una enorme pobreza, miseria e inmundicia, y un conflicto endémico.
Todo ello contribuye a que cada vez sea más frecuente que los grupos armados que operan en la zona exijan un mayor control de los recursos de la región, al tiempo que cometen robos de petróleo a gran escala y secuestran trabajadores para pedir rescate por ellos. Las represalias del gobierno aumentan la violencia y se convierten a menudo en castigos colectivos para las comunidades, lo que alimenta la ira y el resentimiento.
Asesinato de Ken Saro Wiwa
En 1995 las protestas internacionales no pudieron impedir el asesinato del poeta y activista nigeriano Ken Saro Wiwa junto a ocho de sus compañeros de lucha, por parte del antiguo régimen militar. El recuerdo de aquellos días y de los esfuerzos por llamar la atención internacional en una carrera contra reloj permanecen vivos. Ya entonces todo apuntaba a la connivencia de Shell con la dictadura militar para acallar las protestas de los ogoni que pedían a la compañía que asumiera sus responsabilidades por la devastación ambiental provocada en Nigeria. Shell fue acusada de estar relacionada con las ejecuciones. Ahora, 14 años después, ha llegado a un acuerdo para pagar 15,5 millones de dólares de indemnización y poner fin al proceso judicial, aunque sigue sin reconocer su responsabilidad.
La pesada huella del petróleo en el delta del Níger es un triste ejemplo de la absoluta falta de ética con la que puede operar un gigante como Shell cuando no tiene que rendir cuentas ante nadie. En la web de la compañía se puede leer “Pronto se cumplirán diez años desde el inicio del compromiso del Grupo Shell con el Desarrollo Sostenible”. ¡Menos mal! es un alivio.
ACTÚA
En la web de activismo de Amnistía Internacional tienes la posibilidad de enviar un mensaje a Shell, exigiendo que asuma sus responsabilidades.
www.actuaconamnistia.org
- Teología de la Sagrada Agua, desde Guatemala - 21 de marzo de 2023
- Pasar de las tinieblas a la luz – Carta Abierta a la Conferencia Episcopal Española - 1 de febrero de 2022
- ¿Dónde estaban las mujeres de Greenpeace? - 13 de enero de 2022