
Julius Mwel.
No es fácil de entender ni de aceptar. La humanidad tiene hoy capacidad de producir alimentos para más de los casi 7.900 millones de habitantes del planeta. Sin embargo, según la ONU, actualmente, más de 800 millones de personas sufren hambre crónica y más de 3.000 millones no tienen acceso a dietas saludables porque son pobres: sus ingresos no superan el umbral de la pobreza (1,90 dólares diarios)
Desde la ONU en el Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre) y en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre) se nos ha recordado que, actualmente, uno de los mayores retos que enfrenta la humanidad es la erradicación del hambre y la pobreza.
Uno de los mayores retos de la humanidad es la erradicación del hambre y la pobreza
Cuando hablamos de hambrientos, nos referimos a personas que durante un tiempo prolongado no disponen de los alimentos y nutrientes necesarios para una vida saludable. Cada día mueren en el mundo unas 25.000 personas por causas relacionadas con el hambre, causante de más muertes al año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas.
Cuando hablamos de pobreza no nos referimos sólo a las necesidades físicas, sino también a múltiples carencias en salud, educación, seguridad, dignidad, trabajo decente, libertad…
La pobreza no tiene una única causa: salud, educación, falta de trabajo y libertad…
Las causas de la pobreza y el hambre
El hambre y la pobreza no se deben a la escasez de recursos ni a causas de tipo natural, sino al comportamiento humano. Su persistencia hay que buscarla en la inequidad en el acceso a los bienes, en el acaparamiento basado en la fuerza, en la explotación de unas personas por otras y unos países por otros, en la insolidaridad personal y colectiva…
El hambre y la pobreza no se deben a la escasez de recursos ni a causas de tipo natural, sino al comportamiento humano
El papa Francisco afirma de forma contundente que en el mundo impera hoy una “Economía de la exclusión y la inequidad, una economía que mata… Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son explotados, sino desechos, sobrantes” (Evangelii Gaudium, 2013, N. 53).
Por otro lado, cada año se pierden y desperdician en el mundo 1.300 millones de toneladas de alimentos, suficientes para alimentar a 2.000 millones de personas. Se pierden en los países pobres, principalmente por falta de infraestructuras para su procesamiento y almacenamiento; y se desperdician en los países ricos, sobre todo, en el proceso de comercialización y consumo.
Pobreza y desigualdad son dos caras de la misma moneda. El 1% de las personas más ricas del mundo acumula tanta riqueza como el 99% restante. Sólo 42 personas poseen la mitad de la riqueza del mundo. Los ricos son cada vez más ricos. Lo anterior no es ajeno al hecho de que hoy los impuestos son menos progresivos que hace 30 años.
Pobreza y desigualdad: dos caras de la misma moneda
En España, el 1% más rico acapara más renta que el 50% más pobre. Los milmillonarios (quienes tienen una fortuna de más de 30 millones de euros), que hace una década eran 300, son ahora 831. Los bancos y las grandes empresas multinacionales obtienen las mayores ganancias de su historia. Sus beneficios son hoy un 63% superiores a antes de la pandemia del coronavirus, mientras los salarios de los trabajadores apenas han crecido un 4%. Esas empresas, sin embargo, tributan un 9,17% sobre sus beneficios, frente 13,2% de las rentas de los hogares y al 15,3% del consumo (IVA).
“Deberían exasperarnos -escribió el papa Francisco- las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros… Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos” (Laudato si, 2015, N. 90). “Siempre hubo pobreza y desigualdad en el mundo -afirma Francisco- pero el capitalismo desenfrenado de las últimas décadas ha dilatado el foso que separa a los más ricos de los más pobres, generando nuevas precariedades y esclavitudes» (Prólogo al libro “Poder y dinero”, de Michele Zanzucchi, Città Nuova, abril de 2018).
El capitalismo desenfrenado de las últimas décadas ha dilatado el foso que separa a los más ricos de los más pobres
¿Qué podemos hacer?
El hambre y la extrema pobreza son -sin duda- una de las mayores vergüenzas de nuestra civilización, frente a la cual la indiferencia no es una opción.
El papa Francisco habla de “cambiar las reglas de juego del sistema económico- social” (Alocución a un grupo de empresarios. Roma, 4 de febrero de 2017). No puede ser justo un sistema que genera riqueza para unos a costa del empobrecimiento de otros. Son necesarios cambios transformadores en el sistema social y económico imperante en el que prevalecen “los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta” (Evangelii Gaudium, 2013, N. 56). Para ello, el papa exhorta a la “solidaridad desinteresada”, a la «cultura de la acogida» y a la “economía de comunión”, “que no debe solamente cuidar a las víctimas, sino construir un sistema donde las víctimas sean cada vez menos, donde posiblemente no haya más” (Discurso a los participantes en la Reunión de Economía de Comunión, 4 de febrero de 2017).
Para el papa Francisco, el amor cristiano “es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor” (Laudato sí, 2015, N. 231). El amor cristiano -afirma- “implica la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres” (Evangelii Gaudium, 2013, N. 188). Y para ello necesitamos ser solidarios porque -en palabras de Francisco- “La solidaridad es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del imperio del dinero” (…) La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia” (Fratelli tutti, 2020, N. 116. Discurso a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 28 de octubre de 2014).
La solidaridad es luchar contra las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad
Así pues, terminemos con un reto en forma de pregunta:
¿Estamos dispuestos los cristianos a asumir la solidaridad tal y como la define el papa Francisco?