Diógenes vivía en un tonel, de modo que le era difícil pasar inadvertido. Por nuestras calles, sin embargo, deambulan filósofos anónimos, que pasan por nuestro lado sin que nos demos cuenta. Para nuestra suerte, no pueden evitar dejar huella, miguitas de su conocimiento, cual Pulgarcitos sabios. Como los poetas.
¿Es filosofía? ¿Poesía? ¿Ambas cosas? En todo caso, el autor o la autora de tan vitalista jeroglífico tuvo un momento de iluminación, de penetración intelectual, un aleph que le reveló, en un instante, el secreto de la vida. Y lo expresó como corresponde a nuestro tiempo: con una imagen que vincula el profundo conocimiento con las necesidades cotidianas. Para que, cuando abramos la nevera, caigamos en la cuenta de la belleza de la vida, que bien puede contenerse en un tetrabrick.
Que ustedes la disfruten cada día del 2015.
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