La tela en la que se dibujó la pintada es, como puede verse, un muro; el lugar del muro es Palestina, de modo que ya está todo dicho. Lo dejó claro alguien que se levantó un día valiente y escribió una primera página de esperanza, de poder (¿no son sinónimos?) en una superficie destinada a ser cárcel, convertida así en periódico del pueblo. Y, como los periódicos son ventanas a la realidad, el o la valiente cronista, si no derribarlo, consigue abrir una brecha. Metafórica, sí, pero ¡qué gran arma las metáforas!
Ese es el paisaje de la pintada. El nuestro, en las semanas que se avecinan, estará empapado de melifluos mensajes de amores tan ñoños como comerciales. Aunque la palabra sea la misma, aquellos y estos amores nada tienen que ver, como también puede verse. Por si nos hartamos de amores mercantiles, aquí están estos, que las metáforas no son de quien las escribe, sino de quien las necesita.
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