
ACAT es una asociación ecuménica en la que participan personas católicas, protestantes, ortodoxas y cuáqueras. Tiene su origen en Francia (donde fue fundada en 1974) y actualmente existe una red de más de treinta agrupaciones en el mundo unidas en una federación internacional (FIACAT) que cuenta con estatuto consultivo en las Naciones Unidas y en el Consejo de Europa. Esto hace posible que tengan interlocución con el Relator Especial de la ONU sobre la cuestión de la tortura, el argentino Juan Méndez.
Hay muchos tipos de tortura en nuestra sociedad, pero ACAT acota su campo de acción a la lucha contra la tortura institucionalizada, que se define como “un acto cometido intencionadamente a una persona, provocándole dolores o sufrimentos graves, físicos o psíquicos, con el fn de castigarla por un acto que haya cometido o se sospecha que ha cometido, para coaccionarla o atemorizar a a través de ella a otras personas o a toda una comunidad”.
Tal y como nos explica Montserrat Munté, secretaria de ACAT, “La tortura se procura aplicar de manera que produzca el máximo de dolor pero sin provocar la muerte y sin que deje marcas. La tortura humilla, aterroriza y destroza psicológicamente a la persona. La pone en condiciones de absoluto y monstruoso terror, de total depedencia. Destruye su propia imagen y le hace perder totalmente su autoestima”.
“Actualmente, el miedo al terrorismo y la lucha para erradicarlo pueden llevar a justificar la tortura”, explican desde ACAT. Para conseguir estos propósitos parece que todo sea válido y que la dignidad humana pierda todo su valor. Por este motivo, “más de la mitad de los gobiernos del mundo la utilizan en nombre de la seguridad, a menudo con el fin de destruir toda oposición”.
Ante esto, quienes integran ACAT plantean una lucha contra la tortura con la plegaria y la acción. “Para nosotros la plegaria no es un sistema para obtener lo que deseamos, sino un manera de ser capaces de hacer aquello que está bien y que deseamos sea”. Se reúnen a orar por las personas que son torturadas, por las que torturan y por todas las familias víctimas de la situación.
El propio Jesús fue torturado y condenado a muerte por los poderosos de su tiempo, “por eso ACAT se inspira en su Evangelio liberador y trabaja para que algún día se haga realidad el articulo 5º de la Declaración universal de los derechos humanos: nadie será sometido a tortura, ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”.
Junto a la oración desarrollan también una serie de acciones, como las “Llamadas Urgentes”. “Son cartas a las autoridades de un país en favor de algún preso, frecuentemente defensor de derechos humanos”, nos explica Munté. “Las enviamos a los socios para que las firmen y las envien, también pueden ser para pedir que una situación global de injusticia se corrija”.
Además, escriben cartas a medios de comunicación, realizan intervenciones en prensa, radio y televisión y se adhieren a los manifiestos que rechazan distintas causas y orígenes de la revista. Cuentan con una revista trimestral y realizan publicaciones monográficas y recursos didácticos y de sensibilización. Entre ellos, destaca Nunca más tortura, un material para la formación de adolescentesy jóvenes que, a través de juegos, reciben información e interactúan de manera personal.
Desde ACAT realizan sesiones públicas y divulgativas, especialmente en torno a dos fechas: el 10 de diciembre, Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el 26 de junio, Día Internacional de las Naciones Unidas en apoyo a las Víctimas de la Tortura.

Su labor es que nadie olvide a quienes sufren torturas siempre injustas, regímenes penitenciarios sobredimensionados, condenas excesivas –incluidos aquellos países en los que todavía está vigente la pena de muerte– y tratos vejatorios. Como claro ejemplo, recalcan en la asociación, “conviene destacar que la Ley de enjuiciamiento criminal vigente en el Estado español permite hasta trece días de incomunicación y esto puede inducir a practicar la tortura”. En este sentido, “creemos que convendría suprimir a nivel europeo la incomunicación de las personas que se encuentran detenidas”, sea cual sea la causa.
Para quienes integran ACAT esta lucha tiene pleno sentido desde la fe y llaman a la Iglesia para que alce la voz. Así, recuerdan una carta escrita desde la cárcel por el Hermano Tito de Alencar, que padeció torturas en prisión durante la dictadura Brasileña en 1969. En ella afirmaba con rotundidad: “La Iglesia no puede callar. Las pruebas de la tortura, las llevamos en nuestros cuerpos. Si la Iglesia no se manifiesta contra esta situación, ¿Quién podrá hacerlo? En estos momentos el silencio es omisión. La palabra es un riesgo pero es, sobre todo, un testimonio”.