Vivimos en una sociedad llena de dicotomías: día-noche, arriba-abajo, blanco-negro. Tenemos un sistema binario que nos dice que solo podemos expresarnos en dos formas: hombre-mujer, heterosexual-homosexual. Las dicotomías y los sistemas binarios están tan arraigados en nuestra sociedad que, incluso, atraviesan otros aspectos. Y todos nos hemos tenido que enfrentar a ellos (perdedor-ganador, mala madre-buena madre, puta-santa). Yo también he tenido que hacerle frente a uno en particular y eso me llevó a enfrentarme a otras dicotomías. Tengo cáncer y la dicotomía que he tenido que enfrentar es sana-enferma.
Después de mi primera quimioterapia se me cayó el pelo. Todo el pelo. No tenía pelo, cejas ni pestañas. Nada de pelo. En ese entonces yo estaba trabajando pese a los efectos secundarios derivados de la quimio. Es allí cuando mi dilema empezó. Yo quería ser vista como una persona sana. Lamentablemente, en nuestra sociedad no existe la imagen de una persona sana. El sistema binario solo nos da dos opciones: hombre-mujer. Y yo quería estar en la caja de “mujer sana”.
Cada día, antes de ir al trabajo, tenía mi sesión de drag queen: peluca, pestañas postizas, dibujar mis cejas, ponerme un montón de maquillaje. Incluso mis mejillas tenían color pese a que el invierno hace que la mayoría de la gente tenga la piel pálida. Mis compañeros y compañeras de trabajo me decían: “¡Qué bien se te ve!”, “Te ves mejor que nunca, ¿quién diría que estás enferma?”. No sabía cómo tomarme los comentarios, pero me sentía orgullosa. Tanto la gente que sabía que estaba enferma como la que no, me veía como una persona sana. Una mujer sana. Una mujer normal. Había hecho un buen trabajo. Sin embargo, cuando llegaba a casa me quitaba la peluca, las pestañas, me removía el maquillaje. Ya no tenía que fingir. Como mujer sana no podía quejarme por los efectos secundarios de la quimio. Pero en mi casa ya no tenía que fingir.
Un día me puse frente al espejo, estaba completamente calva y me pregunté por qué estaba actuando, por qué me estaba haciendo pasar por sana. ¿Lo hacía por mí? ¿Por los demás? ¿Qué me preocupaba? ¿Tener que explicar a los demás mi enfermedad? (Bueno, prefiero decir “mi situación” en lugar de enfermedad porque yo estoy luchando contra una enfermedad). ¿Por qué estaba actuando? ¿Tenía miedo de que la gente pensara que me iba a morir? ¿O era yo quien tenía miedo de pensar que podía morir? Quizá me preocupaban todas estas cosas juntas.
En aquel momento no me di cuenta de que tenía otras opciones. Podría haber dicho otras cosas a las personas que tenía alrededor. Podría haber sido más positiva. Podría haber dicho, por ejemplo: “No quiero ser calva pero decido no usar peluca porque no me gusta”. Podría haber contado mi experiencia maravillosa de ducharme sin pelo. La sensación en la piel de la cabeza es indescriptible. Mi cabeza, que ha tenido pelo desde que nací, por primera vez tenía contacto directo con el agua. También podría haber dicho una frase que siempre me hubiera gustado decir pero que nunca tuve el valor de decir: “Por favor, mírame como a una persona, solo como a una persona. Por un momento, olvida que tengo cáncer”.
Decir esto podría haber ahorrado mucho tiempo. Tiempo que usé para preparar mi máscara, tiempo que pasé preocupada de que las personas se dieran cuenta de que estaba enferma, de que estaba “actuando” como sana. Todo ese tiempo que estuve nerviosa porque pensé que mi peluca o mis pestañas falsas se iban a caer. Decir la verdad, mi verdad, me podría haber ahorrado mucho tiempo.
En marzo tuve una mastectomía. Antes de la operación los médicos me hablaron de cómo sería la reconstrucción. A pesar de que se realizará en dos años ya me han informado sobre mis opciones de implantes y de cirugías. Soy una mujer y me ofrecen un pecho. Yo no sé si quiero un pecho. Quiero decir, no quiero repetir la situación que tuve con la quimio. ¿Por qué voy a querer tener un pecho falso? ¿Es un problema ser una mujer con un solo pecho? ¿Es un problema para la sociedad o para mí? ¿La gente me va querer menos o aceptar menos porque tengo solo un pecho? Y, en el caso de que fuera verdad, ¿quiero estar rodeada de gente que solo me acepta porque tengo dos pechos?
Todo esto me hizo repensar cómo vivimos las dicotomías, cómo nos limitan los sistemas binarios. Mi lucha era contra el dilema de enferma-sana, pero también mujer-hombre y masculino-femenino porque están relacionados. Pero, ¿de dónde me venía esta lucha? ¿De dónde había sacado la idea de que solo tengo dos opciones, de que solo se puede escoger entre blanco y negro?
La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie hizo una presentación titulada El peligro de la única historia, en la cual menciona que el peligro de la única historia “es que crea estereotipos, y el problema con los estereotipos no es que no sean verdad sino que son incompletos. Convierten la única historia en absoluta”. Y no existe una única historia. Hay muchas y necesitamos oírlas.
Quienes trabajamos en media decimos: “Si no está en los medios de comunicación entonces no existe”. Eso sucede con las guerras u otros sucesos. La gente no sabe que existen hasta que los ven en los medios de comunicación. Muchas personas pensaron que no podía haber un presidente negro hasta que vieron que era posible. Muchos no sabían lo que significaba ser una familia homosexual hasta que vieron Modern Family, otras supieron de la vida de las lesbianas con la serie L-World.
Otra frase que también usamos quienes trabajamos para romper los estereotipos en los medios de comunicación es: “No puedes ser lo que no ves”. Muchas niñas no sabían que podían ser presidentas, astronautas, jugadoras de fútbol, etc. hasta que lo vieron en los medios, hasta que vieron películas, series y noticias, entre otros, que mostraron a mujeres en esos sectores. Muchas personas no supieron que los géneros podían fluctuar hasta que vieron a Conchita Wurst ganar Eurovisión.
Esto me hizo darme cuenta de que no me atreví a mostrarme calva porque no había visto a una mujer calva en público. Ninguna serie o publicidad ha mostrado a mujeres calvas como mujeres con poder. Y lo mismo sucede con la mastectomía. No he visto a mujeres con un solo pecho, a maniquíes con un solo pecho, sujetadores para un solo pecho. Cuando no ves a esas personas o esas realidades piensas que no existen. Te cuestionas lo que es normal y lo que no es. Hace que quieras meterte en una caja para existir, hace que renuncies a lo que eres con tal de encajar en una caja. Ese es el peligro de las dicotomías y los sistemas binarios, que te hacen negar quien eres por temor a no encajar en una de las dos cajas que te da la sociedad.
Las dicotomías y los sistemas binarios son sistemas impuestos que a veces nos quitan libertad. Afortunadamente, esto está cambiando porque hay personas que se están negando a encajar en esas cajas, porque están creando nuevas cajas o porque están navegando entre ellas. La mayor revolución es ser tú misma o tú mismo. Es olvidarte de que solo existes en las cajas y darte el permiso de existir como quieras. No solo te hará más feliz, sino que abrirá el camino para las demás personas que vienen.
- Gasto militar y belicismo en España - 23 de mayo de 2023
- Mujeres adultas vulneradas en la iglesia - 18 de mayo de 2023
- «La JEC potenció en mí la escucha, la cercanía a las personas y el respeto a sus procesos» - 12 de mayo de 2023