
Desde que escribo en mi mecedora, a veces he tenido un poco de remordimiento pensando si no abusaba escribiendo a menudo sobre el tema de la mujer. Hoy tengo que decirles que se me ha quitado todo sentimiento de culpa, que van a tener que seguir leyendo (quien quiera, por supuesto) sobre la situación de peligrosidad en la que vive la mujer en el mundo. ¿Que por qué digo esto? Les animo a leer el artículo que en este mismo número va en las páginas cuatro y cinco. No voy a contarles otra vez el Encuentro pero sí mis impresiones, cosa que no he podido hacer en dicho artículo.
Soy fácil para la empatía, para ponerme en el lugar del otro, de la otra en este caso. Por eso, tengo que decir que, a lo largo de los dos días que duró el encuentro, me conmoví y me emocionó lo que estas mujeres contaban. En Eufrosina veía representadas a las mujeres indígenas, excluidas en la sociedad por ser pobres e indígenas; y excluidas en sus propias comunidades por su condición de mujer.
Recuerdo un encuentro en Petén, Guatemala, hace unos años. Estábamos en casa de una familia sumida en la más absoluta de las pobrezas, el marido llevaba la voz cantante en la entrevista. Iba calzado con unas zapatillas viejas y maltrechas, pero llevaba zapatillas. La mujer estaba descalza, detrás de él. Miraba al suelo en señal de sumisión y solo hablaba si se la preguntaba y siempre mirando antes al marido.
La frase de Malalai sobre la vida de la mujer que valía menos que la de un pájaro fue un aldabonazo para mí. La mujer sometida y escondida tras la cárcel del burka. La mujer esclavizada bajo el yugo del padre, del marido, de los hermanos… Sin derechos propios, sin posibilidad de salir del circulo de la pobreza y de la incultura porque no puede ir a la escuela. Malalai regresó del campo de refugiados en el que estaba para fundar una escuela clandestina y posibilitar a las niñas la educación. Ahora ha tenido que salir del país por amenazas de muerte, pero sigue luchando. “No temo a la muerte, temo guardar silencio ante la injusticia”.
Y, ¿qué decir de la India? El testimonio de Manjula Pradeepp fue sobrecogedor. Violaciones en grupo, mujeres vendidas por una dote, quemadas con keroseno por haber hecho algo que no ha gustado a su marido o a la familia de su marido, de la que pasa a ser propiedad cuando se casa… Todos estos ejemplos hacen desear no ser mujer, algo terrible, por otra parte.
Y, en España, ¿qué nos pasa? El 31 de diciembre del 2013 un titular del diario El Mundo decía: “La violencia machista mata a 48 mujeres y 5 niños en 2013” y añadía “2013 da el número más bajo de mujeres muertas de los últimos diez años”. Pues parece que nos gustan las cifras record porque, a principios de abril del 2014, ya son 24 mujeres las que ha sido asesinadas por el simple hecho de ser mujer, por no doblegarse a los deseos de sus maridos, de sus parejas, quizá porque les sirvieron el plato de sopa frio. ¿Qué pasaría si estas cifras se diesen en el ámbito de los varones? Posiblemente ya se hubiera encontrado alguna solución. Mientras tanto, seguimos desayunándonos con el asesinato de alguna mujer y el posterior suicidio del asesino.
Pero el llamado sexo débil es fuerte, muy fuerte y vamos a seguir luchando y trabajando porque queremos alcanzar nuestro lugar en el mundo en situación de igualdad con los varones. Quizá podamos pensar que hemos avanzado mucho, pero ampliemos la mirada más allá de nuestras fronteras y veremos que es mucho, mucho lo que queda por conseguir.
Perdonen que me repita
perdonen que me repita pero cuando ETA mataba 48 personas al año, el primer problema de los españoles era el terrorismo, les pusieron escolta a miles de políticos, periodistas, famosos… . La prioridad de las policías , guardia Civil y demás miembros de seguridad e inteligencia del Estado era la lucha contra ETA, el conseguir que dejara de matar.
Cuando los terroristas mataban a alguien, en cualquier tertulia de radio, tv, o en la de cualquier bar, en los puestos del mercado… no se hablaba de otra cosa de los malnacidos terroristas, de lo que abría que hacer con ellos, escuchabas de todo, de pena de muerte a dejárselo a las familiares de las víctimas, lo mas flojo que se decía es que se pudrieran en la cárcel y no salieran más que con un traje de pino.
la violencia machista no es ni el vigésimo problema de los españoles, la ley que se ha creado para intentar controlarla recibe críticas por todas partes, incluso se escucha como se justifican los comportamientos de los maltratadores. además si se fijais con los terroristas se hablaba de asesinatos, con las mujeres se dice que mueren a manos de sus parejas, en la violencia de género todo son eufemismos.
la muerte de mujeres es la vergüenza de nuestro sistema del bienestar; tan educados, tan civilizados, tan demócratas, pero todos los años se repiten las cifras, poco más o poco menos, 50 seres humanos asesinados por las personas que tienen más cerca.
Perdonen que me repita
Gracias José Manuel. No puedo estar más de acuerdo con lo que dices y además me encanta que sea un varón quien diga esto. Estoy convencida de que a esta lacra sólo se le podrá poner fin, cunado mujeres y hombres trabajemos juntos por erradicarla.
Un abrazo