
Por Carlos Ballesteros @revolucionde7a9
Hoy la vieja que hace las cuentas está algo triste. Se ha levantado con la noticia, dada por el propio Arcadi, de que le quedan pocas semanas en este mundo. “Son días felices” dice en una entrevista, “me siento muy querido”. A Arcadi le han dicho, hace muy pocos días, que tiene una enfermedad de esas malas y sin remedio y se está dedicando a decir adiós cómo solo él sabe hacerlo: rodeado de familia y personas amigas, recibiendo abrazos y cariño, aprovechando y disfrutando de todas las conversaciones y siguiendo en su empeño de perseguir utopías.
Arcadi Oliveres es uno de los economistas más lúcidos, críticos y coherentes de los últimos tiempos; con muchas conferencias, discursos, entrevistas y charlas a sus espaldas. La vieja que hace las cuentas recuerda aún un verano, en una casa en la Sierra de Guadarrama en el que él hablaba de macroeconomía, por la mañana, a un grupo de familias que buscaban respuestas y por la tarde la vieja hacía cuentas con ellas. Arcadi explicaba cómo era posible que un señor muy rico se hiciera todavía más rico comprando por la mañana y vendiendo por la tarde monedas (libras esterlinas) y provocara grandes tsunamis financieros; contaba cómo la banca española se enriquecía y enriquecía a los que en ella tienen sus ahorros, aun sin saberlo, con el comercio de armas. Eran las épocas de aquel “No a la Guerra” y Arcadi se preguntaba y nos preguntaba cómo era que podíamos salir a la calle a gritar esas cosas y luego nuestro dinero supuestamente dormía en un banco, pero lo que hacía realmente era financiar el comercio de armas. ¿Dónde quedaba la coherencia entre lo que decíamos y luego hacíamos? Esta vieja siempre ha dicho, inspirándose en Arcadi, que la coherencia se demuestra en la cartera y la agenda. Dónde pones y en qué usas el dinero y cuáles son tus prioridades en la ocupación de tu tiempo.
Contaba cómo la banca española se enriquecía y enriquecía a los que en ella tienen sus ahorros, aun sin saberlo, con el comercio de armas.
Aquel verano de hace ya unos cuantos años, por la tarde, después de las provocaciones de Arcadi la vieja les hablaba de bancos éticos, que por aquel entonces estaban naciendo, gestándose; y de consumo responsable, de economía alternativa. Fueron unos días de muchas y profundas charlas y de compartir mesa, mantel y paseos. Ahí la vieja le oyó por primera vez su conocida y socarrona reflexión sobre los oximorones, las famosas contradicciones en términos que Arcadi colecciona (carpintería metálica, humor serio, prohibido prohibir, comida basura, crecimiento negativo, mercado libre, monarquía moderna, guerra humanitaria, guerra santa, guerra justa, fuego amigo). Gracias entre otras cosas a esos paseos y charlas, cuando la vieja que hace las cuentas decidió poner por escrito sus apuntes y pensamientos sobre la soberanía económica, Arcadi escribió el prólogo del libro. Y la vieja no pudo estar más orgullosa y agradecida por ello.
Arcadi Oliveres, junto quizás a Jose Luis Sampedro, es uno de los economistas que más ha hecho por una economía más justa y pacífica. No es de los que ganan premios Nobel –aunque la reciente premio Esther Dufflo no tenga nada que envidiarle- ni de los que serán llamados por gobiernos o empresas para que les asesore. Él explica y practica la economía que le gusta a la vieja que hace las cuentas y que, entre otras cosas, sirve para no participar con los impuestos en aquellas cosas que uno no cree: Arcadi es uno de los que más sabe y mejor explica cómo hacer objeción fiscal a los gastos militares. Nada de globalizaciones injustas, especuladoras y crueles, Arcadi, como la vieja que hace las cuentas, habla de una economía de barrio, de casa, de comunidad. De esa economía local y descalza que pregonaba Manfred Max Neef y que tanto nos gusta a los que leemos y escribimos en Alandar.
Nada de globalizaciones injustas, especuladoras y crueles, Arcadi, como la vieja que hace las cuentas, habla de una economía de barrio, de casa, de comunidad.
Y sobre todo y sobre todas las cosas Arcadi es un hombre de paz. Y con esa paz está encarando sus últimos días. Por eso, porque ahora está su casa rodeado de nietos y nietas, de la gente que le queremos, la vieja que hace las cuentas, imposibilitada por esto de la pandemia de viajar hasta San Cugat a darle un abrazo, quería hacerle llegar el suyo a través de Alandar. Gracias Arcadi. Gracias.
*La familia de Arcadi Oliveres ha abierto una página web (https://missatges.arcadioliveres.cat) para que quien lo desee le deje un mensaje. Miles de personas han escrito ya uno.
Algo había oído hablar de este hombre, y algún artículo de él he leído. Me gusta.
Soy un hombre de base, de la calle, aunque algunos pinitos he hecho en el campo del sindicalismo, en el tiempo libre educativo, en asociaciones socio-culturales. Pero nunca he llenado titulares, mi cultura la he hecho en la universidad de la calle, leyendo, leyendo y escuchando a personas como Arcadi. Por eso mi agradecimiento a él, a tí Carlos, con vuestra coherencia alumbráis a los del suelo. Gracias