Carmen Magallón Portolés es doctora en ciencias físicas y diploma de estudios avanzados en filosofía. Dirige la Fundación Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza y preside la sección española de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad. Sus temas de trabajo son: la historia de las mujeres en la ciencia y las relaciones entre género, ciencia y cultura de paz. Su último libro es Contar en el mundo. Una mirada sobre las relaciones internacionales desde las vidas de las mujeres.
¿A dónde han ido a parar el pacifismo y la lucha antimilitarista?
Los ciudadanos centran ahora su preocupación en la crisis; el aumento de la precariedad de la vida y del empleo, el retroceso de los derechos sociales y el deterioro de las instituciones. La situación nos hermana con el sufrimiento de otros pueblos, que siguen mirando al modelo de Europa; no hemos de abandonar la defensa de derechos y servicios públicos ni resignarnos a que se nos iguale a todos a la baja. Parte del mismo esfuerzo, es conocer e incidir en la situación internacional y que continúe el activismo organizado y solidario a favor de la paz, y contra toda clase de armas, nucleares o convencionales. La lógica capitalista de acumulación y dominación no es una guerra al uso, pero sí produce violencia, atenta contra la paz y pone en peligro la gobernanza internacional. El paradigma dominante se muestra incapaz de encontrar soluciones. Es preciso caer en la cuenta de que sigue siendo necesario trabajar por la paz, que no es solo ausencia de guerra; la paz solo existe si hay justicia, derechos humanos, desarme, democracia y desarrollo.
¿Qué nos ha enseñado el movimiento por la paz?
En el movimiento por la paz hay una larga y profunda experiencia de resistencia ante el sistema: al servicio militar, al gasto armamentístico, a los objetivos militaristas, a la opresión. Dentro de las distintas sensibilidades que han crecido en su seno, entre ellas la feminista, se ha puesto de manifiesto cómo posee muchos rasgos de excelencia para la participación, que son aplicables a otros movimientos.
¿Cuándo nació el feminismo pacifista internacionalista?
El internacionalismo feminista nació buscando conseguir los mismos derechos que los hombres. Sobre todo el voto. La Alianza por el Sufragio reunía, a principios del siglo XX, a más de diez millones de mujeres. Pero la I Guerra Mundial dividió a las sufragistas. Algunas decidieron apoyar a sus países en guerra, mientras la mayoría decidió oponerse a ella. La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad –WILPF en sus siglas en inglés– nació en La Haya, abril de 1915, en lo que fue el Primer Congreso Internacional de Mujeres. Acudieron mujeres de distintas ideologías y procedencias: sindicalistas de varios países, laboristas británicas, trabajadoras agrícolas de Hungría, protectoras de niños de Holanda o abogadas de EEUU. Eran 300 mujeres visitantes y observadoras y 1.136 con voto, que representaban a unas 150 organizaciones de 12 países, beligerantes y neutrales. Eran mujeres de clase media, con formación académica, como Rosika Schwimmer (capaz de hablar nueve idiomas) o Jane Adams (reformadora social estadounidense, Nobel de la Paz en 1931) que fueron radicalizándose al convivir con la pobreza. No solo actuaron como embajadoras de paz recibidas por líderes políticos de catorce países (entre ellos el rey de Noruega, el presidente de Estados Unidos y el papa) sino que lucharon contra la esclavitud infantil, la explotación laboral y las deficientes condiciones sanitarias de las familias obreras. Por sus propuestas para la creación de organismos de arbitraje internacional, WILPF puede, de algún modo, considerarse madre de las Naciones Unidas.
¿Qué supone en la historia la Liga Internacional de mujeres por la paz?
Es la expresión organizada internacionalmente de un feminismo que concibe que decidir sobre la paz y la guerra forma parte de la igualdad. Al nacer de una división del sufragismo, desde el comienzo quedó claro que la paz era una opción libre para las mujeres: no todas la eligen, ni todo feminismo es pacifista. Mostró cómo, desde una situación de exclusión, pueden emerger paradigmas y soluciones nuevas; mostró la importancia de universalizar la experiencia histórica de las mujeres, de no verlas solo como víctimas, porque eso impide aprender del potencial civilizatorio de su experiencia: cuidar y sostener la vida, pensar y actuar para oponerse a la guerra, acercar a comunidades divididas y enfrentadas, buscar soluciones no militares a conflictos, luchar contra la impunidad, apoyar a las que están privadas de libertad y derechos y lograr que el trabajo de base de las mujeres cuente en la toma de decisiones de las instituciones locales e internacionales.
¿Qué aportaciones han hecho con sus actitudes y métodos de trabajo?
Pensar libremente, fuera de las lógicas establecidas, para mejorar el mundo. Saltar por encima de barreras que dividen a grupos enfrentados y establecer puentes. Aprender a buscar objetivos comunes a partir de distintas ideologías, culturas y situaciones de clase. Ser capaces de gestionar conflictos guiadas por una “inteligencia compasiva”, que consiste en ponerse en el lugar del otro y no cejar hasta colocar los problemas en otro punto. Trabajar, a la vez, en la base y en la cumbre, llevando las propuestas de la base a los lugares donde se toman las decisiones. Valorar la incidencia uniendo el trabajo local, nacional e internacional. Establecer alianzas entre organizaciones, líderes e instituciones. Y resistir y persistir en el tiempo: casi 100 años de trabajo, que se cumplirán en 2015.
¿Avanzan las posiciones anti-armamentísticas?
La entrada en vigor de un Tratado sobre el Comercio de Armas, adoptado por vez primera en la Asamblea General de la ONU el pasado 2 de abril (154 países a favor, entre ellos España, tres en contra y 23 abstenciones) es un avance importante, aunque todavía insuficiente para el pacifismo, que persigue el desarme. El derecho internacional humanitario ofrece una esperanza, pues su aplicación permitió que las armas químicas, biológicas, minas antipersona y bombas de racimo fueran prohibidas como inhumanas por las convenciones internacionales. Por esta vía, alcanzando una “Voluntad Crítica” en la sociedad global, puede lograrse la destrucción total de las armas nucleares, muchísimo más inhumanas que las mencionadas. La economía financiarizada y las armas nucleares son las dos caras de la moneda de la dominación.
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