El futuro de África está en la agricultura, ya que el continente conjuga tres elementos que podrían provocar una verdadera revolución: jóvenes, trabajo y enormes extensiones de tierra sin cultivar.
Sin embargo, los gobiernos africanos no están invirtiendo en este potencial. Por el contrario, enajenan las tierras del continente a favor de grandes multinacionales, lo cual provoca el desplazamiento de miles de personas -campesinas y ganaderas- de los lugares que han ocupado durante generaciones y pone en riesgo la seguridad alimentaria del mismo.
Es tiempo de que los líderes africanos empiecen a responder a las demandas de su ciudadanía desarrollando políticas sobre la tierra y garantizando los derechos del campesinado sobre ellas. La pregunta es: ¿qué tipo de reformas tienen que darse en África para que las cosas cambien y la agricultura se convierta en motor del cambio? Las instituciones internacionales propugnan la regularización de la propiedad, la compra-venta, el leasing y todas las acciones relacionadas con la tierra para permitir un mejor control de la misma y poder utilizarla, dicen ellas, para el desarrollo sostenible del continente.
La verdad es que esas políticas no ayudan al desarrollo sostenible, sino que favorecen la entrada de las grandes multinacionales agroalimentarias en África. Lo que está en juego en este punto es la eterna lucha entre el capital y los derechos de las personas más desfavorecidas. Las instituciones internacionales envuelven sus propuestas en un lenguaje sibilino que al final confunde y lleva a la persona a la que le roban las tierras a dar gracias porque la multinacional lo está haciendo por su bien.
La mayoría de los trabajos que se crean con estas empresas y sus inversiones son temporales y producen salarios que son entre dos y diez veces menores a los de un pequeño campesino. Además, las multinacionales acaparan tierras del campesinado africano y le impiden expandir sus granjas, lo que crearía trabajos en países donde la mayor fuente productora de empleos es la agricultura.
Este tipo de inversiones también tiende a producir productos para la exportación, lo cual no ayuda a garantizar la seguridad alimentaria del país. Al igual que las inversiones extranjeras en materias primas como el petróleo o los diamantes, las inversiones en tierras o en agricultura están destinadas a extraer los recursos africanos al coste más bajo posible y sin importar mucho los efectos de esa extracción.
Lo hemos dicho otras veces: aunque las multinacionales digan que trabajan para erradicar la pobreza y mejorar la vida de la gente más desfavorecida, sus prácticas y las políticas que patrocinan sugieren todo lo contrario. Por ejemplo, sus inversiones muestran una clara priorización de las necesidades de las grandes corporaciones agrícolas multinacionales. Por otro lado, las reformas que imponen a los distintos países para facilitar la realización de negocios se centran en crear las condiciones que favorezcan el acceso de las grandes industrias agrícolas a la tierra y los recursos naturales de los países en desarrollo. Por eso, los países africanos necesitan establecer medidas que les protejan de estas reformas impulsadas por las instituciones internacionales y buscar las que de verdad favorezcan los intereses de sus ciudadanos y garanticen la seguridad alimentaria.
En definitiva, deben implementar políticas que protejan los derechos de la población local sobre la tierra. Los desplazamientos forzosos de comunidades destruyen las formas de vida y subsistencia al mismo tiempo que los lazos espirituales que existen entre la gente y sus tierras. La expropiación de las tierras también puede ser fuente de conflictos. Además, no olvidemos que la población de África crecerá enormemente en los próximos 35 años. Las inversiones agrícolas de gran escala, aplicadas por las multinacionales, no crearán suficientes trabajos para los millones de jóvenes que los necesitarán dentro de poco.
Hay que invertir en agricultura si se quiere que África cambie y se garantice el bienestar de toda su ciudadanía.
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